E. P. THOMPSON, Folklore, antropología e historia social. Resumen, comentarios, ideas sugeridas

Pública

La conferencia se desenvuelve como tal ágilmente y con unos tempos retóricos muy marcados: empieza con una justificación amplia y no exenta de humor; realiza algunas críticas que, como toda crítica, sin duda vinculan a la audiencia y son esenciales para la argumentación general; recorre dos casos grotescos nuevamente con cierto tono de trivialidad (el de la venta ritual de esposas y el de las cencerradas) y, desarrollando un hilo conceptual rico e intachable, llega a lo más denso y decisivo de su charla: el cuestionamiento de la relación entre base y superestructura. Aborda esta última cuestión, igualmente, respetando los tempos de la audiencia: empieza con suavidad para, progresivamente, ir adentrándose en las ideas, hasta terminar, con la cientificidad del auténtico historiador que ha plantado cara a Marx, señalando la idea de «cambio involuntario» y afirmando, desde su activismo y su intensa implicación en la realidad social, que el cambio en las relaciones de poder nunca ha sido resultado de dicho cambio involuntario, sino siempre del conflicto. La charla académica se convierte, por tanto, en una proclama revolucionaria tanto en su referencia a la base (con esta última afirmación) como a la superestructura (con el cuestionamiento del determinismo de la base sobre ésta). Brillantísima conferencia sobre la que he hecho las siguientes pintadas a continuación:

Resumen y sucesión de ideas

  • Se presenta. Se define como estudiante de la historia social inglesa del siglo XVIII. Para fundamentar la aproximación que va a realizar en la conferencia, Thompson defiende el eclecticismo con el que va a abordar el tema afirmando que «las categorías de un contexto deben ser probadas, refinadas y reformadas en su aproximación a otro», especificando que, en la línea de Zemon Davis, no utilizará la antropología para la construcción de modelos, sino para la localización de nuevos problemas.
  • Describe el origen de las cuestiones que se va a plantear como derivadas de su paso del estudio de la Revolución Industrial al de la sociedad «preindustrial», donde prevalecen las costumbres como objeto de estudio, costumbres para cuyo estudio la historia económica se revela insuficiente.
  • Relata, entonces, desde la búsqueda de fuentes para estos estudios, la aproximación a los folkloristas, y justifica e ilustra su carácter reaccionario. Describe, por el contrario, la aproximación que considera adecuada y que realiza: hacer preguntas nuevas a los materiales antiguos, relativas a los estados de conciencia, las relaciones y las realidades vigentes, en concreto examinando episodios atípicos como particularmente reveladores.
    • Examina la venta ritual de esposas en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, y descubre la visión que se tenía del matrimonio [y de la mujer].
    • (A lo largo de la conferencia, estudia otros rituales, como el del don o el de la cencerrada.)
  • Subraya la necesidad de atender a los rituales y recuperar las creencias de la época y, en general, la importancia de usar los materiales del folklore para estudiar lo que se ha pasado por alto. Señala mecanismos de control no relacionados con la fuerza militar ni económica: la teatralización.
  • Pero indica las limitaciones de la antropología, se detiene en un ritual que desarrolla con amplitud, el de  la deformación del don, para ilustrarlas.
  • Hace algunas consideraciones sobre la relación de la antropología social con la historia social, vuelve a indicar las limitaciones de la antropología y reclama la necesidad de dotar de ambivalencia dialéctica a los conceptos sociales.
  • A partir de este momento, aproximadamente un tercio de la conferencia, y después de haber hecho esa incursión en la sociedad preindustrial y sus rituales y de haber desenvuelto la importancia de su estudio contextualizado para conocer aspectos como la conciencia social o los procesos de control, al hilo de lo anterior como ilustración de lo que sigue,  comienza una dura crítica a las rígidas relaciones entre base y superestructura que han dado eco a la conferencia (pág. 78 a 83) la cual realiza contundentemente y desde muy distintos puntos de vista, en un tono progresivamente más duro que culmina con la afirmación de que sin conflicto no puede haber cambio social.

Ideas sugeridas

  1. La mujer como sostenedora de lo que es. Esto sugiere que su papel respecto al «deber ser» es protagonista.
  2. Venta ritual de esposas en los siglos XVIII y XIX. La actitud del autor no comprende la gravísima ofensa simbólica.
  3. Descrédito de parte de la antropología canónica y de los folkloristas. Dejan de ser necesarios, dejan de ser canónicos.
  4. El sentido común como propaganda de lo hegemónico. El hacer como interlocución a lo real: importancia de la performance.
  5. Los motores del cambio social. Esto sugiere que la digitalidad en curso será necesaria pero no suficiente para el cambio social.
  6. Y, por supuesto, la no determinación unidireccional de la base sobre la superestructura, que es la idea central de la conferencia, la que supuso un vuelco profundo fundamental y el nacimiento, entre otras cosas, de los estudios culturales.

Comentarios

En la página 67 se explica de una forma muy gráfica la situación de la mujer en la sociedad previa a la industrialización, lo que puede haber constituido un marco  que, todavía hoy, sigue condicionándola. E. P. Thompson define el contexto de esta economía preindustrial como una urdimbre formada por costumbres que surge de las densas determinaciones de la vida doméstica sostenida por las mujeres, por oposición a los hombres, que no actúan como sostenedores sino como agentes, en una esfera, la del «llegar a ser», de la que la mujer está excluida en este reparto.

Esta exclusión se produce porque ella asume la otra función, en la esfera que Thompson llama del «ser»: la función de sostenedora, en una esfera estrechamente ligada al «deber ser», a las obligaciones, a lo regulado como sometido a lo que es y siempre ha sido. Por tanto, en este orden de cosas, el hombre es libre y tiene las puertas abiertas para el cambio, mientras el confinamiento de la mujer no es simple negatividad, sino una necesidad del sistema para su perpetuación.

