Cenicienta desde el derecho y los valores

Pública
Bischofberger U (2025) Autorretrato del reduccionismo.
Había una vez, en un Estado lejano en el tiempo y el espacio, cuatro mujeres: una madrastra, dos hermanastras y una Cenicienta. Las tres primeras eran familia consanguinea, la cuarta no.  (¿La consanguinidad es un bien?) No tenían el valor de la igualdad y vivían juntas las cuatro en un Estado absolutista que no garantizaba los derechos. No le reconocían dignidad a Cenicienta, ni derecho a la educación ni a la salud, sólo el derecho al trabajo, pero no en buenas condiciones: su medioambiente laboral estaba lleno de cenizas, y se infringía su derecho a la limpieza. Ella se sentía digna y amable (digna de ser amada) a pesar del mencionado trato. Un día, llegó una invitación del Jefe del Estado a un baile. El Jefe del Estado, al parecer, estaba desarrollando el valor de la igualdad, por lo que hacía accesible su palacio al pueblo representado por las cuatro mujeres. Sin embargo, la madrastra, quien en la institución familiar (que es como un Estado a un nivel menor) ejercía el poder ejecutivo, decidió que Cenicienta no fuera y así le arrebató el valor de la libertad.
Entonces un hada madrina intervino usando su fraternidad y transformó la escasez de Cenicienta en abundancia, ys Cenicienta se envolvió de abundancia en forma de lujoso atavío, de modo que, de pronto, adquirió sus derechos civiles, entre ellos el derecho de reunión que implica el ir a un baile.
Pero cuando la escasez apareció de nuevo (porque, como dijimos, la abundancia que es conditio sine qua non de los derechos económicos, sociales y culturales desapareció), Cenicienta huyó, usando su derecho a la libertad de movimiento. Hasta aquí, se puede explicar todo con derecho y valores; pero la pérdida del zapatito de cristal es, como si dijéramos, el contenido material de este cuento, e implica pies, zapatos, tallas y otros aspectos que no están cubiertos desde el derecho natural ni positivados.
Porque Cenicienta corrió (esto no era un derecho) y perdió el zapatito de cristal (lo cual fue un suceso regido por el azar). El señor absoluto del Estado absolutista decidió obrar sistemáticamente para descubrir esa desigualdad de partida que es un pie. Y aquí tenemos la segunda gran peculiaridad del cuento, que es: ¿Cómo es posible reconocer a un ser humano por su pie? Esta paradoja de indignidad, que es el «reconocimiento por los pies», es la clave del encuentro; el zapatito que entra en el pie sustituye al anillo que entra en el dedo; y el señor absoluto realiza una proeza inigualable al desposar a una sucia cenicienta a la que tiene que calzar para poder reconocer.

Las moralejas relativas a los derechos y valores son varias:

  • La abundancia que transforma a la Cenicienta en algo maravilloso y cuya ausencia la transfigura y convierte en irreconocible es la clave de casi todo.
    • ¿Verdadero o falso? Mi experiencia me dice que yo, que invierto 0.0001 en mi aspecto, vivo de forma cenicientil, por tanto VERDADERO.
    • Derecho que promociona: el derecho a la propiedad privada (del vestido, de la carroza, etc.)
  • El poder soberano lo tiene el señor absoluto, y no las mujeres de la familia.
    • ¿Verdadero o falso? VERDADERO. Siempre es así.
    • Valor subyacente: desigualdad.
  • El azar es importante.
    • El derecho ¿habla de la suerte? Porque este zapato perdido es puro azar.
    • En el meollo del cuento no hay valores; el meollo es pura materialidad.
    • ¿Verdadero o falso? VERDADERO SE MIRE COMO SE MIRE. Desde el destino de tu ADN mitocondrial hasta tu último suspiro, el azar es un ingrediente clave.
    • Valor subyacente: el azar me ha puesto aquí, y me invento que es correcto y que «lo justo es lo que es». Este «valor» es uno de los contravalores más potentes y dañinos de entre todas las cosas sin nombre que nos acompañan a los seres humanos siglo tras siglo.
  • [Hay algo clave en la consanguinidad que se nos escapa.]

Por último ¿podríamos decir, en este relato, que los hechos van por un lado, los derechos por otro y los valores son una especie de veladura que lo cubre todo? Pues rotundamente no. Los valores son su esencia, los derechos la respuesta humana a la sucesión de sucesos, a las personas y al querer individual y común y el terreno de juego (el común, el lugar donde Cenicienta pierde su zapatito) es lo que se ve: las cenizas, la joven, la cocina, el palacio, las cositas, en fin, la riqueza y la pobreza y el vestido, los ratones, todo. Todo, y a todo esto es ciego el derecho que me está decepcionando en su abstracción porque, capa tras capa, de momento no llego a las cenizas, a la joven, a la cocina, al palacio, a las luces, en fin, a la riqueza y la pobreza y el vestido y los ratones y la calabaza y las zanahorias y todo.

Porque cuando está todo destruido, Lisa no piensa en nada más que en los uniformes de sus hijos;  no tiene más que el suelo y su cabeza de hada sigue girando en los uniformes, todo ha sido arrasado y piensa en la educación pero no como derecho, sino como atavío. Ay, la escuela, lo que convierte a los ratones en caballos y la calabaza en carroza. No tienen que ver con este caso el derecho a la propiedad, ni el tema de la abundancia y escasez: ocurre así, simple y llanamente, porque yo soy ratón, mi cuerpo es calabaza y esa continuidad rota se constituye en la gran cesura infranqueable por eso que llaman «ciencia del derecho».

(Y mientras tanto ¿quién no se duele con el llanto de Lisa por aquello que tantas veces lavó, planchó, acarició, el uniforme de sus hijos, la promesa de calabaza, la esperanza? ¡Los uniformes de mis hijos! No. Las lágrimas por Lisa no son un adjunto «fraternal»: mis lágrimas son las suyas, y la mecánica cuántica y las nuevas teorías sobre la conciencia nos darán la razón en un futuro no muy lejano, y toda la jerga de los valores caerá de los tejados justificadores y sus tejas se romperán por fin, las tejas idealistas, las tejas valorativas fundamentadoras postizas y apartadas, las tejas positivistas y asépticas que sostienen la vida privilegiada llena de uniformes. )

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