Hojas uno: verdes. Serie: hojas

Pública

19/11/2025

Espacio y luz

Cogí el blanco y el negro, entrecerré los ojos y manché. En cada una de esas áreas, cuando lo trabaje, dejaré un área blanca y otra negra

Carácter imprescindible de un espacio para el pintor. Es caro pero imprescindible. El arte es caro, carísima la preparación en arte digital (acabo de renunciar a una formación por ese motivo, y porque Adobe te obliga de forma dictatorial a suscripciones anuales). Estoy barajando estudios.
Carácter imprescindible de la luz natural. ¡Imprescindible! ¡Imposible pintar color sin luz natural! O, al menos, en nuestra línea occidental desde el siglo XIX. Por eso es brillante el arte en el sur de España. Por eso en sitios sombríos las técnicas cambian tanto. Ahora lo entiendo. Y quiero luz y luz, y sólo pintaré si amanece con sol como hoy, incluso si pinto a partir de foto es imprescindible la luz.

Es absurdo no servirse de los Nuevos Medios que tenemos -y el momento insustituible

No es «hacer trampa» servirse para pintar del conocimiento del color que ahora es tan avanzado, ni de los medios que ofrece el móvil. ¡En absoluto es hacer trampa! Es imprescindible, y es lo que voy a hacer en todo lo que se me ocurra dentro de mi escaso conocimiento de lo digital. Pero el momento de la mezcla de la sustancia material que es el óleo y de su aplicación con el pincel -ese momento es insustituible. Porque ahí la decisión deja de ser lógica para convertirse en analógica, el estado de conciencia es diferente.

 

Buscar la estructura

Una vez tuve hecho el «mapa de luz» del cuadro, de pronto, dejé de ver un desorden absoluto de hojas y vi cierta lógica de la luz. Entonces, de pronto, dejé de estar perdida entre tanta hoja, y fui capaz de localizar los palitos. Los pinté de un tono medio, de esos anaranjados o rosáceos (que hice añadiendo un poco de rojo a los verdes con blanco que ya tenía)

Ya por fin orientada en el cuadro, marco los palitos.

¡El óleo permite corregir!

Todo empezó a causa de la escasez. Porque, en la academia, llené la paleta de pintura pero, como casi no avancé, se hizo la hora. Y entonces, para aprovecharla y con la EXCELENTE noticia de que permite corregir, la eché como pude en la pintura, más o menos en los sitios donde iba a ir… Y me di cuenta de que dura y dura; de hecho, me di cuenta de que incluso podía mojar el pincel en ella (usar como paleta el propio cuadro).

Necesidad, también aquí, de conocer

Esta fue la primera tanda de fotos. Tenía claro el tema: descansar de significados, textura, máxima fidelidad al original. Pero me dio igual la existencia concreta de las hojas que fotografié. No me fijé en ellas. Ni siquiera le hice una foto a una hoja separada, lo que hubiera facilitado al máximo la pintura. Ahora reconstruyo, y creo recordar que son las hojas podadas de un seto, y por eso hay tanto palito. ¡Si me hubiera fijado! ¡Si hubiera analizado bien lo que estaba fotografiando! Pero «a lo hecho, pecho»; esto ya no tiene corrección, a partir de ahora cada vez que elija un motivo me lo estudiaré de arriba abajo.

Y vuelvo al espacio

Es una proeza hacerse pintor en un piso compartido, y voy a solucionar este asunto en cuanto pueda. Si aprendo a pintar, me haré digna del máster de Investigación artística de la Universidad de Barcelona, porque por ahora la Universidad de la Unión Europea, diseñada para restringir, diseñada para preparar, diseñada de modo propedéutico (propedéutica ¿para qué?), diseñada por tecnócratas, diseñada para el universo de los pocos, me ha considerado indigna de ser masterizada con un máster universitario. Por tanto, la retribuyo del mismo modo: la considero un poco indigna, según la descripción que acabo de hacer del Espacio que se creó en Bolonia, que por cierto no sé dónde está.   Pero conseguiré entrar en el Máster en Producción e Investigación Artística de la Universidad de Barcelona, que es mi siguiente objetivo. Porque aunque tenga que comer cocido todos los días, me alquilaré un estudio y me compraré una bata y pintaré y pintaré hasta aburrir.

Mi espacio a día de hoy

Conversación con Eduardo (Academia Peña, de Madrid)

Otra vez, casi lloré cuando estuve hablando con Eduardo del años 1979, en que, como entonces se podía, no iba a mi segundo curso de Psicología sino que sólo me dedicaba a estudiar por apuntes, y iba a la Plaza Mayor, a la Academia, a preparar el acceso a Bellas Artes (porque odiaba el Conductismo). Entonces, durante un mes, hice un carboncillo, en un formato más bien grande, del esqueleto de una cabra. Era yo muy joven, y me apené de pensar lo durísimo que lo he tenido todo. Me acordé de que también hacíamos copias de modelos vivos del cuerpo humano. En una ocasión, un chico que estaba en la clase me dibujó a mí dibujando. Todo eso hable con Eduardo. Hice un carboncillo que, en medidas, era perfecto: parecía una foto, pero se me fue la mano con los grises, y no hice suficiente contraste, entonces Eduardo me suspendió.

Esto, y los pocos ánimos que me daba mi madre (que lo que quería era que sacara mi carrera de Psicología) determinó que dejara de ir. Seguí faltando a la universidad, porque me fui con aquella pareja a New Haven, él me dijo que le dijera a mi madre que me diera la parte de pensión que me mandaba mi padre y así lo hice. Más pellas. Pero me llevé los libros, y fui la única de la clase, según me dijo el profesor de Etología, que, en el examen, hable de los rituales de ataque y defensa de ciertos peces. A este último profesor yo le gustaba, y era una buenísima persona; pero yo, como siempre, eligiendo mal (fatal) en esa área.

Cuando empecé el Grado en Artes y volví a la Academia Peña, me puse a llorar. Pero como artista, sin un anclaje en realidad ni en rutinas, mi vida hubiera sido una deriva sin agarraderas al final de la cual, con alta probabilidad, hubiera tenido problemas de lo que llaman «salud mental» y que yo llamaría «falta crónica de intersubjetividad real», que es una dolencia muy común entre artistas, en particular entre los formalistas. Pero, la verdad, la vida es durísima, la vida duele, pero el peor dolor es el de no saber dónde está el dolor.

Luces y sombras

Cuando Eduardo ha mirado mi cuadro, me ha dicho, más o menos, que el error era el mismo que en el esqueleto de cabra de 1979, cuarenta y seis años después. Y cuarenta y séis años después, retomo y corrijo. En el próximo, imprimiré y usaré una versión en blanco y negro desde el inicio.

Tareas pendientes.
Completar los primeros pasos de Hojas uno. 

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