Síndromes y spaguettis

Pública
  • Síndrome del aparcador. Aúna manos sudorosas, miradas de derecha a izquierda (bastante desesperadas), ocasionalmente volantazos y eventualmente, en casos extremos, insultos. En cuanto al flujo de conciencia, suele ser: «verás como no tengo sitio, es que lo estoy viendo, otra vez me tengo que ir allá lejos, no voy a tener sitio, ahí no me va a caber» y un largo etcétera de expresiones semánticamente similares entremezcladas con palabras que pueden ser soeces.

 

  • Síndrome de la madre en el supermercado. Es una especie de disfemia (tartamudeo) que empieza con no, no… No, no… No, no y no. No lo toques, no se toca, no te lo compro, no. Es una disfemia que se produce mecánicamente, sin alteración emocional alguna, y de hecho se vuelve tan mecánica que posibilita que la madre en cuestión haga la compra mientras todas esas aseveraciones negativas se despliegan en un nivel de conciencia que podríamos llamar «subconsciente».

 

  • Síndrome de dónde están las llaves. Es un síndrome que, como lo padezco, lo puedo describir a la perfección. Se caracteriza porque piensas que has perdido las llaves. Es una especie de obsesión por tu propiedad privada, y por la llegada de una especie de «comunismo enmascarado de despiste» que te la arrebata. Te asalta cada vez que no las encuentras a la primera, y va unido a un nivel de ansiedad enorme, que aumenta logarítmicamente en segundos para después decrecer de golpe al encontrarlas con una sensación de alivio desmesurada. Se suele dar, sobre todo, en personas de bolso grande y con propiedad privada.

 

  •  Síndrome de la tapa del water. Es un síndrome que se llama «de género» porque un género lo tiene en un sentido y el otro género en otro. Así pues, un género deja la tapa siempre abierta, y se irrita si la ve cerrada, levantándola con furor. El otro género la deja siempre cerrada, y se irrita si la ve abierta, cerrándola igualmente con furor, pero en este caso uterino. Va asociado a irritación, fruncido de cejas y bufidos, así como expresiones cortas tipo: «otra vez» o «con la de veces que se lo he dicho».

 

  • Síndrome de «no lo voy a saber hacer». Este es de los más dolorosos entre todos los síndromes. Es una especie de precursor del mal hacer. Consiste en hacer algo diciendo en el interior del ser que lo padece «no lo voy a saber hacer». Muchos autores no lo clasifican como síndrome, sino como «transtorno del espectro…». Así pues, le llaman «trastorno del espectro no lo voy a saber hacer», porque tiene grados: desde el grado poquito-poquito, cuando «no lo voy a saber hacer» se refiere al huevo frito, hasta el grado grave, cuando el que lo padece es piloto de aviación y está en medio de un aterrizaje de emergencia. Va unido a desorganización conductual. El colectivo inmune a este trastorno es el colectivo político; no se han encontrado casos del «trastorno del espectro no lo voy a saber hacer» en la clase política.

 

  • Síndrome de la ropa nueva. Es un síndrome gravemente contaminante, que el colectivo de neurocientíficos y expertos en el DSM-5 y todos sus ejes deben de estar abordando en este mismo instante en sus reuniones, clavando ejes como banderillas en todo el síndrome, zas, zas, zas. Consiste en que si te encuentras mal te compras una ropa y se te pasa como cuando el matón de la clase se metía contigo y te disfrazabas de pirata el día de Carnaval, una maniobra de autodespistaje. Es de la gama masturbatoria en la que no haces daño a nadie -bueno, a la naturaleza, pero total la naturaleza… Y va asociado a nivel alto de ansiedad previo, climax y placidez posterior.

 

  • Síndrome del chivo expiatorio. Para desarrollar este síndrome, necesitamos dos cosas: el paciente y su chivo. No se desarrolla síndrome sin chivo, pero en las sociedades democráticas hay un chivo-comodín, al que el paciente llama «los políticos», y no hacen falta más chivos. El síndrome se manifiesta de modo que tiene lugar una subida del ego del paciente, hasta llegar a niveles de manía, en concreto se produce un subidón de su eticidad. El paciente se siente bueno, noble y legal. El paciente desprende sabiduría, consejos y una existencia paradigmática de lo mejor. Hay que tratar este síndrome de inmediato, porque va unido a la demonización de todos los políticos en bloque, desde Anibal (que «causam belli quaerens, Saguntum, urbem romanis foederatam evertit») a Donald Trump («Make America Great Again»), desde el rey de la Isla de Samos en el año 476 a. C. hasta el de la Isla de Pascua pasando por Martin Luther King, «todos», dice el bondadoso paciente, «son iguales». Esta demonización paranoica hace que todos (que, unidos, son multitud) se conviertan en chivos expiatorios como chivos comodines del ego de ese paciente que es extremadamente bueno, noble y legal más que nada porque no hace nada.

