
Esta obra se encuentra en la sala cinco de la exposición temporal Paolo Veronese (1528-1588), junto a otras de la última etapa de Veronese. Está pintada el año de su muerte. Pero empezamos con Martirio y última comunión de Santa Lucía, h. 1585.
Sala cinco
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Martirio y última comunión de Santa Lucía, h. 1585
Óleo sobre lienzo, 139,7 x 173,4 cm. Washington D. C., National Gallery of Art
La historia que nos cuenta nos queda muy lejana… Está defendiendo el catolicismo frente al protestantismo. Miro el cuadro y veo que sí, es de Veronese: muy bien dibujado, una composición compleja, los cuerpos en posiciones difíciles, las zonas que no son foco de atención están abocetadas, las telas reciben un tratamiento de lujo. Y es de la última etapa de Veronese: colores menos brillantes [aunque el cuadro, visto en el museo, brilla].
2. El milagro de San Pantaleón, h. 1588
Óleo sobre lienzo, 277 x 160 cm
Venecia, iglesia de San Pantaleón.

Es el último cuadro que hizo. La expresión de San Pantaleón recuerda al Greco, tuvo que ser la inspiración de sus figuras. Interpreto lo siguiente: justo antes de morir, porque muere en 1588, Veronese se olvida de sus juegos pictóricos formales y piensa en cuál será su destino. Se plantea seriamente si es un hereje, y de ahí el angelito vestido de negro, el trapo negro… Y ¿por qué es un hereje? Su inteligencia y su sensatez le han llevado a tener tanta confianza en el saber pagano como en la religión, y ahora, ante la inminencia de la muerte, se arrepiente. El niño al que atiende San Pantaleón es él mismo. No sabe qué le pasa, no sabe qué le está matando (veneno). No puede ser que muriera súbitamente de neumonía cuando veía venir su propia muerte. ¿De qué moriría? Ya no se recrea en las telas, ya no hay ningún área en la que juegue con interpretaciones ambiguas, ya no hay arquitecturas al fondo (sólo la sobria madera, la misma de la que es la cruz): Veronese renuncia al placer de ese mundo que tanto placer le ha dado y se olvida de formalismos. Está en la esencia. Mana lo mejor de sí, que se llevará el más espiritual de los seres que pintan: el Greco. La joya más delicadamente destilada de toda la exposición es esa pequeña pintura de la sala seis, que, contrariamente a Veronese, transcurre fuera de la realidad… Que tiene un marco que la realza, que da todo su sentido a esa luz que no es pictórica, sino que el Greco se la cree; luz que cae a raudales; luz sentida.
Nota: creo que habría que fotografiar este cuadro con esa otra joya que es su marco, que enaltece el carácter aislado de la realidad de la escena, que le da ese brillo dorado que le falta al privarla de él, que es en sí mismo una obra de arte; ambos, componen una auténtica joya a la altura prístina de Fra Angelico (1426) La anunciación (162 x 191), en su versión deslumbrantemente restaurada. Una joya de elevación de espíritu puro, en este caso.
3. Cristo en el huerto de los olivos, h. 1582-83.
Óleo sobre lienzo, 81.8 x 106,5 cm.
Milán, Pinacoteca di Brera.
De entre todas las interpretaciones de esta escena por tantos y tantos pintores, el huerto de los olivos de Veronese es, sin duda, el más sutil en su humanidad, el más humano con diferencia. Genuinamente suyo, sin duda alguna. Genuinamente sentido. Genuinamente devoto también. De espaldas, por una vez, respecto a los hombres, pero de una humanidad tan grande que conmueve en lo más hondo.
(Nota: he tenido que recortar y pegar el cuadro por fragmentos, no lo encontraba entero en ningún sitio, se ven los recortes. En el museo, alrededor de la cabeza de Jesús hay una especie de plumas blancas, como si estuviera torpemente restaurado, no se entiende lo que son.)
No se puede separar la mirada de la cabeza rendida. Emociona su impotencia, su fragilidad. Aquí, de verdad, cuelga como si estuviera muerto.
Angustia de Veronese. DUDA: ¿De verdad eran encargos prefijados? ¿No orientaría él las demandas para elegir los temas? Parece que los ha elegido él, todos los de esta sala son angustiosos… El tratamiento del tema, cien veces tratado, es tan sobrio como humano. De los más sobrios. De los más humanos. Tampoco se recrea aquí con formalismos ni con juegos…
Está, a la izquierda, la gracia espiritual de los ojos del ángel (que, aún así, tiene esas alas tan de plumas y tan robustas, demasiado pariente de los pájaros) y la luz, que aquí tiene entidad propia… Y, por otro lado, está la humanidad a la derecha turbia, sólo esbozada, confusa, medio dormida. Aparece la naturaleza, la gran ausente de todas esas representaciones ciudadanas del lujo que recorren su vida. Luz que ilumina, también y mucho, un tronco de árbol, y equilibra la composición.
