Cielo, te beso -y te regalo el lujo

Pública

El lujo como descaro y depredación. ¿Hay alguien, acaso, que dude de la gran insolencia que es el lujo? Esa falta de respeto no solo consentida, sino también aplaudida y secreta o francamente envidiada. Se derrama por encima de toda la tontería y lo impregna todo con un tufillo característico, voces que suenan tenues, marcas que brillan en el horizonte de lo trivial. Apresa y somete el cuerpo de la mujer y lo engalana con los minerales más escasos y bellos de los que se apodera con avidez impía, intentando contagiarle una belleza que sólo le pertenece a ella en tanto que joven y deseada porque irremediablemente la perderá -ya no servirá entonces. Se hace con «la cosa más mimada», la cosa exquisita entre las cosas, y la hace suya, como si el que la posee fuera exquisito -pobre desgraciao, más miserable que ningún otro.

El lujo que fagocita todo. Insaciable, tiene el movimiento del caballo del ajedrez. No para, como cualidad del miserable, de buscarse a sí mismo en el viaje, en el viaje al lugar remoto, en el viaje al lugar remoto que es la isla desierta, en el viaje al lugar remoto que es la isla desierta con la palmera anónima, en el viaje al lugar remoto que es el espacio exterior o el de la sensación futurista de la alta tecnología; todo siempre exterior porque, eterno insatisfecho, no quiere nada de lo de dentro, lo de dentro le recuerda demasiado a sí mismo. Siempre quiere más, más, más, voraz, a dentelladas, monstruoso, prepotente y despreciable.

El «mercado del lujo» es su esencia porque el lujo, ante todo, es un despliegue del vacío que es él mismo, y su principal característica es lo que vale. Como que valen una fortuna. El mercado del lujo es el mercado de la carne recién matada y colgada de un gancho que gotea sangre: tu sangre y la mía. Los márgenes de ganancia son ese líquido sanguinolento reconvertido a diamantes y oro y yates y masajes. El desgraciao del lujo no está iluminado por la gracia (el iluminado por la gracia no se centra en el lujo), nació seguramente en mitad de esos puestos de mercadería y no puede escapar; toda su vida huele a descomposición, y tiene que huir de ella y no sabe como, es una pesadilla, anda y anda y siempre está en el mismo sitio. Qué pena de imaginación arrasada por los estándares del lujo jerárquicamente organizados. El centro comercial de esta ciudad que imita el de la siguiente que es imitación, a su vez, de aquel otro, el original: así con todo.

El desgraciao del lujo ha perdido del todo la noción del valor. Vive en el tendal, lo han apaleado y convertido en alfombra, la alfombra del lujo, y lo han colgado con una pinza en el tendal. Ahí tiene que estar siempre, aireándose. No somos nosotros los de los selfies, no: nosotros sólo tanteamos el terreno con el espejo. Los del selfie son los desgraciaos del lujo porque ellos no usan espejo sino que habitan el espejismo. Nosotros trabajamos, qué remedio, ordenamos los días y las noches con el ritmo universal de todos, qué remedio, descansamos sin espejos y dormimos a pierna suelta. El desgraciao del lujo, no. El desgraciao del lujo esta construyéndolo en cada cosa y cada momento de su lujoso hacer.

[Dibujo: aplastar como por una apisonadora un ramo de flores, un yate, un chalet, un perfume; convertirlos en cuadrángulos; colgarlos con pinzas de una cuerda de la ropa. Arriba escribir: «Airear los espejismos del lujo» como título, y «no hace falta que sea públicamente, puede ser un despliegue en privado».]

Y, entre todos sus «haceres», destaca su «hacer ético», un hacer, una vez más, de auténtico desgraciao. Porque su ética es de todo menos lujosa: es restringida, pequeñísima, más estrecha que los cuartuchos que alquila y con los que se lucra.  Se restringe a unas pocas personas, los que mantienen con él relaciones de filiación. Se amplía un poco a los que mantienen relaciones de afinidad. El resto, bazofia. De modo que el desgraciao vive, el pobre desgraciao, en medio de la bazofia: no es extraño que constantemente quiera o bien huir o bien construirse espejismos. No es extraño que quiera rodearse exclusivamente de lo exclusivo, ya que el aroma de lo demás huele en su nariz a lo peor.

Y en esa esfera miserablemente roñosa de su eticidad, su hacer ético es como el de quien rellena, por primera vez en su vida, un cuaderno de palotes: toma, daca. Toma, daca. Toma, daca. ¡Y todo tan previsible! En su toma daca entra la mujer cuya propiedad ostenta, toma, daca. Y la ilumina con el lujo de su lujo: joyas, células madre, pieles, whatever. ¡Que brille como una luz a su lado!

