Comentario a la exposición «Tiempos inciertos»

Pública

Hoy finalizaba la exposición Tiempos inciertos,  comisariada por Pau Pedragosa y Txuss Martín, exposición de extraordinaria calidad y aplastante eficacia. Lo que me llega de ella, responde plenamente a esta advertencia:

Bajo la presentación de esta Alemania de Weimar llena de contradicciones, riqueza cultural e injustamente olvidada por la sombra horrenda de lo que se proyecta después sobre ella, el argumento de la exposición es el despliegue de un paralelismo entre la situación de entonces y la actual.

En ambos casos, partimos de una seguridad supuesta que se revela muy frágil.

[  ] la época de antes de la Primera Guerra Mundial fue la de la edad de oro de la seguridad. Todo en nuestra monarquía austríaca casi milenaria parecía asentarse sobre el fundamento de la duración, y el propio Estado parecía la garantía suprema de esta estabilidad [ ] Todo lo radical y violento parecía imposible en aquella era de la razón.
                                                                                                                             Stefan Zweig, El mundo de ayer

En ambos casos, nos enfrentamos a la crisis de la razón, por tanto a la necesidad de elegir entre las certezas del mundo previo y la incertidumbre entendida como incerteza respecto a los roles de género, la música, la noción de autoridad, la lucha obrera (…). La incertidumbre se entiende como ese espacio que posibilita un florecimiento cultural rico, deseable y equiparable con nuestro presente.

«Tras la guerra y el hundimiento del mundo moderno, la pregunta sobre el ser humano reclama una respuesta urgente. El Debate de Davos [1929, entre Ernst Cassirer y Martin Heidegger] propone dos definiciones opuestas que son un nítido reflejo de las amplias y profundas tensiones que desgarran la Alemania de entreguerras entre la razón y la irracionalidad, la esperanza y la angustia, la certeza y la incertidumbre. La confrontación entre estas posiciones filosóficas escenifica un cambio profundo en el pensamiento del siglo XX, lo que convierte este debate en un episodio clave en la historia de las ideas.»

Y en ambos casos, hay una efervescencia creativa extraordinaria.
En la exposición, se nos interpela directamente. Se nos insta a elegir entre certezas e incertidumbre.

La República de Weimar tambaleó conceptos antes incuestionables en la sociedad alemana: los roles de género, la música, la noción de autoridad, la lucha obrera, la arquitectura, la física cuántica, la estética y hasta la técnica como expresión artística. Todo ello estuvo sujeto a una revisión crítica y renovadora. La incertidumbre se convirtió en el espíritu de la época y el cambio de paradigma abrió las puertas a nuestra actual manera de entender la realidad.

Este intento de abordaje positivo de la realidad y de lo posible anidado en ella no nos resulta de fácil acceso a los espectadores, porque, de hecho, la continuación de aquel presente fue el horror, y la sensación de angustia que nos invade al recorrer la exposición es muy potente.

Pone de manifiesto muchos (y temibles) paralelismos. Los conflictos geopolíticos como telón de fondo; la sensación de seguridad absoluta disuelta en un instante; los avances técnicos que se presentan imparables; la efervescencia de la libertad desprejuiciada; la indignación de muchos por la transgresión de las convenciones culturales. Pero aunque en la Historia humana, igual que en la biografía de una persona, se den con tanta frecuencia las recurrencias, en esta argumentación no se subrayan las diferencias entre aquel pasado y este presente, que son muchísimas.

La sombra fantasmal del nazismo desenfoca el conjunto. La República de Weimar impresiona al espectador más como fúnebre presagio que como rica efervescencia; y el paralelismo que, se supone, tendría que resultar estimulante y animarnos a la incerteza del desprejuicio, resulta desenfocado e injustificado, pesadilla de la que queremos despertar.

A pesar de las simas escabrosas y las vergüenzas que se suman a otras vergüenzas, el proyecto humano es único cada vez, como la evolución de una persona. La situación nuestra de ahora es dificilísima, pero diferente. La disputa por los nuevos espacios de riqueza en este planeta extenuado sigue, los abusos de los unos sobre los otros siguen y los estereotipos y las formas de dominio de las personas y de las masas que somos continúan existiendo. Pero opino que es en el espacio de las oportunidades y las diferencias donde sería mejor poner la mirada.
Y también opino que no hay arte, por sublime que sea, que justifique el sufrimiento humano que lo inspira, porque el sufrimiento humano es sencillamente injustificable, y justo de eso trata el arte.

Tareas pendientes:
– Libro: https://www.turnerlibros.com/libro/la-alemania-de-weimar/
– Revista que acabo de descubrir, https://www.kioskoymas.com/Publicacion/portada/lamaletadeportbou/e582
– Sobre el cómic asociado a la exposición. https://open.spotify.com/episode/5IPPTDvsWcIwDyZEpynkR3?si=m_FtE3ojSCqbxPZUS3VP6g&nd=1&dlsi=b386f66a7f514ae1

Otra vez, y a pesar del riguroso abordaje, prevalece todo el tiempo este collage en la imaginación colectiva nuestra, de los espectadores: collage de agónica -y negativa- premonición.

Käthe Kollwitz (1936) Madre con dos niños (escultura en bronce)

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