
Derecho de abajo arriba.
El derecho fundamental a la fuente de chorros para el calor estival.
– Pero bueno, ¿no abren la fuente por las tardes? ¡Tenemos derecho a que el Ayuntamiento abra la fuente por las tardes! ¡Que para eso estamos pagando los impuestos! ¡Culpa de los políticos!
Pues va a ser que no, querido señor protestón. No se me sulfure usted. La apertura de las fuentes de chorros para huir del calor estival no es un derecho fundamental. Ni siquiera es un derecho.
Un presupuesto que cambia
– Bueno, ahora que le he empezado a hacer esta intervención médica le comento… Va a ser bastante más de lo que había previsto.
– Pues mire: muy honorable doctor es usted, pero no me puede modificar un presupuesto médico a mitad de un proceso, lo siento, doctor… Me atengo sólo al primer presupuesto. Y se lo he preguntado a la IA y me ha dado la razón, oiga usted.
Una habitación de tres segundos
¿Cuáles son las condiciones mínimas de habitabilidad? ¿Qué tiene que ver esto con los derechos? ¿Qué garantías hay para esto? ¿Cómo afecta a mi salud física y mental? ¿Puedo protestar? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Hay derecho a todo esto?
Para responder a preguntas tan poco artísticas, tan pedestres, tan de todos los días, me pongo a estudiar derecho de abajo arriba. Porque he rellenado, a lo largo de mi vida, decenas de reclamaciones sólo para informar, la mayoría no las he presentado en consumo. Algunas han tenido profundo eco (como la que hice en el Banco Santander a propósito de la firma que autorizara algo de las tarjetas que ya ni recuerdo) mientras otras han sido ignoradas. Reclamación en Bankia, porque me adjudicaron en el Banco de España el aval de una hipoteca entera, cuando yo solo avalaba según la escritura el cuarenta por cien (en esto, no encontré abogado que me defendiera). Reclamaciones que tocaban derechos fundamentales (como la que hice en Carrefour referida a las peleas racistas entre clientes y la selección del personal por nacionalidades). Reclamaciones de abusos terribles (como la que le hice a Redpiso con motivo de una comisión de once mil euros que se querían llevar por una operación inmobiliaria de la que desistí, por lo que la multa fue enorme). Reclamaciones por trabajos pésimamente gestionados, como en Securitas Direct. Reclamaciones por cosas que he visto en defensa de minorías, como la que presenté en Día por un empleado, inmigrante, que maltrató cruelmente a un hombre en exclusión que iba a robar una lata. Reclamaciones grandes y pequeñas. Reclamaciones dentro de mi trabajo, al Defensor del Pueblo, por racismo de una institución. Reclamaciones al supermercado, por vender salmón en mal estado o yo qué sé… Reclamaciones siempre basándome en ¡no hay derecho! y ¡no puede ser! Y en una ira que me sale sola y que, ay de mí, no puedo controlar muchas veces, y se desparrama como la salsa de tomate en las malas películas, ira de la que termino salpicada. ¡Estúpida de mí! Me iré al infierno con todos los intelectuales que cita mi profesor que están allí. Jejeje.
Estúpida, pero con una vocación muy loable (en rojo aquí abajo): resistir frente a los poderosos, ser autónoma (emancipada), ennoblecerme (cuando me han tratado como si fuera una alfombra), compromiso social (tantas veces que he reclamado con los hechos consumados, sólo por «los que vendrán»), y, en resumen, dar respuesta a una exigencia civilizatoria.

Derecho de arriba abajo
Y en azul aparece lo bonito tuyo y mío, defensor de los derechos. El compromiso y la formación humanista. La vocación emancipadora y universalista de la defensa de los derechos. La defensa de los derechos encaminada, de forma realista, a la creación de sociedades justas y libres. ¡Su carácter de Religión de la Humanidad! Por todo ello, también necesito estudiar derecho de arriba abajo. Porque, como algodón dulce, se me deshizo el dogma religioso, se me deshacen las lecturas filosóficas, se deshacen por supuesto las concepciones del mundo pseudocientíficas y mágicas, me deshago yo misma y me espachurro incluso en mi habitación de tres segundos… Todo se tambalea en la Era Digital, pero queda alto y erguido ese marco básico de interacción humana que es el derecho.
Y, para irlo leyendo paralelamente, me he comprado el libro de Víctor M. Sánchez (2012) Derecho Internacional Público, editorial Huygens, Colección Alex Académica. En la página uno, define así el derecho: el derecho es una técnica de ordenación de las conductas humanas.
Bischofberger U (2025) Derecho: técnica de ordenación de las conductas humanas (Diagrama)
He dibujado un amasijo de seres humanos enredados que, procesados por el derecho, se organizan. Se ponen de pie. Todos se sitúan en igualdad de condiciones, con la cabeza arriba. Dibujo el derecho ideal, el que consiguiera que, de verdad, se diera esa igualdad. Yo no sé aún cómo le llamarán en derecho al derecho que aún no ha nacido, ¿derecho utópico? Pero nace gracias a los políticos, mientras hay otros políticos que, al reves: actúan castrando el derecho.

Y éste es el segundo dibujo que he hecho del capítulo de Víctor M. Sánchez Individuo, humanidad y sociedad internacional en el libro mencionado, capítulo que estudiaré a fondo esta semana.
He dibujado las ideas como una nube, porque su carácter de nube es inaprehensible para las propias IAs. En el fondo, son nubes sutiles, interconectadas, difusas. No creo para nada que su reino sea «lo claro y distinto» ni siquiera en matemáticas. De ellas se destilan, como se ve en el dibujo, esos remolinos que llegan a un pentagrama. El pentagrama representa el orden, la organización. Las ideas reciben una concreción político jurídica que es como la música, reglada, ordenada. Esa concreción es el derecho: ahí sí, lo que es es y lo que no es no es.
Mis primeros palotes
Estos son mis primeros palotes en derecho. Pero voy a avanzar muchísimo. ¡Derecho, te lo mereces! ¡Eres uno de los grandes bienes inmateriales de la humanidad! ¡Te queremos, derecho! ¡Os queremos para siempre con nosotros, derechos!

Subtítulo: la fuerza no es razón, la razón es el derecho.
El derecho es ciencia, disciplina y arte.