 

  • Síndrome de la bolsita de las heces caninas. Es un síndrome relacionado con la capacidad visual intermitente. Cuando hay gente alrededor, el paciente ve la bolsa y la usa. Pero cuando desaparece la gente, desaparece la bolsa, el can defeca y sus heces pasan a salpicar el suelo urbano con su color y forma, mientras el paciente continúa su camino. Suele ocurrir, en estos casos, que no vuelve la vista atrás. Hay una variante: si alguien le dice «me parece que te has olvidado aquí una cosa de tu perro», el paciente suele alegar inconsciencia, esto es, «no me he dado cuenta». Vemos, por tanto, que en este síndrome hay hibridación (¡No va a existir hibridación sólo en arte, hombre, las otras disciplinas también la necesitamos!). Hibridación de problemas visuales y pérdidas de conciencia.

 

  • Síndrome del postamor. Es un síndrome para mayores de dieciocho años y va unido a un hecho frecuentemente muy alegre. Consiste en que haces el amor. Después, dices: madre mía, qué día me tocaba la regla. Te empiezan a sudar las manos. Te llenas de angustia. No llega el día. Esperas y esperas. Cada dos por tres, vas al servicio a mirar si te ha venido. La ansiedad va en aumento. Sube, sube como la espuma. Te pones en lo peor. Te imaginas lo que puede ser y no puedes dormir. Del estrés, se te retrasa. Por fin, se lo cuentas a una amiga o amigo. Lloras y te dice que no será nada. Por fin una mañana te miras y te ha llegado la regla. Entonces te da una alegría auténticamente orgásmica. Es un notición. Ha sido bonito hacer el amor, pero más bonito es que te venga la regla. NOTA: yo he sufrido ese síndrome y ¡Oh mundo! no puedes imaginar lo bonito que es su final feliz. Vuelves a respirar.

 

  • Síndrome de barrer para dentro. Es un síndrome epidémico. Consiste en «yo me mí para mí conmigo». Es como si una célula dijera «yo me mí para mí conmigo». Entonces la de al lado dice «yo me mí para mí conmigo». Y la siguiente. El efecto, como ya estará adivinando el sabio lector, es un efecto cascada, es decir, como en el síndrome mencionado previamente (que yo no me acuerdo cuál era) es igualmente masturbatorio. Tiene como consecuencia que la gente deja de ser gente para convertirse en gentuza, pero claro, este concepto es un concepto que los neurocientíficos, con la IA a la cabeza, no pueden integrar porque es una palabrota.

 

  • Síndrome de la que echa músculo. Alusión a un síndrome que afecta no ya a las personas (pequeñas, ridículas, limitadas, poca cosa, cosas de nada, m.i. erdecillas) sino a las instituciones. Es especialmente relevante su mención, y presento el síndrome en didácticas preguntas, porque en la Sociedad del Conocimiento…
    – ¿Quién echa músculo? ¿Quién? ¡Adivínalo! ¡Las universidades, quién iba a ser…!
    – ¿Por qué echan músculo? ¿Por qué? ¡Adivínalo! Porque vaya, lo que era un jueguecito subsidiario ahora es el epicentro del poder…
    – ¿Cómo lo echan? ¿Eh? ¿Cómo? ¿Músculo carbronara? ¡No, no! ¡Nada de nata! ¡Nada de bacon! ¡Músculo Boloniesa! ¡Carne picada, carne picada! ¡Qué bien organizado está todo, para que todo funcione… Funcione a la perfección.Va unido a un trabajo terriblemente ingrato de todas las personas que tienen que organizar los másteres, personas que están entre la espada y la pared, siendo la espada los alumnos sedientos de masterización y la pared los grupos de presión ansiosos de recibir una transfusión de carne picada y licuada nueva.Es un síndrome que, como vemos, tiene algo de canibalismo para los que son picados y licuados pero a la vez deja a los demás en un estado como de un posible futuro sin-techo, en este caso sin-máster. Este síndrome requiere la intervención del trabajador social, porque el futuro del sin-master puede ser un sin-futuro, y el propio ser sin-master puede llegar a ser un no-ser.

