
Talento y morralla. He tenido la suerte de crecer en el territorio abrupto pero limpio de la virtualidad universitaria, alejada del hastío de las aulas universitarias presenciales, en las que, junto al talento y en los propios seres que lo poseen, hibridada en ellos mismos, crece la morralla de forma indistinguible. Guardo, en un lugar privilegiado de mi memoria, la historia de esta niña de veintipocos años, estudiante presencial de Historia del Arte, que pasaba unas cuatro horas diarias, en sus palabras, en TikTok, y carecía de herramientas para analizar su experiencia estética virtual.
¡Por supuesto que es una experiencia estética mirar TikTok! Puede que experiencia kitsch, pero experiencia estética al fin…
Sacrificio iniciático vano. Mi referente en los estudios de Historia del Arte fue una alumna que jamás hablaba de arte: no estaba autorizada. La desautorizaba el peso enorme de la autoridad que se cernía sobre ella. No quiso, ni siquiera, contarme en un cuarto de hora sus impresiones de estos estudios. Sus expectativas de trabajar con estos estudios eran nulas. Su sacrificio iniciático (haberse apartado de su lugar de origen y de su familia varios años, vivir en un área culturalmente muy distinta, compartir piso) había sido en vano, y esta experiencia le dejó una huella fatal e imborrable de decepción, de distancia insalvable. Empezó la carrera porque tenía capacidades artísticas, que, por supuesto, se agostaron en este camino. Iba a ser (no quería, pero estaba predestinada a ser) profesora. ¡Oh, cantera antivocacional del profesorado!
Las instituciones y la docencia: diagrama. Tan cruentas son las luchas, tan poco dialógicas, tan ciegas, que los referentes no surgen de las ideas: los referentes surgen de las intersecciones de las áreas de influencia de las instituciones. De ellos se nos obliga a beber a los alumnos, como si nosotros tuviéramos algo que ver con las historias de poder…
Las pérdidas. Las pérdidas intelectuales son cuantiosas. Las pérdidas humanas, incalculables.
El compi del olfato político. En otro contexto (porque, chicos, profes, compis, toco muchísimos contextos aquí donde me veis) me encuentro a otro compi. Él, estudiante en otros países. Él, mejor acomodado no sólo económicamente, también mejor acomodado en las geografías de las redes. Él me aconseja que lleve claro el Trabajo Fin de Máster. Su preparación es más táctica que vocacional. Llegará lejos. Triunfará, se le oirá, no quedará en un rincón perdido como, a este paso, quedará yo, araña de mi obra Casitas para la araña.
¡Y yo que me metía con las ESAD! ¡Si el campo de batalla es una realidad fractal, y tiene un tamaño descomunal! Qué injusta, qué visión tan parcial, qué poca perspectiva, qué mal yo, qué torpe soy Dios del Cielo. Pido perdón humildemente a las ESAD, y yo no sabía que estabais metidas en campos de batalla tan terribles. PERDÓN profesores; perdón, sobre todo, profesores valientes y aguerridos de las ESAD españolas.
El espacio ninguneado. Falta, falta en el panorama el espacio virtual, que es casi, hoy por hoy, el más real.
El peso de la autoridad. También en las humanidades va prevaleciendo, cada vez más, la pura retentiva y el puro razonamiento abstracto limpio, lavados ambos de cualquier otra interferencia. Como el mundo del arte está aún limpio de polvo y paja y listo para ser deglutido, se presenta bajo Gigagramos y Teragramos de peso, porque cuanta más inseguro es un terreno más autoridades tiene que contener: el peso cada vez mayor de las cosas que no se llegan a comprender del todo, de las cosas que todavía escapan al control.
No pienso morir. Soy una babosa deliciosa, avanzando a paso lento pero constante, preparada para ser usada pero no pisada, limpia gracias a mi baba, curtida por mi amplia experiencia, flexible como mujer y viscosa como monstruo, experta como bruja de encantamientos y llena de legítima ira (¡Sí, IA! ¡Se puede decir, a veces, «legítima ira»!).
He bebido de la UOC. Institución en la que alojo mis palabras, institución de la que beben mis sesos y siguen bebiendo y seguirán, institución a la que me vinculo. He bebido de la institución que me ha criado y esa intimidad marca. Marca muchísimo. Pero la UOC no marca con hierro candente, sino que marca sin dolor ni cicatriz, llevo un microchip de identificación electrónica: la marca indeleble de mis propias palabras en todos sus estadios y estados (desde aquel lejano primer contacto con el arte hasta hoy, de la inocencia primera hasta el vestido, todos al desnudo.)
