Noche y gripe

Pública

– El virus tiene un cuerpo, y le queremos echar. Para eso, hay que…

– Ventilar. ¡Vete del aire, virus!
– Descansar. Es la forma de que tu cuerpo se prepare para pelear y ganar al virus.
– No tocarte las narices. ¡Al virus le chifla tu mucosa nasal! Por ella entra como Pedro por su casa. Si te tocas, tu mano lo lleva en bandeja a la Puerta Grande.
– No dejes que se te enfríe la nariz. ¡Al virus le chifla que tengas frías las narices! Ahí se empieza a replicar.
– ¡Bienvenida la tos con flemas! (Pero no escupas ¿eh?) La tos con moco es buenísima para ti, te quita el moco.
-¡Trágate las flemas! ¡Pura proteína! ¡Están muy buenas! (No las escupas como un viejo guarro) ¡Gracias estómago! Si te tragas el moco, tu estómago lo mata.
– Cuidado con las flemas que echas fuera…¡Cuidado con tu moco! El moco que sacas, que está en el pañuelo o que salpicas al hablar o al estornudar, tiene esos viriones de los c.
-¡AGUA por favor! Sin agua, el virus va avanzando, avanzando, porque el moco es viscoso como harina con poca agua y no lo saca de los bronquios.
– ¿Tumbado del todo y quieto en la cama? ¡No! ¡No ayudes al virus! Tumbado del todo y quieto en la cama, el virus puede avanzar tranquilamente hacia los bronquios. Ponte almohadas, respira hondo, muévete.
– ¡Tu cuerpazo, como siempre, responde! ¡Y exagera! Crea una cascada inflamatoria… El antiinflamatorio controla un poco esa inflamación.
– Respira por la nariz. Aún no sé cómo hacerlo.
– ¡Felicidades, narigudos! Una nariz pequeña protege menos.
– Si puedes humidificar el ambiente y tomar bebida caliente, mejor. ¡AGUA, AGUA y AGUA por favor!

Yo por lo menos lo voy a hacer así. Me tumbaré un poco incorporada. No estudiaré inglés hasta que esté bien. A los pañuelos, les doy un trato de apestados y no los reutilizo, los tiro al suelo sin perdón. La nariz, trato de limpiármela. Me tomo la medicación. Cuidaré de estar calentita, porque eso también cuenta. Me tragaré las flemas sin complejos tipo religioso de impura, no soy impura, soy pura pureza: hasta tragándome flemas mi bondad permanece intacta. Mi nariz pequeña me fastidia y, a partir de ahora, envidiaré a los narigudos. Respiraré encima de las bebidas calientes como una posesa, incluso en las cafeterías, si me dicen algo diré que es un ritual oriental para estímulo de las pequeñas naricillas orientales. Y, por último, me compraré una bufanda: mi nariz se merece ese gasto porque, la pobre, es la parte despreciada de mi cara cuando es tan importante como que es la puerta de entrada al aire que me da la vida. En resumen:
¡viva la nariz!

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