
Cuando la historiadora del arte Linda Nochlin publicó en la revista ArtNews (1971) el artículo ¿Por que no han existido grandes artistas mujeres? (artículo que sólo fue publicado en España en 2008) no podía prever lo que ocurriría con muchas de las estudiantes que nos lo encontrábamos en la relación de artículos de lectura obligatoria: que no lo íbamos a leer. ¿Por qué? Porque para nosotras, mujeres de la primera parte del siglo XXI, cae tan por su peso lo absurdo de la pregunta que apenas nos interesa asomarnos a esos razonamientos que señalarán una vez más, presuponemos, amargas verdades de injusta discriminación. (Resumen del texto de Nochlin, en azul. El resto, en negro, está tomado de un manuscrito hallado en una botella de lejía.)
Soy la que, cuando nace, se piensa «ojalá hubiera sido varón». Yo soy la ausencia de pene, al parecer y según se dice. Yo soy la que no se vuelve sabia, sino vieja. Yo soy la que no se vuelve mayor, sino bruja. Yo soy la denostada por mi propio bando. Yo soy el ser que no tuve la suerte de ser. Yo soy la que da igual lo que haga: nunca alcanzará los estándares.
Postura muy significativa de Nochlin: el abordaje crítico de cualquier aspecto de la realidad implica el abordaje crítico de la realidad en su conjunto. Tras una introducción sobre la inadecuación del punto de vista arrogante y ahistórico del hombre blanco occidental no sólo por su inadecuación «ética» sino también por razones intelectuales (la aceptación acrítica de lo que es y su consideración como natural puede ser fatal). Así, la pregunta de por qué no han existido grandes artistas mujeres como pregunta que no sólo operárá dentro del feminismo sino que producirá una reacción en cadena que se expandirá a otras áreas.
¡La loca! Yo soy la que para ser oída tiene que ponerse a gritar como una loca. ¡La puta! Yo soy la que ha trabajado como una puta y ha follado cumpliendo con su deber. Yo soy yo y mi circunstancia. ¡A la peluquería» Yo no soy el hombre, sino un animal de cabello largo e inteligencia corta. ¡La hija-de! Yo soy la nieta de mi abuela, a la que llamaron «majadera». Yo soy la que se intenta restituir, pero sin éxito. ¡La sierva! Yo soy la que no tiene derecho al placer más que si con él complace, y por eso finge una y otra vez un archivo de sonido llamado orgasmo-hipertrofiado-complaciente. ¡La complaciente! ¡La monja! Yo soy la monja que jamás llegará a la categoría de cura. ¡La sin-nombre! Yo soy el agujero, el puro agujero, el hueco, el lugar sin nombre. ¡La que no sirve! Yo soy, cómo no, mi destino, un destino al que iba encaminada desde que, lubricada por sangre, mucosidad y tejidos del útero, se me clasificó como inservible servidora y aquí estoy, mundo. Para servirte. ¿Cómo voy a ser grande yo? Pretenciosa hormiga que se dirige a ti, mundo, constituido por los machos y por las que les hacéis la ola…
Estas son algunas de las respuestas que se barajan, tomadas de entre tantos argumentos que aparecen en el artículo.
Respuesta uno. Porque las mujeres somos incapaces de llegar a la grandeza. Porque si buscamos vemos que no hay: la búsqueda refuerza las implicaciones negativas de la pregunta.
Respuesta dos. Porque en el arte de las mujeres existe otro tipo de grandeza que en el de los hombres. Pero tales cualidades comunes de femineidad no vinculan estilos de las artistas: las mujeres artistas parecen estar más cerca de los artistas de su posición y época de lo que están entre sí.
Yo soy machista y señora y perro que lame las heridas del amo que es cualquier «él» y soy la-que-no-tiene-derecho-a-ser y soy un horizonte de sonido de platos fregados en la cocina. Yo soy la que sólo nació para ser vista, para ser dictaminada y validada en función del otro, y eso sigo siendo. Yo soy aquella de la que, magnánimamente se dijo «no es de plástico». Soy la niña del colegio de monjas donde no hacía mucha falta aprender desde que se había alcanzado lo básico, total para qué. Soy la guardiana del otro, para que todo vaya bien.
