Hoy soy Negro

Pública

Me da tanto vértigo terminar el grado, que, en este momento, lo único que siento es que os quiero, profesores responsables. Ya no sólo quiero al profesor de Investigación, en tanto que es mi primo genealógico… Y a mi profesor de Nuevos Medios, en tanto que vi sus fotos de joven y era guapísimo. He querido a esos profesores desde el primer día, en una especie de flechazo parecido al de la película de El Graduado, aunque siendo yo, la enamorada, no un tierno adolescente, sino una tiesa vieja. Pero no sólo les quiero a ellos: ahora quiero mucho a mi profesora de Cuerpo. Y llamo «Cuerpo» a la asignatura, de forma abreviada, porque me acuerdo de aquel libro célebre entonces en el que se llamaba «Carne» a la asignatura de Formación Profesional.

Es decir: quiero a Andrés Burbano Valdés, quiero a Pau Alsina, quiero todavía más a Luz María Sánchez Cardona, que me ha proporcionado dos asignaturas que he disfrutado muchísimo y que me han permitido auténticamente realizar este ceremonial de autocanibalismo que tuvo bastante éxito allá en aquel pasado remoto de hace unos pocos años, unos quince, cuando Scribd estaba empezando y me dediqué a comerme a mí misma.

Ceremonial de autocanibalismo

Defiendo a muerte mi Grado

Os quiero a todos los profesores de este Grado de la UOC que curso, el mejor Grado en Artes de España, de eso estoy segurísima y lo afirmo con rotundidad, ya sabéis que no tengo pelos en la lengua y que si lo digo, es porque lo pienso. Técnicamente, puede que el de la Universidad Miguel Hernandez sea mejor, pero para preparar en arte, en su comprensión y en la promoción de la creación artística, no hay otro como éste.

Nota al pie: aquí escribí las claves.

Acepto cualquier nota, incluso una C+

Ya mi batalla ha dejado de ser con vosotros. Ya he depuesto armas. Ya no hablaré de pústulas. Os perdono. (Jajaja, es que soy imperdonable, me digo mientras lo escribo.) Todavía no puedo perdonar a los de las ESAD, pero tened en cuenta que con ellos hubo contacto corporal visual, quiero decir, les veía desde mi asiento. Aparte, allí sí que hubo… hubo. Con vosotros, profes de la UOC, todo ha sido etéreamente virtual. Me rindo a vuestro encanto, que sois preciosidades de izquierdas (y no borriquillos de derechas) y ya, sobre todo, me da exactamente igual que me pongáis A, B o C+, por lo que os considero más allá del bien y del mal, más allá de la validación o invalidación, más allá de vuestro valor de uso para mí, poniéndome As o Bes o Ces. Os reconstituyo como tales como seres que existís aparte de mí. Os miro a los ojos y me digo: ¡sentíos libres conmigo! ¡No me pienso enfadar por la nota final! Aunque, todo hay que decirlo, la décima que me robó Burbano la tengo clavada en el alma como una astilla de su carácter, en el fondo, demoníaco…

Soy Anthony Perkins en realidad y os quiero acunar en mis brazos

No me pongáis C menos porque ya sabéis que no estoy como para derrochar mi hacienda suspendiendo. Mi sueldo funcionarial me llega justo. Pero todas las demás notas me las podéis poner. ¿Por qué ese cambio? Primero, para pensar desde la onda de los tiempos, es decir, desde la Física Cuántica, me tengo que contradecir: ahora me enfadaba, pero ahora os quiero. ¡De verdad! ¡Con toda el alma! También, para ser congruente con mi diagnóstico… No sé… Bueno, sí sé… Soy Anthony Perkins en realidad, os mato y luego me disfrazo de mí misma como madre y os cojo en brazos y os acuno, profes…

De hecho, he aquí un fragmento de mi persona, capturado por el escáner último modelo de mi cirujano máxilo facial, que tiene un curioso parecido con este personaje célebre que el fofo, asqueroso  y anatemizador de pájaros y locos llamado por mí «el reprimido de Hitchcock» retrató en su película.