– Cielo.
– Dime
– Te regalo el lujo

«El lujo», en realidad, es un constructo bizarro que no tiene precio. Desgraciao, miserable, Trimalción ahíto de un banquete  elemental de vida en el que no le sacas gusto a nada.  Déjanos en paz de lujos, mercados de lujo, rituales de lujo, joyas,  poses,  tomas y dacas.  Hay una señal decisiva aquí: tu vida rodeada de diseño extendiéndose en lugares paradisíacos es fea. Apesta. Es feísima. La suma de tus bellas partes es un todo grotesco. Las obras de arte que van de la subasta a tus manos se descafeínan; tus mujeres se deforman con tanto botox; tus yates y viajes espaciales se devalúan cada día que aparece otro último modelo de yate o de viaje espacial; nunca llegas a tener el último objeto técnico que sale al mercado; todo tú eres un pringue que cae de la cuerda de la ropa sin consistencia alguna…

Ahora bien: entre todos, si hay algunos que deben permanecer en el lujo, esos deben ser, exclusivamente, reyes y nobles. Porque el lujo está en su propia definición. No veo en su lujo lo que veo en el lujo de los demás (ese carácter forzado) porque ellos mismos, en sí mismos, son un lujo, algo innecesario, algo sobrante. Porque el rizar el rizo del lujo es el sentido de unas vidas que no son siquiera negocios de toma y daca, sino que les vienen dadas, cuya esencia es, precisamente, como la del lujo:  la pura apariencia sin nada detrás más que las huellas formales de un pasado que murió en la Revolución Francesa.

Bischofberger U (2025) Desde esta página web troceada 450 millones de dólares os contemplan.
(Por lo demás, francamente profesores, no me quedo muda al mirar eso. Más me llama la atención el color de ojos y me gustaría saber la historia del cuadro. Imagino que a Leonardo le llamó la atención el color de esos ojos.)

Obras de arte de lujo del siglo XXI
(todas ellas, esencialmente «lujo»)

2003 «Adán y Eva» de Fernando Botero, que se vendió por aproximadamente 2,9 millones de dólares
2004 Pablo Picasso Garçon à la Pipe se vendió por aproximadamente 104 millones de dólares
2005 «Retrato del Dr. Gachet» de Van Gogh por 82,5 millones de dólares
2005 «Mujer con un reloj» de Picasso por 16,2 millones de dólares en ese mismo año
2006 Willem de Kooning «Woman III» 137.5 millones de dólares
2006 «El Retrato de Adele Bloch-Bauer I» de Gustav Klimt, 135-136 millones de dólares
2006 Una obra de Jackson Pollock (cuyo nombre específico no se menciona en las fuentes) por 140 millones de dólares
2007 «Estudio de Inocencio X» de Francis Bacon  52,7 millones de dólares.
2008 «Tríptico, 1976» de Francis Bacon, que alcanzó los 86 millones de dólares
2009 «Les coucous, tapis bleu et rose» de Henri Matisse por 46.4 millones de dólares
2009 «200 One Dollar Bills» de Andy Warhol por 43.8 millones de dólares.
2010 «Le Palais Bourbon»: de Claude Monet: vendido por 10,2 millones de dólares.
2010″Jena de Mezzotinta»: de Picasso: vendido por  7,2 millones de dólares.
2011 La mesa de los jugadores de Paul Cézanne por 250 millones de dólares
2013 «Tres estudios de Lucian Freud» de Francis Bacon por 142,4 millones de dólares, un récord en ese momento. Otra venta relevante fue el 2013 «El sueño» de Pablo Picasso por 179,4 millones de dólares.
2014 «Nº6 (Violet, Green and Red)» de Mark Rothko por 180 millones de euros
2015  ¿Cuándo te casarás? de Paul Gauguin por  300 millones de dólares
2015 Interchange de Willem de Kooning por unos 300 millones de dólares
2016 Las mujeres de Argel de Picasso por 179,3 millones de dólares
2017 Hombre apuntando de Alberto Giacometti por 126,6 millones de dólares
2025 Bischofberger U (2025) «Desde esta página web troceada 450 millones de dólares os contemplan», precio de salida 451 millones de dólares, sólo un milloncejo más… sin comprador por el momento. Si alguien se decide, a empezar a pujar, por favor, póngase en contacto con mi universidad, ya que la obra está en su Folio. Nota: yo tengo los ojos, también, color caramelo, como el de Da Vinci… Y además soy buenísima persona, me ha dicho siempre la gente… Y tengo el récord de «polvo»… Aparte, ¡hago obras como churros! Y bueno, aunque no soy una ONGRG (Organización No Gubernamental de Residuo Gubernamental, como Nobles y Reyes -con perdón-), soy una Sociedad Anónima Llamada Yo (SALLY) que, total, es algo rarísimo también. Todo esto lo digo a modo de marketing. Gracias y disculpen las molestias. 

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