Evaluación de mi obra: mi vulnerabilidad en curso

Pública

Quiero terminar ya con ese engorroso trámite identitario que es que te evalúen para acreditar tu valor. Soy yo la primera que sé lo que no sé, y, sobre todo, sé porqué sé y no sé cada cosa, por tanto me siento ya evaluada. Por ejemplo: odio referenciar, porque no lo sé hacer bien; porque es algo que tienes que hacer al final, cuando ya estás cansado; porque hay mil casuísticas que desconozco; porque nunca distingo cuándo es imprescindible y cuándo no se necesita; porque como nunca lo hago, no tengo el hábito de fijarme cómo lo hacen los demás. Y así. También sé lo que valgo, me lo dijo Descartes, soy un condicional, la conditio sine qua non del mundo entero, así que nada…

Hace poco, consulté un texto que contenía una sola idea, de esas tan evidentes que son de cajón. Una idea huérfana: el texto ni siquiera la defendía, por la prudencia de su autora, rayana en la cobardía intelectual. Pero la referenciaba a conciencia, como si estuviera agregando una proteína nueva al acervo de proteínas ya existente o añadiendo un ácido corrosivo de insospechada y tumefacta factura a una mezcla, cuando la realidad es que toda su aportación era un caldito de fideos transparente y un poco rancio. El esquema básico del texto, tan académico él,  tan correcto como ella, era éste.

Título: La salida del sol.  Palabras clave, sol, mañana. Resumen: Este texto aborda el tema de lo que pasa por la mañana con el sol. Cuerpo del artículo. El sol sale por la mañana. Fuentes: tal, tal, tal, tal, tal. Y tal, tal, tal, tal, tal. Y tal y cuál. Firma, fecha y fin.

Mi evaluación ha dejado de importarme, a estas alturas. La he constituido en Proyecto Artístico Subconsciente que abarca varias entradas (¡Era un Proyecto que tenía sin saberlo hasta después de ejecutado, que he llevado a cabo en estado de sonambulismo! ¡Vaya, vaya, vaya!) y me la quito de encima. He pasado de interesarme por la Matrícula de Honor a concienciarme de que el Honor es mi Matrícula. O sea: el honor lo haces tú  matriculándote. Esta es otra formulación de mi teoría de que los centros educativos no validan a los estudiantes, sino que los estudiantes validamos a los centros educativos. Si mi teoría fuera cierta, del hecho de que yo no fuera honorable se deduciría la inhonorabilidad de mi institución, pero como la Lógica con Mayúscula suele entrar en contradicción con la lógica de las cosas, y en la lógica de las cosas (¿existe eso, IA, que entra en contradicción con tu lógica que es la Lógica con mayúsculas?), en la lógica de las cosas, decía, es IMPOSIBLE e INAUDITO que una institución diga de sí algo malo, mi inhonorabilidad es algo que hace ¡plof!, ¡chuf! y se desvanece… Conclusión: soy honorabilísima, he sacado Matrícula de Honor en todas las asignaturas.

Pero ¿y mi obra? Mi obra es mi vulnerabilidad en curso, ese ser frágil que campa por sus respetos y sin mí, con mi nombre pegado en plan etiqueta suya por los recodos sombríos de esos callejones de Batman que tiene la web. La evaluación de mi obra, que es lo más vulnerable de mí, queda pendiente;  literalmente me sobresalta, me concierne, me interpela, como dicen las palabrejas del arte. Su texto curatorial es fragmentado en el tiempo y en el espacio. Nada canónico y en canon: voces concertadas en poner peguitas incómodas que se venden como bienintencionadas. C- para mi Folio, dicen las masas.

Texto curatorial para mi obra. En canon, y fragmentado en tiempo y espacio. Con presencia de moscas (no tienen la categoría de las arañas, pero pueden servir).

Normalmente, no querría que usarais puntos suspensivos que dejaran el texto curatorial de mi obra en una indefinición poco ajustada al absoluto control diurno y consciente que quiero para mi obra y que tan afín es al triunfador espíritu británico, que, como bien se sabe, no usa los puntos suspensivos. ¿Cómo no os percatáis de que si la performatividad de un director le hace líder y es legítima, la performatividad de un subalterno puede implicar algo, un yo qué sé? ¿Eh, masas? Añado:ese algo-un-yo-qué-sé que en cinco puntos.

Primero, en la frase nominal mi Folio de la UOC hay una contradictio in terminis, así que cuidadín, masas, a ver con quién os metéis. Cuando tú me dices con un trozo de cuchilla rebañada «gracias por compartirme tu folio, y punto final» ¿a quién remite tu envidia y el despectivo silencio amasado que la sigue?
Segundo, ¿quién os dice que tenga yo interés en ser leída por muchos? A mí el número no me valida; de hecho, masas, vosotras y yo,  que somos muchísimos en una, podemos ser tan inválidas como un aluvión o una plaga de langostas.
Tercero, mis entradas no son yo, cobran vida y llegan a rincones a los que no llegan otras canónicas palabras.
Cuarto, parezco sola pero no estoy sola, siento que tengo apoyos (en forma de comentarios rojos, selección de frases y amabilidad); en todo caso, ¿por qué no voy a poder estar sola si quiero?
Quinto y último, padezco el Síndrome de Tom Sawyer, STS para darle cientificidad a la cosa, ya puestos.

¿Qué es el STS?  El rey del mundo y yo compartimos el STS, Consiste en que, hagas lo que hagas, lo que haces resulta más envidiable que lo que hace el vecino.  El rey del mundo y yo somos Tom y vosotras, masas, el niño que llega con la manzana. Disfruto con todo lo que hago, me da igual qué sea: todo es aventura, hasta la desventura. Mi primera palabra fue gusta y mis relaciones objetales, las grandes olvidadas en la herencia freudiana, son sanas como ninguna y vigorosísimas. Por eso, mientras vosotras, masas, estáis fastidiadas haciendo lo que sea, nosotros no trabajamos: haciendo lo mismo, nos divertimos. Somos como hermanos, el rey del mundo y yo, que soy la subalterna expandida performativa.

Bischofberger U (2025) Subalterna expandida performativa (Foto modificada digitalmente.)

Para concluir: aquí sólo hay una puerta, sólo hay una opción y no es la del silencio, sino la de mover la brocha, como Tom. Y para mover la brocha, hay que creer en la manzana. Ese es mi algo-un-yo-qué-sé. Por eso, creo que aquí terminaré mi trabajo sobre la evaluación y empiezo, por fin, a estudiar árabe, que es algo…

-¿A qué llamas tú trabajo?
– ¡Qué! ¿No es eso trabajo?
– Bueno, puede ser que lo sea y puede que no. Lo único que sé es que le gusta a Tom Sawyer.
– ¡Vamos! ¿Me vas a hacer creer que a ti te gusta?
La brocha continuó moviéndose.
                                              Mark Twain (1876) Las aventuras de Tom Sawyer, capítulo I


Bischofberger U (2025) Occidental withdrawn (Arte digital)

Y, en portada, Bischofberger U (2022) Yo amortajada enmarcada en piel dorada de manzana (Foto del proyecto Patriarcazoo.)

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