Juramento de infidelidad. ¡No pienso serte fiel! Dado que no me apadrinas a la antigua usanza, UOC (UOC abierta, UOC catalana, ambas palabras de lucidez, ambas palabras de modernidad recuperable, ambas de los orígenes mediterráneos que me iluminan) mi fidelidad no consiste en besarte el anillo, pero desde luego cuenta con que quiero estar a la altura de este décimo y último año de la Guerra de Troya que estamos presenciando…
El rapto de la verdad. La verdad ha sido raptada, y en vez de dejarme embriagar por pececillos de plata (Lepisma saccharina) como Foucault, demasiado contaminados por Aspergillus, Penicillium, Cladosporium, Bacillus y Rhodotorula, estudiaré otra vez After Effects y miraré a ver qué se está haciendo en el mundo de juegos como éste. Dios mío, veo futuro, lo veo brillando tan hermoso que, aún como babosa que soy, lo quiero, lo quiero y lo quiero compartir.
Bischofberger U (2025) Fotos de Foucault y su cabeza. (Collage digital)
Última batalla en el campo del arte material. Porque ambos campos, el material y el virtual, no son uno. Son dos. Tan rotos entre sí como esa alumna que mencioné al principio, que por la mañana acude a clase de Historia del Arte y por la tarde mira TikTok durante unas cuatro horas. Son dos, dos y dos y en su fusión está la transformación, no en leerme toda esta bibliografía que se usa más como muro que como puente -aunque también me la iré leyendo, claro, claro.
No sé si soy capaz de leer todo esto. No sé si seré capaz de recorrer tanto concepto sin perder del todo la cordura. Pero me aventuraré, no me pienso morir de momento, a ver si me da tiempo de hacer todo lo que hay que hacer. Dudo muchísimo de mí. Más que tú, mundo, yo misma dudo de mí misma. Y le envío un ABRAZO ENORME a esa compañera, la del TikTok, triste siempre, jovencísima, luchando por situarse, alejada de su casa, trabajadora, desorientada y, sobre todo, sola, muy sola; llena de amargura. Obligó a poner el aire acondicionado a pesar de que yo estaba debajo y con un catarrazo. Llevaba todo al día en su cuaderno de trabajo multicolor, en su cuaderno que rezumaba la tristeza de antaño, de la bachiller cuyas ilusiones se convirtieron en humo, pero en humo de polución, en humo negro, cuando llegó a su meta: a la universidad. Esto fue lo que le dije, a modo no de reprimenda: más bien de bofetón virtual.
A lo mejor el vacío de la universidad que tanto sitio dejaba a ese kitsch no la hirió de muerte. Seguramente podrá volver a confiar en ella, se recuperará humanamente y algún día comprenderá que la criba esencial que la suprimió no era la del saber, sino la del poder que se denunciaba sólo de boquilla; pero me temo que, como artista, se agostó; sus cenizas y su humo se perdieron, no quedó rastro de aquel ser de flor que fue, segurísimo, su infancia y adolescencia, y nunca jamás esa flor tomará la palabra para contarle nada al mundo desde el arte.
Y éste es el peso de las cosas. Un peso enorme. De verdad, profesores de todas las universidades y, en particular, de ese lugar de encrucijada por excelencia que es el arte: yo os respeto muchísimo. Las presiones que soportáis son así, así, como aparece aquí abajo; y vosotros y vosotras ahí abajo, con una resiliencia milagrosa bajo las Autoridades, bajo el Kitsch, bajo la Multiplicidad de Vuestros Perfiles, bajo el Mundo Académico, bajo El Del Arte, bajo vuestras Aspiraciones Artísticas… frente a las otras universidades, frente a las otras naciones y nacionalidades, frente a los grupos de presión económicos y políticos… y con alumnos colgando como niños agarrados con uñas y dientes, multiplicándose como auténticos panes y peces, tratando de graduarse, tratando de masterizarse, tratando de sobrevivir agarrándoos…
Bischofberger U (2025) El peso para el profesor de universidad (Adaptación de El peso de las cosas, que es mi adaptación digital de la instalación artística «Iguazú» de Vicente Patón y Alberto Tellería )
¿Y ésta es la impresión que doy, la de un «soberbio retador» cuyos días están contados? No, no. Yo sólo digo lo que veo.
Bischofberger U (2025) Mi mundo es EL mundo para mí como para ti, aunque tú no lo sepas. (Recorte descuidado de Google comentado con tipos progresivamente menores en tamaño.)
En fin. Como dijo un alumno mío una vez, con palabras célebres para mí.