El derecho a la igualdad en el terreno de la comunicación

Simplificando mucho, se podría decir que los poderosos utilizan diversas herramientas para ejercer el control sobre aquellos a los que subyugan, sobre ti, sobre mí. La primera es el dominio absoluto sobre nuestra vida material, de modo que los oprimidos no podemos, en ningún momento, vivir de espaldas a ellos. En mi opinión, la segunda sería la lengua. El hecho de considerar la lengua propia como la única válida, como la mejor, como la referencia normativa (el correlato en lingüística al antropológico etnocentrismo) no tiene, de momento, nombre, pero se le empieza a llamar lectocentrismo.
Entonces, del mismo modo que las necesidades de comer y de cobijarnos se convierten en algo que no puede desoír el orden establecido, nuestras facultades de hablar y pensar no pueden existir en esa piel natural que es nuestra lengua materna. Estas facultades se debilitan dándoles ventaja a ellos, y es que su lectocentrismo es la herramienta privilegiada de ese debilitamiento, de esa forma de ejercer el poder en el mundo inmaterial.
Igual que crueles depredadores, las lenguas de la historia colonial, construidas como «áreas lingüísticas», devoran a las pequeñas lenguas, que, sencillamente, se extinguen. Adoro mi español, pero odio su prepotencia igual que la de sus hermanos inglés, francés, alemán…

Y es que desde el punto de vista del habla, del uso de la lengua, nada más fácil, para imponerse, que imponernos el uso de una lengua que nos es ajena. Una lengua en la que nos movemos torpemente, en la que nos faltan las palabras, en la que la comprensión es lenta, para la que no tenemos el sistema fonético adecuado ni los tonos correctos…
El poder, siempre hábil, utiliza la lengua porque la detecta como la herramienta que puede decidir muchas partidas a su favor. Controlar el mundo material no es suficiente; por añadidura, hay que hacer desaparecer la libertad de moverse dentro de esa piel que es la lengua. Su control es también el control del pensamiento. Controlado el pensamiento y sometido el mundo material, la partida está ganada por completo para ellos.

El reto es buscar activamente la justicia también en el terreno lingüístico, defendiendo a las minorías lingüísticas, integrando todas las formas de hablar, derribando barreras entre la lengua oral y la escrita, no considerando ninguna lengua mejor que otra y encontrando las vías para afrontar el colonialismo lingüístico. Queda pendiente de determinar el papel que los medios digitales van a jugar en un juego en el que serán decisivos. De momento, personalmente, hago cortapegas para ir traduciendo del idioma rey al mío. Que se me traduzca todo en un clic será uno de los derechos básicos que habrá que hacer efectivos en el siglo XXII: el derecho a la igualdad en el terreno de la comunicación.

Según Jon Landaburu, en datos muy gruesos tenemos:
– aproximadamente 2000 lenguas en África
– 2000 lenguas en Eurasia (200 en Europa, 400 en Asia septentrional, 1400 en Asia meridional)
– 1500 lenguas en Oceanía (más de 800 en Nueva-Guinea-Papúa)
– 1000 lenguas en América

Estas son algunas de las lenguas o grupos de lenguas o áreas lingüísticas que he encontrado relacionadas. El catálogo está muy desordenado, no he encontrado un lugar en el que aparezca toda esta información organizada.

Bellísimos nombres de miles de lenguas que tenemos en nuestros cinco continentes poblados, copiados desordenadamente y sin estructura, aunque puede que se constituyan, un día, en algo que marque límites a lo real:

 

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