Apostilla (pero sin querer) a un tag de mi autoría

No lo hagas tan a posta, si tu objetivo es «Fundar Una Familia». No empieces nunca por querer «fundar una familia». Eso es como querer «fundar una pirámide». Si quisieras fundar una pirámide, lo primero que deberías hacer es analizar a ver dónde empieza.

Para fundar una pirámide, hace falta un faraón.
Para sostener a un faraón, hacen falta tropas.
Para alimentar tropas, hacen falta muchísimos granos.
Para tener muchísimos granos, sembrar y producir.
Para que haya muchos, hace falta sobreproducir.
Para sobreproducir, hacen falta manos en abundancia.
Para que haya muchas manos, hace falta que haya agua y alimento.
Para que haya alimento procedente del río, hace falta que haya barcas y cañas de pescar.
Para que haya barcas y cañas de pescar, hacen falta artesanos que fabriquen barcas y cañas de pescar.
ERGO para fundar una pirámide hace falta una caña de pescar.

Por tanto, no te plantees fundar una pirámide: plantéate hacerte una caña de pescar. Tampoco te plantees fundar una familia: plantéate, lo primero… A ver… Bien: vamos por partes.

El primer ladrillo es cuando aprendes a vincularte. Vincularse es involucrarse, sentir la llamada de las cosas. Vincúlate a ese perro abandonado que has visto merodear por tu casa. A tu profesora cuando te dice que subrayes esa lección. A un jerbito. A ése chaval que está en tu grupo y que se siente desplazado. Vincúlate al ahorro que tu madre promueve cuando te dice que apagues la luz al salir de la habitación. Vincúlate al apuro que siente tu amiga porque dice que es fea, o tu amigo que es bajito y tiene acné.

El segundo ladrillo es cuando dejas de mirarte a ti y miras alrededor. «Mi familia de procedencia me ha hecho ver que soy el más importante». Tu familia de procedencia a lo mejor se equivocaba.  «Mi familia de procedencia siempre tiene razón». La familia de procedencia a lo mejor se vuelve a equivocar. Para fundar una familia,  para encontrarla, tienes que dejar de mirarte el ombligo a ti mismo y el ombligo de tu familia de procedencia.

El tercer ladrillo es cuando te aguantas por amor al arte. Ya, ya sabemos que aguantas mucho, muchísimo, porque el futuro es duro, porque te tienes que formar, porque si no de qué vas a vivir etc. etc. etc. Pero ese aguante no tiene casi mérito porque es sólo para ti. Lo que te pide la familia es que te aguantes porque sí. Porque la vida te lo pide, y no te va a dar nada a cambio. Que sientas que, si es mejor para todos que te aguantes, que no consigas lo que deseas de inmediato, que estés incómodo y demás, tú vas a aguantarte, a estar incómodo, a no conseguir lo que deseas de inmediato y demás.

El cuarto ladrillo es cuando sabes organizar, no sólo organizarte. Como en el tercer ladrillo, ya. Ya sabemos que te organizas, te organizas muchísimo, y te cuesta una barbaridad: los estudios, el dinero, la salud, la familia, los amigos, el aspecto físico, el trabajo a veces también, las salidas, otras metas. Pero la organización que necesitas es la repanocha y rizar el rizo: no sólo organizarte tú mismo como hasta ahora, sino también apoyar la organización de los que tienes a tu lado y acordar cómo se organiza lo que estáis organizando en común. Si te falla este ladrillo, la casa se te caerá. Más te vale organizar.

El quinto ladrillo es un secreto a voces. Lo han llevado a escondidas en tu familia de procedencia, aunque sea un secreto a voces. Tú no te has enterado. Es que tu vida cuesta. Cuesta tu habitación, cuesta tu comida, cuestan tus libros, cuesta el agua de la ducha, cuesta la luz que te alumbra y no es que se hable de la economía en la tele o cuando oyes que se quejan de los precios: Es que vivir cuesta. Y te tienes que plantear que la palabra «cuesta» significa que «no es fácil» lo primero, y que «es dinero» lo segundo (bueno, el 5. 1 y 5. 2).