Mis intentos frustrados de masterización

¿Cuentan en el curriculum, para la admisión en másteres, los cimientos?

¿Cuentan en el curriculum los «cuadrados de Google»?

Si nada menos que Google dice que soy artista ¿Eso cuenta para un máster?

¿Qué cuenta la universidad? ¿No será que su síndrome de sacar músculo no la deja contar?

Me he encontrado con másteres que valían hasta diez mil euros. A esos les digo adiós. Pero desde luego que lo seguiré intentando una y otra vez, me masterizaré, me doctoraré y haré todo hasta que la muerte nos separe a los másteres y doctorados y a mí. Entretanto, éste es mi semestre sabático.

¿Qué haré, Dios del cielo?

Harta de la humanidad, voy a escuchar aquello que no tiene palabras. (Empieza con Mu.)
Llena de síndromes y con la frustración de que no les guste mi perfil, con lo bonito que lo tengo, para no entregarme a la bebida me entrego al lujo que, total, es similar.
(Continuaré sin vosotras, elitersidades.)
Este semestre será mi semestre sabático, y me pasaré el día mirándome el perfil al espejo.
¿De verdad, pregunto, cuando hablamos del estado de salud mental de la juventud pasamos por encima de lo boloñés sin mencionarlo? Esto no es «enseñanza»: esto es un pugilato en el que si yo personalmente he terminado K.A.O a pesar de mi edad y de todas mis validaciones previas, ¿Cómo se sentirá un joven cuya carne picada y licuada es rechazada por los agentes de la masterización?

¿Cómo evalúo la situación?

Considero que los primeros pasos de la IA en su intervención en unas instituciones educativas cada vez más encaminadas al rendimiento  son más bien torpes, y, como consejera cuya finalidad (humana) siempre ha sido «optimizar la capacidad de enseñar de la escuela y la de aprender del alumno»,  considero que la valoración que he hecho de la empresa Spotahome es válida igualmente para la Universidad convertida en fábrica de la élite. Es esta:

EVALUACIÓN DEL PROCESO DE INTENTO DE CONSEGUIR LA ADMISIÓN EN UN MÁSTER UNIVERSITARIO

Donde dice «proceso» me refiero al proceso de matrícula en másteres.
Donde dice «huérfano de ayuda» léase, en el caso de la universidad, huérfano de ayuda igualmente.
Donde dice «abusivo económicamente, difícil, estresante e imprevisible» léase lo mismo.
Donde dice «márgenes injustificablemente avaros de beneficio» léase «ambiciosos de talento considerado exclusivamente desde el punto de vista del rendimiento cognitivo». Aquí todo generalista, todo crítico, todo aquel que carece de una rígida estructura sale perdiendo, y ganan la sistematicidad, la ambición, los que tienen un plan predeterminado y se ajustan con total severidad a él etc. etc., pero incluso éstos, los triunfadores, salen malparados, porque el esfuerzo de direccionarse sin tregua hacia la meta, para alguien que está descubriendo el mundo, es ímprobo.
Donde dice «Mr Scrooge ingleses» léase «Catedráticos del Mundo Unidos«. Ya que son seres luminosos, como ETE, se les puede decir «sed buenos».
Donde dice «vivienda del futuro» léase «inteligencia del futuro».
(Donde dice dónde voy a vivir, tómese con cautela, porque cambio de opinión muy a menudo. Pero intentarlo lo intentaré.)
Donde dice «un sueño aún entre brumas» léase: «un sueño que está haciendo bastante daño a la gente de hoy en día, en particular a los jóvenes que aún no han empezado su vida y son medidos con raseros rígidos y, con total seguridad, injustos en muchas ocasiones. Un sueño que hace daño: no cerremos los ojos».

Síndrome de la IA. La IA considera «normales» a las personas TOC. A los que no son tan TOC como ella les tiene poco respeto. Ay, IA, IA.

Bischofberger U (2025) Primeros años de la IA: falta un pañal.

Portada: Bischofberger U (2025) La IA como pastorcilla, llevando a sus catedratícos por el camino del bien (Catedratícos con acento en la «i»)

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