Sin embargo, en el modo en que resuelve el relato sobre la venta ritual de esposas en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX (apuntando a la legitimación que daba a la práctica lo constructivo de la finalidad implícita pero insensible al significado simbólico de todo el proceso) cualquier mujer se sentirá incómoda de inmediato. (Pág. 68 y 69) Clama al cielo, diría, que me lleven de un ronzal. Sea cual sea la finalidad de ese gesto, es tan ofensivo que jamás debería pasarse por alto sin clamar al cielo. Esto diría la mujer: ese ronzal me aproxima a una identidad figurada que es precisamente aquella de la que me quiero desprender: la que, para garantizar mi aquiescencia en la colaboración para el sostenimiento del orden social, me pisa y me arroja «más abajo todavía». Mujer, arrojada a la categoría subalterna por definición del animal doméstico en cuya domesticidad se confía sólo a medias en el fondo. Mujer, arrojada a la categoría de objeto sin voluntad propia que es arrastrado por el imperativo de la correa. Mujer, convertida en transacción aquí como en tantos lugares, traición a la madre que te parió, a la mujer que te acaria y a la que acaricias y a la amistad que os une, tres traiciones a un tiempo. Mujer, dolor encontrado en cualquier rincón de cualquier lugar de la historia, no por ubicuo menos sangrante. No se ve aquí la «visión que las clases trabajadoras tenían del matrimonio», sino la visión patriarcal que incluso (y ya es difícil) permea una visión tan aguda y crítica como la de E. P. Thompson.

Retrato lleno de ironía de la situación que acaba en una ira manifiesta (en rojo en el cuadro adjunto).
El que mira desde su atalaya de clase superior es un gentleman paternalista, un párroco, un elegante anticuario.
Lo que mira son los «indicios de una herencia aria»,  si se prueban «relaciones de sangre o contacto», son reliquias descontextualizadas.
El modo de mirar es el más torpe: arrancando del contexto, buscando «indicios», y todo ello lo «compara de modo indebido» en un neurótico afán clasificatorio de todo aquello que, sin tiempo, es imposible siquiera considerar.
El resultado final es la identificación de una lerda ideología racista y reaccionaria (¿sustrato del fascismo, podríamos decir?) de carácter radicalmente conservador, y el espejo que levanta Thompson devuelve una figura ridícula y monstruosa de un ser pretencioso que se quiere prístino y «buscador de esencias» mientras se desenvuelve revolcándose en el fango de las peores ignorancias generadoras de las peores ideologías.

La fuerza literaria de las expresiones las hace más penetrantes.
La ensordecedora propaganda del statu quo, y oímos ahí el mutis de la violencia explícita mientras se desenvuelve ante nosotros todo el mundo «okupado por la teatralización», todo el mundo performativo del discurso de los poderes y sus múltiples (y siempre en renovación) escenificaciones, el mundo de las imágenes sólo en teoría amables y amantes que nos envuelven por doquier, el ambiente de aparente laxitud y medida amabilidad que en realidad tiene la textura fría del metal, las empresas y sus parafernalias publicitarias que se convierten en «lo que hay y no hay más».
El control o la dominación asumen la forma del teatro. El papel del teatro en el control tiene que haber sido una idea que, citando a Thompson o no, habrá prendido en muchos intelectuales, por su brillantez y extraordinaria adecuación a la sociedad postindustrial. En un borrador que he recogido en esta entrada, desarrollo ejemplos de algunos de estos teatros y los que les dan respuesta, performances del poder y performances antagonistas, performances que no se limitan, ni mucho menos, al género, sino que abarcan todo ámbito en el que haya poder y subordinación.
El sentido común como propaganda de lo hegemónico. Idea clave en los Estudios Subalternos, la idea de la naturalización de las realidades sociales históricas; idea que nos sacude a nosotras, las masas, llenas hasta el borde del más común de los sentidos, inadvertidamente haciéndole «la ola» al poder en cada uno de nuestros gesto.

Y cierra el activista con esta afirmación que, si no fuera porque sabemos que su aproximación es la más rigurosa de las aproximaciones desde el más riguroso de los enfoques y a uno de los momentos más significativos de la Historia (E. P. Thompson (1963) La formación de la clase obrera en Inglaterra), podríamos considerar panfletaria: el cambio siempre ha sido resultado del conflicto.
– Tenemos estos cambios involuntarios que ha introducido el mundo digital en nuestras vidas y en el arte que nos expresa, estudiados en la asignatura de Cultura Visual y Nuevos Medios. Cambios que nos rodean como tejido invisible de lo real (aspectos «naturales» o «normales» que dejan poco rastro histórico; aquello que tenemos asumido profundamente). Cambios enormemente esperanzadores para la razón en su sentido más profundo.
– Tenemos las dinámicas del poder, el orden mundial por arriba, el ascenso de la derecha por abajo y los otros cambios involuntarios (el cambio climático en geografía física, los movimientos migratorios en geografía humana).
– Y tenemos, como siempre, como absolutamente siempre, la revolución. Nosotros somos la Historia, y nos estamos esperando a nosotros mismos.

Sólo un riguroso y brillantísimo historiador podía plantarle cara al inmenso Karl Marx sin que le temblara el pulso, abriendo unas realidades que permanecían en la sombra y en las que, como humanidad, tenemos mano, tenemos agencia, tenemos futuro.
Tarea pendiente: leer E. P. Thompson (1963) La formación de la clase obrera en Inglaterra.


Fuente de las imágenes: TeleSUR English Rear Window: A Life of Dissent – The Life and Work of E. P. Thompson
https://www.youtube.com/watch?v=eirT8D28bTk

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