    1. La familia cuesta porque es trabajo.
    2. La familia cuesta porque es dinero.
    3. La familia es una costosa fábrica, una unidad de producción que produce el producto más exquisito: tú y los que son como tú. Pero es una fábrica que, a la vez, es un saco sin fondo que traga y traga con frenética voracidad. 
    4. La familia te produce para que produzcas, porque lo primero que quiere es que sobrevivas, y la producción es tu supervivencia.
    5. Todo lo anterior hace que el quinto ladrillo sea crucial. Casi todas los conflictos de casi todas las familias tienen como escenario el quinto ladrillo. 

El quinto ladrillo son las canalizaciones.  Son algo muy controvertido, las canalizaciones llamadas «contención» de agua y luz. Contención es ponerle puertas y cauces a tu emoción. Si has tenido la suerte de tener una familia de procedencia con contenciones, cañerías, desagües y sumideros, habrás tenido una vida más fácil; puede, incluso, que no hayas necesitado generar contenciones, carriles, desagües y sumideros tú mismo.  O, a lo mejor, si has tenido una familia sin todo ese aparataje y un caos a tu alrededor, has desarrollado tú un aparataje interior o de amigos que te ayuda ahora. O tu familia de procedencia tenía un aparataje completamente bizarro que has tenido que ir replicando. Nunca se sabe. Aquí no suele haber reglas. Estas canalizaciones pueden ser estrechas o anchas, dependiendo del caudal, y hay que ajustar los caudales… Además, con frecuencia, ha habido incidencias que han atascado alguna que otra cañería o taponado desagües. En fin, sea cual sea tu caso, es momento de hacer una primera recapitulación: vincularte, salir de ti, aguantarte, organizarte,  esforzarte… Luz es la capacidad que tienes de abrir ventanas, romper muros… y, encima, entender que el otro, que tienes enfrente, está realizando similares esfuerzos con desiguales resultados.

Llegamos a la fase del llenado. Parece que no es suficiente todo lo anterior, porque mientras ocurre, no piensas en otra cosa que en llevarlo todo a un mayor grado de complicación haciendo el «llenado»,  teniendo lo que se llama «hijos». Un «hijo» se define como «milagro».

El llenado se hace caótico mientras el milagro continúa. El milagro continúa cuando compruebas que, como cuando empiezas a convivir con una mascota, el «hijo» que se supone que es un «hijo» «humano» se comporta como un salvaje inhumano o de otra especie sin civilizar: diarreas, mocos, gritos, pañales, horarios, muchísimo dinero, insomnio, presiones, depresiones, estiras, aflojas, necesidad de huir, tetas transmutadas en expendedurías de leche, leche, socorro, auxilio, imprevistos, paciencia infinita, farmacia, esto es el fin, rutinas, bronquiolitis, papillas escupidas, listas de la compra, aburrimiento supino, televisión interrumpida, coito interrumpido, vida interrumpida, vida echada al water y tiras de la cadena, platos sucios, lavadoras y un aluvión de horrores. Freddy Krueger es un oso panda comparado con el que ha llegado a realizar este llenado. Dices: «uno y no más», y eso resulta ser peor, porque la única maniobra de contención efectiva para ese monstruo sin canalización alguna es otro monstruo a su lado. El milagro es que lo adoras.

Roturas de ladrillos. Algunos ladrillos empiezan a quebrarse con esos gritos. Tu pareja es fea así de pronto. Pero qué fealdad, nunca antes tenía esa voz, esas ojeras. No es que estés en segundo plano, es que eres invisible. Ya no va al gym, echa tripa, se le ha caído el pelo del disgusto, le huele el aliento. El dinero se va. La cuesta arriba se convierte en La cara Rupal del Nanga Parbat, la pared rocosa vertical más grande del mundo. La ropa, qué ropa, sacas del bombo de la lavadora una ropa semiarrugada con una pestecilla soportable y te la pones. Esa es tu vida. Esa es tu fundación. Una vergüenza inefable recorre las entretelas del que fuiste y decides hacer algo.

