Durante la primera mitad del siglo XX, la edad adulta se convirtió en sinónimo de matrimonio heterosexual, paternidad y adhesión a roles sexuales y familiares rígidos.
The chronicle of Higuer Education
Es decir: la idea de que hacerte mayor es «fundar una familia» tal como convencionalmente la entendemos, tiene una historia, no tiene ningún sello de no-caducidad. En resumen: es una tontería más.
Palabras esclarecedoras, liberadoras, que hacen llorar porque descomprimen.
Palabras que indican libertad o, lo que es lo mismo, falta de necesidad, porque estudiar Historia es liberador no sólo porque orienta para el futuro, sino también porque despoja al pasado de ese halo de necesidad materialista que lo hacía tan horriblemente fatal.
Palabras que desnudan al presente más presente y lo muestran como caricatura, un presente de Pop Art fantástico en todos los imaginarios, de valor de detergente, brillo, burbuja, pintura acrílica: un mundo como el que se encuentra Mi tío, de Jacques Tati, oprimido en sí mismo desde sí mismo, sólo accesible con guante de vinilo amarillo.
Palabras como estropajos que arrancan su brillo a la tontería de los imaginarios de antigua tarjeta postal.
Palabras que se vierten, ¡por fin!, por encima de la institución matrimonial, no de la pareja humana.
Palabras que encuentro en unos apuntes de inglés que, aún siendo ingleses, me apartan de otros «puramente British» que me estoy estudiando en un libro «puramente British» que todo el tiempo me aplasta despiadadamente, espachurrándome encima de la realidad más roma -eso sí, con brutal eficacia.
Palabras que encuentro en el aula de inglés de la UOC, y que me confirman en la idea de que hago bien estando aquí. Ya sólo estas palabras me valen un imperio.
Palabras que cuestionan, otra vez, y derrumban, a todos aquellos que se han batido conmigo como las figuras del Goya Duelo a garrotazos: desde las ataduras invisibles del barro, desde una vida a la que se le ha quitado todo sentido, desde la esclavitud como aire que respiramos.
Porque, mientras en las altas esferas el duelo cruel parece ser de metal y cuello blanco, de misil y diplomacia, de corbata y bandera, aquí en las bajas el duelo sólo tiene una regla: la falta de libertad.
Por eso, cuando alguno de los contendientes de aquí abajo saca la pata del barro y levanta un pie, desde arriba la preocupación sube como la espuma. Por eso tiene que haber guantes de vinilo amarillo. Porque aquí la regla es que no hay reglas: la sujeción es la única, el one and only y el final.
¡Libérate, adulto, de tu adultez!
(Laten las personas de lengua inglesa. Toc toc. Toc toc. Toc toc. ¡Gracias por latir, ingleses! ¡Gracias a la pandilla de Lennon allá por la isla mojada! -Y hay vida después de la muerte. Y Winston Churchill.)
During the first half of the 20th century, adulthood became synonymous with heterosexual marriage, parenthood, and adherence to rigid sex and family roles, frase que me he encontrado estudiando inglés y frase escrita por manos inglesas.
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Nota al pie: perdón por prejuzgaros, ingleses. Perdón por equipararos, habitualmente, a los peores entre vosotros. Perdón, hermanos de Lennon, perdon, isla mojada, perdón; Emily Bronte, hermanos de William Wordsworth, hermanas de Virginia Wolf, ingleses de apellidos endiablados, Hamlet paseándose en la noche, Francis Bacon (el antiguo) bajándose de su carruaje, Pink Floyd dándole martillazos al muro -y Winston Churchill. Tanto hemos bebido de vosotros, Cumbres Borrascosas, ciénagas pantanosas, Stonehenge floreciendo con margaritas rocosas, casas en llamas, locuras varias, fonéticas endiabladas, entretenidos detectives repletos de detalles para soportar la lluvia pertinaz, ¡Guillermo Brown!– y Winston Churchill. Lewis Carroll en una barca y un sol que sale un instante y extasía, estatuas que dan sus ojos por amor. Isaac Newton y los colores. Gallegos de Europa un poco deprimidos, después extasiados, prácticos; gentes, en el fondo, sin jerarquías -y Winston Churchill. Meritorios ingleses, en vuestra isla mojada y destemplada…
Aquel día no fue posible salir de paseo. Por la mañana jugamos durante una hora entre los matorrales, pero después de comer (Mrs. Reed comía temprano cuando no había gente de fuera), el frío viento invernal trajo consigo unas nubes tan sombrías y una lluvia tan recia, que toda posibilidad de salir se disipó.
¿Cómo no ibais a estar llenos hasta arriba de melancolía? ¿Cómo no ibais a desafiar al tiempo?
– Ésta es vuestra voz: Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo. Oda a la inmortalidad, de William Wordsworth.
– Y, a continuación, algunos de los vuestros, homines heidelbergensis que emergéis allá lejos, entre la niebla y el bosque tenebroso de fresnos, con impulso civilizador siempre renaciente y fértil… ¡Gracias por ayudar! ¡Vamos! ¡Seguid ayudando, bárbaros del Norte! ¡Os necesitamos!-y Winston Churchill (mi abuela ya lo adoraba, y yo soy ya abuela).