Respuesta tres. Porque la falta está en la educación. La mujer debe crear un mundo en el que los logros no sólo sean posibles de alcanzar, sino activamente fomentados por las instituciones sociales (pag. 22). Y debe hacerlo la propia mujer, porque los que tienen privilegios no los abandonan.
Respuesta cuatro. La propia pregunta es tendenciosa, y se apoya en el mito del gran artista. La idea de genio se cuestiona, se basa en unas supuestas habilidades mágicas y poderes sobrenaturales del artista que se repiten, desde Vasari en adelante, destacando la naturaleza aparentemente milagrosa, indeterrminada y antisocial de la realización artística.
fomentar un acercamiento con un enfoque institucional, sociológico e impersonal revelaría la subestructura enteramente romántica, elitista, de glorificación individual y elaboradora de monografías en la que se basa la profesión de la historia del arte y que recientemente ha sido cuestionada por un grupo de jóvenes disidentes.
Respuesta cinco. La pregunta se basa en la teoría de la pepita de oro del genio y la concepción libre empresarial del progreso individual. Si la mujer la tuviera, se revelaría. Como no se revela, no la tiene.
Respuesta seis. Habría que hacer más preguntas. Habría que preguntar de que clases sociales es más seguro que surja un artista. Qué proporción de artistas provienen de familias de artistas.
Yo soy ese pobre que me encuentro sentado en la acera comiéndose una lata de atún: es pobre porque quiere, pero, sobre todo ¿por qué no hay casi personas en exclusión que hayan llegado a ser grandes artistas? ¿Por qué no hay ratitas presumidas que hayan llegado a ser águilas? ¿Por qué no hay dioses que, si se lo proponen, lleguen a ser ángeles caídos? ¿Por qué no hay gente que haya llegado a ser inmortal? Y lo más grave: ¿Por qué nunca se sabe del todo lo que habrá de cena? ¿Por qué no existe la «vocación de culo», con lo bueno que sería para todos que existiera? ¿Por qué yo soy considerada loca y no genio, en vez de no loco y genia? ¿Por qué, Dios mío, por qué? Porque, humanidad, a veces te pones a preguntar e inventas la filosofía, pero otras te pones a preguntar para pisotear a la gente. Y cuando digo «la gente» digo «toda la gente», incluida yo-mujer.

Yo-original, y las hojas impresas de lo que me tengo que leer este verano.
Archivos que son de dos tipos:
– Los que son difíciles: parecen de una oposición a juez. Como el de Bruno Latour, que, como no soy macho, me costó muchísimo leer.
– Los que remueven: el chute. Como este mismo de Linda Nochlin, que me ocupa días y días…
Este Grado que curso es una síntesis de una oposición a juez y un chute psicoactivo: no se sabe qué va primero… Leeré esas dos cajas. Pero toda proeza mía será pura anécdota, como todas las otras proezas lo han sido…
Yo soy la que hace proezas que, constantemente, se ningunean. Toda la vida así, sí señor. Lo esencial ahora es que soy un «pezón de mujer mayor»,ésa es mi esencia, ésa es mi verdadera categoría. Y yo, aguantando el tipo, no soy más que eso: el envoltorio.


[…]
Yo-mujer soy pura nada, el envoltorio.
Pendiente
John Stuart Mill (1869) La esclavitud femenina.
Yo soy algo que, cuando genera algo, lo que genera no puede ser más que un amago de caricatura de la pura realidad inalcanzable a la que no sólo no tengo acceso, sino que estoy programada para no tenerlo porque era demasiado guapa y deseable como para que se me tuviera en cuenta algo que fuera otra cosa que mi propia deseabilidad, fruto de todo lo cual es mi Weltanschauung. Vaya por Dios, poco a poco me he arrugado y ni siquiera sé alemán. ¡No os sirvo del todo bien! ¡Qué lastimita!