Pero lo que destaca es la protección tan próxima del ángel, la pierna que transcurre paralela al brazo, la mano y la rodilla del ángel que sujetan a Jesús de la axila. Tanta intimidad es humana, es lo que le da, también, esa humanidad a la escena. Pero en ella los otros, esos otros que protagonizaron en exceso (parece decir Veronese, al representar lejanos y borrosos esos cuerpos que han sido protagonistas de toda su obra y toda su vida), esos otros que le han arrastrado no están. No estarán. Estarán solos Dios y él. Por primera vez en su vida, no va a tener suerte, porque la suerte está echada; mejor dicho, la muerte no es suerte sino destino. «Aparta de mí este cáliz», dice el humano Veronese, pero no puede ser. Esta vez no hay escapatoria.
Angel abrazando a un dios que no tiene fuerzas, por Veronese.
Puede ser que él mismo se sintiera ese dios sin fuerzas…
…y recibiera este tierno abrazo.
4. La visión de Santa Elena, h. 1580
Óleo obre lienzo, 166 x 134 cm
Ciudad del Vaticano, Musei Vaticani.

No parece del último Veronés, sino de antes. Perfecto, suntuoso, equilibrado, burlón por el angelito. Será Santa Elena si Veronese lo dice, pero es, de verdad, una persona echándose un sueñecito. Hay algo en la expresión de sus párpados (porque no todos los párpados cerrados son iguales) que lo dice; y el gesto de las manos sujetando la cabeza, medio presentes y medio idas; hay muchísima verdad en ese «sueñecito». Y en mi opinión hay irreverencia en las nalgas del querubín junto a la cruz: redondo, turgente, presente, ignorado en los textos curatoriales, mundano y ¿cómo les iba a gustar a los inquisidores? (Sólo hacía siete años que había sido interrogado por la inquisición.)
5. San Antonio predicando a los peces. h. 1580
Óleo sobre lienzo, 104 x 150 cm.
Roma, Galleria Borghese.
De pronto, hay un cambio de aires absoluto. Estamos en el exterior, hay unas olas pintadas que parecen de un dibujo japonés, esquemáticas, curiosas. Y el protagonismo lo tienen esas manchas blancas que son los peces… y esas gentes con turbantes que, ¡pobres de ellos!, no escuchan. ¡Hay que ver, hay que ver! Por eso, San Antonio tiene que hablarles a los otros descerebrados, a los peces, que mira cómo se aproximan a él…
Y todavía quedan fuerzas para hacer este boceto,
que podría haber sido un cuadro varios siglos después…
…y para pintar esta flor en el corazón del Santo.
6. El buen samaritano, h. 1582-86
Óleo sobre lienzo, 167,5 x 253 cem
colecciones de arte estatales de Dresde,
galería de pintura de antiguos maestros.
La parábola del buen samaritano narra la historia de un hombre que es asaltado, golpeado y dejado medio muerto en el camino. Un sacerdote y un levita pasan de largo sin ayudarlo, pero un samaritano, considerado un «enemigo» por los judíos, se compadece de él, lo cura, lo lleva a una posada y paga por su cuidado. Jesús utiliza esta historia para enseñar que el prójimo es aquel que muestra compasión y ayuda a los necesitados, sin importar su origen o religión. Resumen IA.
EL PAISAJE NO ES DE VERONESE.
Nota: lo tengo que compartir desde el catálogo de la exposición porque en el museo estatal lo tienen con copyright y sin actualizar la foto (muy oscura).
Este tema es recurrente en el pintor, puede ser que debido a dos cosas: a su calidad humana (que se demuestra, también, en su gran simpatía hacia los animales; como este borriquillo que aparece cortado y como este perro) y debido, seguramente también, a su escepticismo respecto a la parte dogmática y recalcitrante de la Santa Iglesia Católica. Las heridas no aparecen representadas con maestría, son como las olas del cuadro anterior, aparecen un poco forzadas.
Dicen que el paisaje lo hizo otro pintor, personalmente vi figuras animales en el paisaje, puede que sean bromas también.
Sean suyas o no estas figuritas, son figuritas de ensoñación en paisajes neblinosos de duermevela. Estos pintores, compelidos a pintar escenas religiosas y alegóricas, ¿qué hubieran hecho si hubieran estado en otros contextos? ¡Qué grandes hubieran sido, también!