Bischofberger U (2025) Selfie de mi persona dental (Retrato computacional de mi mandíbula inferior)

Mis méritos: traduzco a todo Hitchcock para subir nota

Subtítulo: Yo como fragmento de Psicosis de Hitchcock

Hoy, después de terminar todas las PECs, me siento tan magnánima que a Hitchcock no lo perdono, pero lo comparto. Así que he traducido a Hitchcock entero, trabajo de traducción que hago por amor al arte  y aquí lo tenemos. A mí no me extraña que Alfred esté traumatizado y que me retrate -como madre, como loca, como psicótica, como «enferma mental», de ese modo… Porque me imagino todo el acoso escolar que ese pobre niño que debió de ser tuvo que sufrir, con ese nombre.

No os preocupéis por mí

Pero el caso es que no os tenéis que preocupar. Alea jacta est, que significa que he tirado los dados y no hay quien rebobine. Mi suerte está echada, no seré artista, no daré brillo a la UOC con mi brillantez, no seré nada más que el final del verso de Góngora…

(…) Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, arte luciente,

No sólo en plata sin máster troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Ya no hay cuello que gozar, cabello que oler, labio que morder ni frente pensante. Ya no hay oros [fue estando contigo, UOC, cuando los vendí en el Monte de Piedad, ¡Ladrones impíos de las plusvalías de mi vida!. Hasta el anillo de oro blanco lo tuve que vender: lo vendí a un sinvergüenza noblemente confeso de un Compro Oro].  Ya no hay claveles ni ná de ná. Soy nada y en nada me quedo. Ergo no hace falta que nadie luche por mí. Luchad por mis compis, que no tienen pensión de jubilación ni descuentos de discapacidad. Yo soy un ser subvencionado que no necesito As y, en realidad, tampoco necesito entrar en Másters en los que iba a ser como un trozo de tocino que se cuela en un caldo de fideos sin querer.

Ya no necesito As, profes

Soy una red de un nodo, o sea, un agujero negro. De modo que me he vuelto un absoluto de subalternidad puramente formalista, como en la foto que pongo en portada y sus variantes, que adjunto aquí en Folio (el Folio es vital para mí).
Se despide de vosotros, atentamente vuestro,
El agujero

Mi nuevo alias subalterno: Negro

No quiero que los llamados «negros» se queden con la palabra de esos otros, los agujeros. Tampoco quiero que la palabra «negro» designe sólo a los patriarcas masculinos poseedores de «cock» (y uso la palabra porque me han aconsejado que, en cuanto aprenda una palabra, la use). Me parece muy abusiva la actitud de apropiarse de algunas palabras que son pura ausencia, como esta palabra «negro». Además, «negro» es una palabra, por naturaleza, blanca, hecha por los blancos, por naturaleza no perteneciente a aquellos que jamás se hubieran autodesignado así. Por tanto, la robo. Me la quedo como alias propio. Soy, a partir de ahora, Úrsula Bischofberger Valdés, alias Negro.

En fin, queridos profesores: soy negro, un eco lejano de oscuridad al final del túnel, lo que resuena de un mundo que agoniza frente a otro que va naciendo poco a poco, la cicatriz de una historia que ya parece que no cuenta siquiera porque viene otra al galope y encuentra a la previa extenuada. Mi generación ha sido el correlato de la de la República Romana: la Historia la mirará con respeto… Soy un intento desesperado de integración, de supervivencia en un mundo que, como en el caso de La cojita de Juan Ramón Jiménez, no espera… De modo que ¡No os preocupéis, profesores! Soy negro, y me meto en mi cueva de silencio con los pájaros buenos, desaparece mi fiereza como la del oso polar, exhausta por el calor y visiblemente agotada por un esfuerzo, el de la supervivencia, que al final me supera también…

Me miro las manos, en esa búsqueda que es también la de los niños autistas. Me pregunto, me sigo preguntando y no entiendo, sigo sin entender. Y sigo, en pijama, buscando; sigo, como el oso polar, recordando aquellos días felices pero sin deleitarme en ellos, sólo constantando que es posible, que quiero y que se puede. Ahora he abierto una lista de distribución en YouTube, y ahí mi respiración. Empezando de cero otra vez.

Bischofberger U (2025) Perro semihundido de Goya que soy hoy (Foto de iphone)

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