Historia. Fui a Valdemingómez y seleccioné residuos…

Pública
  • Personalmente, tenía la intención de hacer un collage con plásticos titulado «la Era del Plástico», para una serie de «Eras» de diferentes materiales, con residuos, pintura, cosas compradas de distintos tipos… Una especie de híbrido de collage y escultura. ¡Tenía muchísimo interés!
  • Trabajé y gasté, invertí recursos.
    • Fui al área de Valdemingómez y seleccioné residuos que me interesaban. Los metí en una bolsa de plástico y en el coche.
    • Fui a la ferretería. Compré clavos, un estropajo plateado, etc.
    • Fui a la tienda de arte. Compré el soporte de madera y sprays.
    • Cargué con el soporte de madera, bajé y subí las escaleras del metro, lo metí en el coche. Al día siguiente, hice el trabajo inverso y volví a bajar y subir escaleras con el enorme tablero.
    • Llegué a la academia y saqué todos mis tesoros, me disponía a empezar cuando de pronto…
  • El profesor llegó. Yo no había empezado absolutamente nada, sólo tenía mis recursos encima de la silla. Me dijo:
    • Vas a hacer un collage minimalista. Sólo vas a usar esto, esto, esto…
    • Las lamas de la persiana van a ir en vertical.
    • Todo lo pequeño lo apartas porque primero vamos a colocar lo grande
    • Nos vamos a quedar con esto [y seleccionó, de entre todos los materiales, los que él quiso].
    • Vamos a colocar las lamas aquí… y esto otro al otro lado para equilibrar peso.
    • Esto es una composición y no se hace «de cualquier manera». Con esa expresión, «de cualquier manera», creo que se refería a las que no son la única, la suya.
    • Pregunté si podía intercalar la pintura con la inclusión de nuevos materiales y dijo que no, que primero había que colocarlo todo.
    • Las cosas tienen que pisarse unas y otras (y colocó un trozo de plástico plano debajo de una rejilla)
  • Seguí sus pautas y pegué todo tal como él me había dicho, pero entonces quise poner la pintura y comenté, como hecho consumado, que iba a usar los sprays blanco y negro y el color naranja, y que me bajaba a la calle para aplicarlos.
    • Me preguntó de qué colores iba a pintar y me dijo que mejor al revés.
    • Cogí el pesado soporte, y me dijo que «el cuadro tiene que ir con esa parte hacia abajo».
    • Bajé y eché la pintura
  • Me encantó el efecto de la pintura encima de los materiales, subí y se lo dije. Qué tal, me dijo. Precioso, le dije. Pero él todavía tenía más planes para ¿mi? ¡su! collage.
      • Estas dos zonas hay que unirlas.
      • Lo mejor sería con cartulina recortada.
      • El próximo día lo haces.
  • El collage le había quedado precioso. Yo había hecho todo el trabajo y el profesor, con su decisión sumarísima, había vertido en él todas las prescripciones que, sin duda, otros profesores habían vertido en aquellas obras remotas que él hacía cuando estaba en la escuela.

Quedó fuera ese plástico fino que, con el menor movimiento de aire, movía el cuadro y que yo pensaba colorear. Quedó fuera la botella, que yo había lavado y que iba a ser su centro. Quedaron fuera los clavitos, los elementos plateados, el experimentar un poco con el spray antes de pintar la totalidad del cuadro. Todo fue planificado según su idea de lo que debía ser.

Yo misma quedé fuera por varios motivos. No me corrigió ni una vez, lo único que hizo fue no dejarme hacer. Confundió el asesoramiento técnico con la imposición de motivos, además una imposición no razonada. Quedé, primero, descorazonada. Segundo, otra vez perdiendo la confianza en otra área más del mundo del arte. Tercero, pensé que lo que hasta el momento yo había interpretado como respeto al alumnado, era en realidad falta de implicación. Unas horas después, ahora, hago planes para curar la herida.

  • No volveré.
  • De momento, no puedo tocar este cuadro. Empezaré otro collage.
  • Voy a empezar el collage de La Era de la Plata yo sola.
  • Entre no aprender una técnica y ser arrasada de este modo, elijo no aprender una técnica. O aprenderla a base de insistir. Ni en el colegio ni en la UOC me han enseñado así, imponiendo.
  • Las prescripciones del arte que no tienen base que se las queden los que no hacen arte o sólo tienen el arte de hacer el arte que contenta a los demás. (¿Por qué minimalista? ¿Por qué primero los grandes? ¿Por qué todo repartido en el cuadro? ¿Por qué tengo que poner para arriba lo que me dice que ponga para arriba? ¿Por qué de negro lo de blanco y de blanco lo de negro? ¿Por qué?) Quien no sepa reconocer mi arte no es profesor más que de su arte.
  • Queridos profesores de la UOC: de sobra sabéis que no soy una alumna aduladora, todo lo contrario, soy tirando a bruta y sin pelos en la lengua. Por eso, si os digo lo agradecida que os estoy, no miento. [Me estoy refiriendo a los responsables -colaboradores he tenido de todos los tipos.] Gracias por ayudar sin imponer, por estimular la creación, por vuestra inteligencia, por estar informados.

Y después, la tristeza de recordar todos los dibujos de los niños en los que les exigíamos esto o aquello, les dábamos tal o cual esquema de un árbol, de una casa, de unas cerezas. Disculpo, por supuesto, al profesor. A quienes no disculpo es a quienes no le enseñaron a serlo, a quienes no nos enseñaron a ser profesores de despertar el arte de los demás. También la alegría de que hayan nacido las IAs, herramientas de pensamiento, para espabilarnos a todos.

Plagio por imposición y apropiación del esfuerzo. Se han usado los recursos del alumno y se han llevado a cabo las decisiones artísticas del profesor. Muy bonito, pero no es mío.

Nunca un ejemplo tan claro de cómo la enseñanza puramente transmisiva anula. Hay que explicitar estos casos, y hacer ver cómo lo que llamamos «enseñanza tradicional» (en la que el alumno es un ejecutor de órdenes o se limita a repetir) tiene un parentesco muy estrecho con el autoritarismo. Hay que alegrarse y celebrar el nacimiento de las IAs y del mundo digital. Y respecto a este tipo de enseñanza, ojalá sólo anulara en arte: anula la confianza en el propio pensamiento y la capacidad de pensar. Es una auténtica herramienta de poder.

¿Y yo? Cuando inventen la izquierda de la izquierda, que me avisen, que me cogeré un café y, como Alicia, caeré flotando y flotando… O, si no, me iré con Peter Pan al País de Nunca Jamás. El caso es que ahora yo de «a mandar» nada de nada.

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