Intentos de remozar las paredes. En este punto de tu fundación, te preguntas por el look de tu familia. (¿Qué se verá desde fuera?).  Entonces recuerdas todas las familias felices que has visto aquí y alli. Bonitos, sonrientes, numerosos, bien colocados, planchados, bien atendidos. ¡Era lo que me faltaba a MÍ por tener! ¡Quería TENER una familia! Decides remozar las paredes de tu Fundación para dar a conocer al mundo que ya lo tienes todo. Quieres escapar, pero no puedes, es como Friday the 13th. Estás allí acampado. Coger la brocha, pero la pintura se te desconcha. Una y otra vez. Es como la pesadilla dantesca de las manzanas de Tántalo. Notas el sudor frío que humedece todo tu cuerpo. El soplo, casi, de la muerte. Dejas la brocha y te empleas, vuelves a empezar: afinidades etc., pero esta vez ves que el control que ejercías es un poco, diríamos, exagerado, porque hay multiplicación [generación] espontánea de peces y panes. Entonces, por fin, entiendes de qué se presume cuando se presume de «familia». Entonces, al fin, nace la idea:

¡Claro! Fundar una familia es tontería.
[Fine.]

Despiertas de tu sueño dogmático, como Descartes (creo). Uhhh  ¿Dónde estoy? Puedes estar solo o acompañado, da igual. Puedes tener sexo o no, tampoco es imprescindible. Con apartamento o en habitación. Tienes piso o duermes en un trastero. Tienes un hijo mayor o un bebé. Duermes con este o con aquel. Haces el sexo así o asá, va en gustos. Has desorganizado todo o estás organizándolo. Has dejado tus pretensiones fundacionales y continúas en familias que no fundaste. Con trabajo o pidiendo ayuda. Con perro o con gato. Con compañero de piso o con la vecina. Con jerbo o con canario. No sabes dónde estás, ni cómo has llegado aquí, ni lo que has hecho; pero el camino ha estado lleno hasta arriba de experiencias. ¡Lleno hasta arriba!

No sabes si ha sido cuestión de afinidades o negocio, ni qué tienen en común la mafia siciliana y la familia que tú y tu perro formáis, no sabes si la familias de Campofrío y la de los egresados de Cambridge tienen algo en común, pero los de la primera te invitan a tapas. No sabes qué familias de artistas son familia, ni cómo has llegado hasta aquí, ni quién eres; en todo caso, ha sido una aventura. Tienes de familia a las otras monjas de tu convento. Tu familia son las señoras de la residencia a las que cuidas, en casa descansas sola. Eres de la familia de las profesoras de música en academia privada con sobrecarga laboral crónica. Eres Dios y tienes padre, madre, hijo pero no tienes hijas. Eres tu gato soltero y tú eres su madre. Eres de la familia de tus cornejas. Es la aventura de la vida. Eres de la familia humana o de la familia Gea. Eres tan de la familia, que te egresan de todas. Entonces, sueltas la brocha del remozado y vuelves a empezar la misma aventura. ¡Comienzas otra vez la aventura! Te vinculas, miras a tu alrededor, te aguantas, organizas, trabajas y produces… Y te vinculas, miras a tu alrededor, te aguantas, organizas, trabajas y produces… [Da capo hasta el Fine].

Apostilla: para verificar la autenticidad de la firma y sello de este documento y sean reconocidas estas palabras como fiel reflejo de la realidad; para legitimar el carácter de no-farsa de las mismas y para que haya paz y concordia entre los egresados de todas las familias, aporto el documento de portada, documento que, más que apostilla, se podría llamar «sin querer». Porque yo a posta no hago nada. Pero con los suizos me meto porque, al ser pacifistas, no creo que me hagan nada a mí.

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