Pública Como decíamos ayer, yo y yo vivimos en un permanente estado de excepción. Mayestático, pero de excepción. O tal vez de excepción por ser mayestático… En definitiva, nos vemos obligadas a resignificar todos los términos de nuestro mundo (pequeño, pero autoritario) de modo que se posibilite su significación. Así, en nuestro pequeño mundo el positivismo deja de mencionarse como «positivismo estricto«, lo que suena a positivismo lleno de nudos a modo de paquete constreñido. Incluso deja de decirse como «positivismo corregido«, lo que nos suena a tachón, para llamarse «positivismo feliz».

¿En qué consiste el «positivismo feliz»? Como todo lo feliz, es fácil, al menos fenoménicamente. Consiste en que, por ejemplo, llegas al mercado central y quieres ordenarlo. Entonces coges todas las peras, las de todos los puestos, las de todos los tamaños, las de todos los tipos, y las metes en un gran cajón. O una gran cesta. Haces lo mismo con las manzanas, con las lechugas, con los ajos… y así. Al final, el mercado está ordenado. ¡Bien por el positivismo bien, bien-bien-bien-bien-bieeeeen! Hay una segunda versión del positivismo feliz: consiste en que eres aún más mejor, podríamos decir (sabemos que «más mejor» no es una expresión habitual en nuestro repertorio idiomático, pero no nos importa). Entonces, en vez de clasificar en peras, manzanas etc. clasificamos en «frutas», «hortalizas» etc. Así, pasamos de la cesta al almacén.
Yo personalmente me imagino la habitación de las peras como si la viera, para eso soy artista visual. Abres la puerta de ese almacén y es como abrir el cajón de los calcetines: se te atasca, se te salen, en este caso se te caen encima. Es impactante, porque muchas, qué duda cabe, serán peras de agua, con lo cual es como si al abrir el almacén positivista feliz de las peras te cayera encima el riego de una manguera… Bueno, para no extender mucho esta argumentación convertida en pesadilla, diremos que al final del camino está el almacén del «Ser», que en el fondo es feliz también, que es todo el mercado como cubo blanco en el que se meten a saco todas las cosas, incluidos los mercaderes…

Pero saliendo de ahí y continuando con nuestra majestuosa racionalidad mayestática, lo único que queremos subrayar hoy es el estatuto de honradez dudosa de nuestro saber, que, ya hace tiempo, conmemoramos en unas publicaciones que pensábamos realizar semanalmente, pero que al final sólo realizamos durante tres semanas, de modo que, de ser publicaciones, pasaron a ser trilogía. Llamamos a esa trilogía «Sin más», y a la obra a la que nos vamos a referir «Uña forense». En esta publicación ungueal se retrataba el estatuto de honradez dudosa del saber con un homenaje a su gran maestro.

Desde la campiña del positivismo, ya sea estricto o un poco flexible, ya sea corregido éticamente, socialmente o a gusto del mercado o puro-puro, queremos, en este inocente post, hacer una reivindicación de la duda. Y, para ello, nos presentamos en portada levantando la mano desde nuestra tumba (que, debido a nuestro carácter mayestático, se ha convertido en una tumba plural o fosa común de mayestades) porque tenemos una duda. En esta obra de arte en secuencia, podeis ver, ¡oh plebe! (ya que, plebe, sois la interlocución nuestra aunque la RAE no lo declare con la honestidad que requeriría una raeleza lingüística como ella) cómo levantamos la mano y nos incorporamos, resucitando cual Lázaro en cuanto se nos soluciona la duda.
¿Por qué la duda, plebe? Pues, plebeyos, nosotros dudamos cuando encajamos lo que aprendemos con lo previo, lo que aprendemos con lo que vemos, lo que aprendemos con lo que nos gustaría que fuera, el saber académico con el popular y, en definitiva, hacemos un mix en la thermomix intelectual que implica dudas y dudas y más dudas surgiendo como pompas de jabón en perspectiva higiénica o como gases intestinales que pugnan por salir de sus tuberías cárnicas en perspectiva médica, dudas grandes, dudas pequeñas, dudas absurdas, dudas vestidas de academicismo y dudas tan desnudas que parecen una broma. Lo que no hacemos es limitarnos a mezclar el saber con el propio saber del sistema que se aprende, de modo que todo quede en nada y que aceptemos, de entrada, que existe la cesta de las peras. En esa confrontación rasposa, resbalosa, gustosa y siempre rica (el incómodo diálogo socrático en el fondo y sin duda), las dudas, como raspas, como goteras, como chorreones, caen a montones. Por tanto, juramos que no es por fastidiar por lo que dudamos, aunque ya no dudaremos más, para no saturar a quienes, sin lugar a duda, no dudan. Lo hemos jurado, hemos aprendido todas las lecciones y nos adaptamos al statu quo de los cajones. (No hacemos esta representación gráfica porque la haremos cuando retomemos Snap!).
Nota: en cursiva las palabras legales. Todas las demás son artísticas, salvo la de «cubo blanco», que es more geometrico demonstrata.

Se caracteriza por su falta de compromiso real. La mayoría de las veces, no es que no quiera o no entienda, es que no le dejan. Pero hay que seguir y seguir.
Tarea pendiente.
– La creatividad no existe, es sólo compromiso, compromiso y compromiso, crear en el tablero de juego o crear en proyecto para el tablero de juego.
– Historia del derecho: mapa referentes y completar
– Poner en minúsculas «derecho» donde está mal
– Resumen capítulo «derechos», de Campoy
– Capítulo Víctor M. Sánchez (primero, sobre Ciceron etc.)
– Repasar Snap!
(Querida UOC, cuánto te añoro; un beso de tu carne llamada Úrsula.)
Bischofberger U (2025) El poder del mix (Secuencia de fotos de la artista en camisón).
Texto curatorial de El poder del mix.
Secuencia de fotos que juega con varias metáforas: la primera, compara el proceso de despertarse (pasar del sueño a la vigilia) con la resurrección, y asocia con el concepto cristiano de «resurrección de la carne» para autodenominarse carne. La segunda, compara el proceso de cocinado (pasar de la carne al canelón) con el proceso de resolución de una duda en un entorno académico (en el que, como se retrata en la secuencia, se suceden los momentos de levantar la mano, ser oído, ser atendido, ser respondido etc). Y, por último, toda la secuencia es una metáfora referida a cómo el conocimiento no es algo puramente cognitivo, sino que involucra al ser entero. La autora sostiene que, como ocurre con una receta de cocina, cuanto mayor sea el «mix», que es precisamente lo más opuesto al positivismo, más rico (en su acepción española, de riqueza y sabor a la vez) será el resultado. En conclusión: el poder del mix es una legitimación del trabajo de la propia autora como artista en permanente investigación artística, mezclando contextos, niveles de lenguaje, disciplinas etc. etc.Las fotos son de la propia autora en su nueva residencia provisional getafense. Existe continuidad con su obra videográfica «artista en pijama», con su interés genuino por la epistemología, con sus estudios actuales de los fundamentos del derecho (ya que esta cuestión es clave en el derecho), con su propia vida y sus estudios en la ESHT, donde estudió un semestre y con su post «silencio en las aulas», en el que se aborda desde la perspectiva de la docencia en los niveles universitarios el tema de la derechización de la sociedad unida a la ausencia de discrepancia, de diálogo o de «dudas» (que, en el fondo, es lo mismo).
Este es un espacio de trabajo personal de un/a estudiante de la Universitat Oberta de Catalunya. Cualquier contenido publicado en este espacio es responsabilidad de su autor/a.