
Se me ha puesto ahí, en los cuadraditos que salen en las imágenes, ese apelativo. El apelativo «artista». No sé si por las ganas de que lo sea o por la convicción de que lo soy. Por supuesto que, desde muy pequeña, se me dio fenomenal la representación en 2D. Pero ahora hace mucho que no la uso, y además ese tipo de expresión ha llegado a un nivel de empacho tan absoluto que no se puede ingerir nada más. No sé por dónde seguir. Quedan: la escultura. El arte sonoro. La instalación. La performance.
Sin embargo, el placer de hacer un dibujo es tan grande… Aunque ahora miro los que hice al principio del grado y me parecen pobres. Hasta se me ha olvidado cómo se usaba el carboncillo, se me han olvidado los trucos, el truco del trapo por ejemplo. Pero el artículo sobre la indagación despeja las incógnitas. Este semestre tampoco actualizaré conocimientos plásticos, tampoco saldré del esquematismo que es el armazón de mi inseguridad -y no me pude matricular en técnicas pictóricas porque no sabía hasta qué punto iban a ser un follón los materiales y los requerimientos varios… Es decir: se ha activado en mí esa intencionalidad prospectiva, ese contacto, digamos, primordial conmigo misma que describe, también, el artículo de Paul Klee. No ha sido para nada un proceso subjetivista de «curación», que va, que no se malentienda: ha sido, más bien, una toma de conciencia de aspectos básicos de todo aquello que me rodea susceptible de convertirse por una parte en voz y por otra en lenguaje.
Ergo sí: soy más artista ahora que si hubiera estado estudiando cuatro años historia del arte. Soy más artista ahora que si hubiera ido a una academia de óleo día tras día. Soy más artista porque ahora estoy llena hasta arriba de levadura. Me puedo ir tranquila a uno de esos lugares como cárceles, ahora que tengo coche, y alquilar mi única obra que me da dinero, mi instalación 3D rentable de 34 m, que es como llamo a mi piso, porque cuando baje la cuesta del desierto oiré archivos de arte sonoro, me inventaré más performances para la ría y, bueno, estaré en movimiento como corresponde a quien tiene levadura en el cuerpo aunque, aparentemente, no ocurra nada. Y recibiré el shock gozoso de naturaleza cuando gire y vea el esplendor del sol en el agua, aullando ambos belleza e indudables protagonistas de nuestro tiempo…
Después, cuando pueda, si me da tiempo, aprenderé más de pintura, de dibujo, de escultura, de herramientas digitales… Pero, mientras tanto, tengo ese cuadradito chiquitín, ese reconocimiento que recorto y pego en esta entrada porque, para mí, es tan válido como un título firmado por un Emperador. Que cuelgo en mi pared interior en mitad de ese lugar que dibujo, también en mi interior de artista, así.
Escultura fotografiada en trabajo colaborativo en el marco de una microcredencial de la UAM, con Avidey y Mei, hecha con plastilina, cartón, témpera y tela, fotografiada y modificada con un iphone X.
Creo que voy a intentar este camino, que me da sin mediación nada menos que las relaciones espaciales, el aire y la luz.
Y, poco a poco, no es que sea: es que voy siendo artista.
Poco a poco.
Con paciencia y muchísimo esfuerzo.