
Introducción
Tuve la suerte de, en una de esas situaciones engorrosas en las que suelo ir metida, conocer a Quelic Berga, y así tengo un recuerdo (dos segundos) de algo que es un asidero en esta travesía identitaria que nadie sabe si terminará en naufragio que es mi autodespliegue. Esas palabras dichas por esa voz real, entonada, emocional (y no por una máquina) en esos dos segundos, obran como verificación (prueba de vida, verificación biométrica o bioselfie) y son las que, además de «mi adicción al habla», me invitan a seguir.
Es apuesta arriesgada la que asumo, y así lo voy a intentar plasmarla en esta entrada. Poner tu palabra, tu imagen, tu reputación y tu vida en manos de la máquina (como yo la llamo) en manos, a su vez, de un tercero, aunque sea una universidad, es, cuanto menos, levemente temerario. Esa temeridad, más o menos compartida por todos, ha sido mi juego.
La situación
Nadie sabe aún en qué consiste el juego
Partamos de la base de que nadie sabe, en realidad, en qué consiste y en qué debe consistir el juego de lo virtual, es decir, cómo se ordena. Y esto es así porque, en el diálogo que se establece entre la propia naturaleza de lo virtual y el sujeto (llamo sujeto a Coca-Cola, un equipo de investigación de Cambridge o a Alba cuando con catorce años sube su primer vídeo, o incluso a Tomás cuando, con dos años y medio, hace «clic» en un juego del móvil de su madre mientras va en su sillita en el metro) hay un enorme desconocimiento mutuo.
En todo caso, esperemos que los que juegan sin saber no se queden colgados del lucro. Porque si algo engancha y cuelga, ya sabemos lo que es: el lucro, esa mezcla de roedor tesorero y epicúreo oso que es el ser humano, ambas cosas intensamente adictivas.
El sujeto
Partamos de la base de que la utopía nunca es como la pensamos, por tanto no se creó el espacio de comunicación discursiva con el que se soñaba -pero, en cambio, nació un furor comunicador fiero, que se ha dulcificado, pero que construyó, en un tiempo récord, un aparato virtual que fue el verdadero capital que se creó. Fue un hermosísimo tiempo de bloggers y vloggers entusiastas y pioneros, y de ese altruismo que nos caracteriza y nos eleva a las estrellas. Fue una utopía. No ha sido para nada decepcionante.
Ese objeto llamado «lo virtual» no es una persona jurídica (no es responsable)
Ahora bien: cuando echo una palabra al pozo de mi universidad, por ejemplo, esa palabra cae y cae y llega a ese lugar sin leyes, como el oeste americano, que es y sigue siendo Internet. Puede ocurrir lo que sea con mi palabra. Puede caer en manos de quien sea, como de hecho me ha pasado ya con trabajos útiles que he hecho. Pero también puede ser recortada, maniatada, deformada, manipulada y sobre todo apropiada por cualquiera y en cualquier lugar y forma.
Sólo responde de la aparición de mi palabra, mi imagen o mi «lo que sea» aquí su vehículo aquí, pero mi palabra, mi imagen o mi «lo que sea» está navegando sin que nadie sea responsable de lo que se pueda hacer con ella.
Carácter limitado de los mediadores
Los mediadores no pueden controlar una red. Sólo son mediadores. Mediadora es mi universidad. Mediador es Google, por mucho o muchísimo poder que tenga. Mediadores son todos mientras lo virtual cabalga, cabalga físicamente, cabalga al galope, cabalga siguiendo leyes que, como digo, en el fondo creo que hasta los más encumbrados desconocen en su totalidad.
Entre todos, construimos ese objeto llamado «lo virtual»
Y en ese afan comunicador e interactor desaforado, he aquí que, entre todos, poblamos con contenidos resultado de una inusitada laboriosidad comunicadora un espacio que se ha estructurado con cuatro reglas, igual que el Folio (¿Qué es Facebook? Cuatro reglas. ¿Qué es YouTube? Cuatro reglas. ¿Y el algoritmo? Cuatro reglas).
Fuente de «lo virtual»: el plano de Versalles en la web.
Y luego llegan los creadores de «las cuatro reglas» y dicen: los contenidos que han creado otros en el marco de las «cuatro reglas» son míos. Pero eso ya es el siguiente capítulo de esta historia, en el que no me voy a meter.
Mi situación
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La IA de Google no me contextualiza y sus malinterpretaciones son grandes. Pero «la Inteligencia Artificial no es un sujeto de derecho, ni se le reconoce, de momento personalidad jurídica, por lo que de momento la responsabilidad penal por las infracciones cometidas utilizándola se imputaría a las personas físicas que utilizaran esta tecnología, o que la programaran para delinquir -pero ¿y si la programan con buena intención pero los resultados son indeseados?
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Mis etiquetas ¿dónde van? ¿Por qué cambian de sitio? ¿Dónde están? ¿Quién las mueve de pronto tanto? ¿Por qué y cómo aparecen y desaparecen en bloque? ¿Me apoyan o no?
