Bischofberger U (2025) Nazi patanegra (Foto de alta resolución.)
Subtítulo: dolorosa fragmentación semicurada cuya voz espanta.
Presento este trabajo en el aula de Performance para cerrar mi performance Variaciones del saludo fascista. No quería dejar esa performance sin un texto que estuviera a la altura de su carácter performativo (esto es, arriesgado por encima de todo). Porque si vas por el mundo haciendo el saludo fascista te arriesgas a que te sancionen.
Ahora actúo online en esta performance online. Así, me arriesgo con este Nazi con criatura, que continúa otros trabajos previos muy sentidos: desde la denuncia de la injusta demonización en bloque de la llamada «ultraderecha» hasta la creciente afición a deleitarse con distopías. Desde el Nazi Patanegra que fotografié cuando estudié cocina hasta las citas de Simone de Beauvoir que hice para cerrar mi trabajo sobre el sexo, todo ello en el marco del Grado online en Artes de la UOC.
Esta receta es una receta tradicional, que se ha transmitido de generación en generación. Es de dificultad mediana, pero muy económica. Es conveniente que el o la posible chef sea un criador reducido al aura mediocritas, preferiblemente zarandeado y empapado de resentimiento. La publico también en Cuerpo y género porque si el género es constitutivo de las masas como cuerpo que somos, la fragmentación no lo es menos.
Práctica performativa en la que un texto actúa
En este caso, un texto de lo más común, que actúa igual que actúa (o es arte de la acción, nunca mejor dicho) una receta de cocina
Nazi con criatura no es una receta como la de Nazi pata negra que presento en portada: para ésta, es imprescindible el jamón, y se sube mucho el precio… Nazi con criatura es algo mejor: da un nazi esaborío, tipo carcelero de campo de concentración o incluso algo de menor rango. Pero es absolutamente imprescindible para el día a día que la tengas entre tus platos preferidos, es plenamente confiable y, sobre todo, sale barata.
Bueno…. ¡Basta ya de hablar! ¡Os comparto la receta!
Ingredientes
- Una criatura
- Sedentarismo crónico
- Normas claras, literales, estrictas y de obligado cumplimiento
- Carne. Puede ser carne animal, vegetal o mineral, pero siempre tiene que ser de las afueras.
- Desorden estructural profundo
- Razonamiento pelado
Para el adobo
- Tú no digas nada
- Tú callado
- Eso a ti no te importa
- Porque lo digo yo.
- Cuando yo diga
Harán falta: una espalmadera que sea adecuada para dar el merecido, una espátula del tipo ignorancia y el avisador. Lo más importante es que la olla no sea de presión normal, sino que supere con creces la presión máxima admisible.
Se coge a la criatura y se pone a cocer destapada y a fuego lento con ambiciones de lujo, de poder y de buen posicionamiento. Mientras cuece, se espalma la carne con una espalmadera para darle su merecido. Se pela el razonamiento y se pone en un cacharro aparte, a fuego lento, con el desorden estructural profundo hasta que quede totalmente reducido y concentrado en varios grumos muy sólidos.
Olvidé decir que, previamente, se habrá tenido en adobo con sueños de grandeza, un puñado muy pequeño de conceptos, montañas altas y canciones en cuatro por cuatro y tono mayor. En esto hay opiniones: hay quien mezcla, también, otro tipo de música o literatura universal, todo va en gustos.
Cuando la criatura está casi cocida, se agregan los grumos de razonamiento y la carne espalmada, cortada con un cuchillo bien afilado y preparada para arrancarle la piel a tiras. Es importante, en este momento, recortar la casquería (hígado, corazón, riñones, mollejas, patas y rabo). Por último y poco a poco, para que cuajen, se agregan, bien calientes, las normas claras, literales, estrictas y de obligado cumplimiento, sin dejar de remover con la espátula ignorancia. Para esto último, aunque no siempre, se solía contar, antes, con frecuencia, con la ayuda inestimable de la sirvienta escuela.
Se cierra la olla, y se lleva a la presión máxima exigible entre quince y treinta años. Para que no se les haga muy pesada la cocción, los chefs antes la acompañaban de la lectura de libros como el Dhammapada, la Biblia, el Corán, los Vedas, el Antiguo Testamento, Adi Granth, Sutras hinduistas o Whatever, práctica que, decían, favorecía que la cocción se aromatizara con un dogmatismo que tiene las más exquisitas propiedades organolépticas, coherentes y totalizantes. Pero últimamente estas lecturas se queman con todas las demás, se prefiere el ahumado como totalización totalmente totalizada, y se cuece en el silencio.
Se sirve con una servilleta con los colores de la nación o nacionalidad. Se acompaña con todo tipo de verduras: árboles de bosques enfermos, amapolas en peligro de extinción, lo que no llegó a nacer bajo el césped e incluso lechuga, eso sí, todo picadísimo en brunoise. Como sugerencia, no poner velas en el centro de la mesa, sino minimisiles.