7. Judith y Holofernes, h. 1580
Óleo sobre lienzo, 195 x 176 cm
Génova, Musei di Strada Nuova
Lo que más me llamó la atención: el tocado de Judith. Pero en este cuadro hay muchas cosas que no entiendo. Tampoco me gusta la delicadeza con que Judith sostiene la cabeza cortada, ni el gesto de la criada, ni la expresión de Judith.
8. Moisés y la zarza ardiente, h. 1560-65. Óleo sobre lienzo, 141 x 226 cm. Dirección Regional de Museos Nacionales de Toscana, Villas Florentinas y Residencias Monumentales, Villa Medicea de Poggio a Caiano, inv. 1911 Poggio a Caiano
Archivos disponibles en la web
He tenido que fotografiar por separado desde el catálogo esta obra, porque no está en ningún lugar de Internet en buena resolución, la que está en Wikipedia está fotografiada con muchos brillos. Estas son la reproducción y el texto que tienen disponibles allí en Italia. La reproducción la he comentado.
Aspectos que no se entienden
También hay cosas que no entiendo en esta obra, pero no referidas a la propia obra, sino a cómo está siendo considerada en el presente.
1. Está incluida en el Veronese tardío ¡y es de 1565!
2. En italia se dice que es «atribuída» a Veronese, pero no se afirma que sea de Veronese.
3. ¿Es posible que Veronese en su madurez hiciera esta obra? He visto, en un eje cronológico que me he hecho para poder ver a Veronese, que la hambruna de Venecia fue por esas fechas. A lo mejor vio cosas terribles y se puso en la situación de pintar este cuadro… En caso contrario, no lo entiendo de momento.
Descripción que hago con palabras sueltas
Disgregación. Ruptura de la convención. Libertad. Fantasía. Zarza ardiendo. Vaca retorcida agonizante. Tela convertida en cráneo. Ruinas pobladas por la maleza. Perro que le acompaña. Luz amarilla y angustiosa. Dios calvo. Un angel con alas de ave material. Tres figuras que pasan pensativas. Un fondo de pesadilla. (Estas son interpretaciones de elementos ambiguos, y están señaladas en el archivo anterior.)
Dice el texto curatorial que aquí Moisés tiene los pies sucios, pero yo creo que no están tan sucios. Dice que pertenece al último Veronese por «su desequilibrio compositivo y su pathos dramático», pero no entiendo cómo puede pertenecer al «último Veronese» una obra que en 1965 ya existía, cuando Veronese tenía 37 años y estaba en otro lugar personal, no me parece que sea de Veronese ese cielo tan conseguido ni lo poco abocetado que está el fondo, aunque sí le veo rasgos de Veronese:
- El complacerse en la ambigüedad
- El perro junto a la persona
- La fuerza de toda la imagen, aunque no es propia de él la desesperación
- El acabado realista de las alas del ángel
- Los personajes pequeños meditabundos en el fondo
- El peso a un lado de la escena, y al fondo el ambiente.
En todo caso, entre todas, ha sido la obra que me ha conmovido más.
Reflexión final
Nada más entrar en la sala, se dice que la sensibilidad actual «no se siente atraída por una vida sin escándalos». Pero esta exposición ha conseguido lo contrario: creo que nadie que la haya visto puede decir que no se siente atraído por Veronese, pese a la falta de escándalos en su vida. Y creo también que, en realidad, Veronese debió de ser un potencialmente escandaloso (pero discreto y protegido) hereje en el fondo, una persona nada dogmática, muy humana, que burlaba en sus cuadros la prescripciones, que se sentía próximo a los que no habían tenido su suerte del mismo modo que se sentía próximo a las mujeres, a los animales y a todo lo vivo, que gozaba de sus sentidos con libertad y alegría. Y no sólo eso: un talento precoz, una inteligencia brillante y eficaz, una imaginación desbordante y un sentido práctico excepcional. Todo esto junto. Un ser que, efectivamente, no produjo escándalos al recorrer el mundo porque no tenía un perfil en sierra, sino que estaba dotado para absolutamente todo. Un ser que se podía permitir ser un hereje porque, aún siéndolo, no provocaba escándalo, sino sólo gozo y conocimiento.
Paolo, Paolo Cagliari Veronese: te estudiaré, pero ya hoy te quedas para siempre conmigo.
Paolo Veronese 1528-1588 (español), 23 x 28,5 cm. 456 páginas. Francesca Trivellato, Ana González Mozo, Michel Hochmann o Deborah Howard. Catálogo publicado con motivo de la exposición Paolo Veronese (1528-1588), celebrada en el Museo del Prado, 27 /5 a 21/9 de 2025 ISBN: 978-84-8480-638-7
En este libro está lo que me tengo que estudiar, y en esta entrada lo que me ha llegado de ti, Veronese, mi nuevo amor.