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Mis etiquetas descontextualizadas me ponen al borde del abismo. Eso seguro. Y esto lo hace ¿una IA sin personalidad jurídica?
Tal como preveía, la profusión enorme de mi comunicación en etiquetas da unas posibilidades combinatorias que revelan las íntimas intenciones -no mías, sino de quienes hacen los collages.
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Asociaciones gravemente dañinas para mí y para mi colectivo profesional. Esto sí que tiene titularidad y responsabilidad jurídica. Igual que yo y que todo lo que escribo en el lugar donde están mi nombre y mis dos apellidos.
Y lo que es de gravedad extrema: se ha asociado esta foto mía, con un gesto que va unido a la burla, al despropósito y al distanciamiento, con un área temática con la que nunca hubiera asociado esa foto: con mi área temática profesional. Por añadidura, el propio texto de mi área profesional está corrupto.
Y también esto es ilegítimo, en particular por el lugar en que se coloca.
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Esfuerzos por protegerme
Aún así, soy consciente de los esfuerzos que se hacen por protegerme, por protegernos. Hago búsquedas con palabras muy cargadas, cargadísimas, y me hago consciente. Pero es una tarea que supera cualquier propósito. Aunque me llenen de arriba abajo de escudos y corazas, si el mundo por el que camino es el oeste tal como he dicho al principio, siempre seré vulnerable. Y más en un mundo cuya regla es el collage y la apropiación.
Conclusión
Concluyo lo siguiente:
- La principal invención del arte contemporáneo ha sido el collage, invención de… No sé. Lo tendría que estudiar. Picasso, que no es un personaje que cuente en absoluto con mis simpatías (ni siquiera me conmueve por lo general) y que es un apropiador profesional de arte africano, lo usó poco en realidad. Pero el collage es la nueva sintaxis, la sintaxis de la máquina, la poscausalidad, el «dador de sentido» de la Era Digital y la clave.
- Mi vulnerabilidad en curso pasa de ser vulnerabilidad a ser súpervulnerabilidad.
- Realmente, nadie sabe en qué consiste el juego. No se sabe. Sólo se emprenden ensayos, experimentaciones, pero no brilla la luz por encima de todo.
- Internet sigue sin ser territorio de libertad protegida, sino más bien el Oeste Americano. Es curioso que quienes campan por sus respetos en lo más íntimo del ser humano abanderen ese respeto vacío que sólo es grasa para esos otros «grandes» a los que alojan. «Libertad protegida» no es, para nada, la del Oeste Americano, la protección es la ley.
- Si alguien en algún momento (algún psicólogo desencaminado de los que me son tan familiares) ha querido interpretar las autobúsquedas nuestras como narcisismo o egolatría, se ha equivocado. Son pura supervivencia.
- Una vez vertido en el pozo sin fondo que es Internet mi capital identitario (y arrastrados, con él, los miembros de mi colectivo ¿por mí? ¡No! Yo ejerzo mi libertad) él mismo, mi otro yo vertido allí, empieza a dialogar con otros espacios y lugares que me obliga a visitar… Visitaré procomún y rehabilitaré mi maltrecha imagen allí.
- La tan traída y llevada «fragmentación de la identidad» no es un constructo, no es un concepto: es un hecho. La identidad fragmentada se despliega y rechina. (La fragmentación NO ES debilidad, NO ES una categoría moral, es constitutiva.) Pues que rechine. Así es la vida, la vida no es la virgencita del niño Jesús, hijos míos, la vida es una mezcla brutal y de eso debemos ser conscientes porque es, esencialmente, lo que nos revela el collage.
- Mis opciones artísticas: acordes con lo esencial, que es la apropiación, el collage y el dotar de sentido conceptual hibridando con texto.
- Y me despido atentamente.
- No sin antes decir que, con el collage, campan a sus anchas en la Era Digital la ambigüedad, la polisemia, la paranoia etcétera
- Y que, por nada del mundo, la cambiaría por la anterior. GRACIAS a todos vosotros, constructores de la digitalidad, el ser humano está mejorando muchísimo. Muchísimo de verdad.
- Es el software como sustrato de lenguaje común lo que sustenta todo y lo mueve.
Tareas pendientes
Estudiar derecho.
Estudiar el humor. Porque está claro que los contextos de la comunicación siguen sin ser asimilados por las IAs
Estudiar la historia del collage.
Buscarme una IA que arregle en un clic todos mis collages, para que se puedan ver grandes.
Navegar en los lugares que interactúan con mi alter ego virtual.
Preguntar, si puedo hablar, cómo van las herramientas virtuales que uso.
Estudiar aquí, alrededor de todo esto: https://developers.google.com/search/docs/appearance/visual-elements-gallery?hl=es
¿De qué depende el aumento de tiempo en el que se carga o actualiza una web?