Respuesta siete. Porque siempre se naturaliza el statu quo.
Todo lo que es usual aparenta ser natural. El sometimiento de las mujeres por los hombres es una costumbre universal, naturalmente cualquier desviación de esto no parecería natural. John Stuart Mill
Respuesta ocho. Porque se considera que el arte tiene una naturaleza milagrosa, indeterminada y no social.
Respuesta nueve. Porque, como les pasó a los aristócratas, nunca tenían bastante tiempo.
¿No sería que las demandas y expectativas puestas frente a ambos, aristócratas y mujeres -la cantidad de tiempo dedicada necesariamente a las funciones sociales-, simplemente ocasionaban que la devoción total a la produccción profesional de arte estuviera fuera de discusión y fuera ciertamente impensable, tanto para los varones de clase social alta como para las mujeres en lo general, en lugar de ser cuna cuestión de genio o talento? (Pag. 27)
Respuesta diez. El arte no se produce aisladamente, se produce en un medio al que no se da acceso a la mujer. Ejemplo: a las mujeres no se les facilitaba que accedieran al dibujo de modelos desnudos.

Privadas de estímulo, de facilidades educativas y recompensas, es casi increíble que un cierto porcentaje de mujeres sí perseveró y buscó una profesión en las artes (Pág. 32)
Respuesta once. Porque tienen que practicar el arte con frívola auttoindulgencia, como terapia ocupacional, mientras su principal objetivo es la atención al bienestar de los otros.
Respuesta doce. Porque sobresalir es problemático para una mujer.
Respuesta trece. Falta de seguridad en sí misma y de sabiduría mundana.
Primero, mundos, me aplastáis y después no sólo me acusais de ser una aplastada sino también de que acuso de aplastar y, por tanto, me acusáis de ser «acusica»; como si todas siguiéramos en el colegio de monjas. Madre superiora, madre superiora/ Qué, hija inferior, hija inferior. / Me llaman acusica, me llaman acusica./ Acusica Barrabás/ en el infierno te verás/plis, plas.
Pero seguiré y seguiré y seguiré, haciendo todos los papeles, hasta que muera exhausta. Porque la lucha es agotadora, y más cuando no se hace desde un grupo establecido. Y seguiré y seguiré y seguiré como he seguido siempre. Y adjunto, por último, este trabajo al que llamo «machismo cómplice». Porque soy uno de vosotros, machistas. Para el ingenio ingenieril que es uno de los prevalentes. Para mis desprestigiadores… So desprestigiadores de mí. ¡Pero si soy tan machista como vosotros! ¡No sé por qué no me aceptáis!
Respuesta catorce. Porque las renuncias que una mujer tiene que asumir para ser artista son infinitamente mayores que las de los hombres.
Respuesta quince. (…) Porque hace falta obsesión, concentración, tenacidad y absorción en las ideas y destrezas por su valor en sí (…).
Respuesta dieciséis: el problema eres tú.
Y se agarran a lo que sea en cada caso. Aquí vale desde el síndrome premenstrual hasta lo que sea que haya hecho tu familia política en el pasado. Cuando la cosa ha llegado al punto en que el problema soy yo, entonces vale la afirmación dostoyevskiana de que si Dios ha muerto, todo está permitido –y te cargas a esa vieja que soy yo.
Bischofberger U (2025) Siempre: el problema soy yo
Pero no es todo: Linda Nochlin señala la puntilla final, lo que te catapulta al limbo ya sin vuelta, que se lee en el subtexto a la larga reflexión sobre Rosa Bonheur. Según esto, ¿qué grandeza podemos esperar? (D. C. hasta el Fine.)
Respuesta diecisiete: tú misma eres cómplice de tus desprestigiadores.
Si tú misma eres cómplice de tus desprestigiadores, mírate al espejo.
Bischofberger U (2025) La Welganschauung de una hormiga, autorretrato (Arte digital.)
(Y termino, como siempre, llorando. Esta vez, de risa.)