
Está en el sofá, grácil, y todo está impecable. Siempre fue un temblor respetuoso. Está saliendo sola de un grupo familiar repleto de prejuicios, es transgresora, bebe, quiere vivir, va a tener un hijo, decide no tenerlo, es rechazada, quiere seguir viviendo. Ahí su sueño de libertad. Finalmente se ata a un hombre que la entiende sin palabras. Se exige, busca, adelgaza, tiembla, sigue buscando. Ella no entiende de grupos familiares repletos de prejuicios, escapa a ellos. Ella quería vivir. Ahí su sueño. Ahora, el hijo la ata al lugar y al momento que eran sólo un proceso. Era un temblor. Ahí está su sueño: que lo pinte.
Está tumbada en la mesa alta, rodeada de pilas de papel. Fue criada por una madre enferma, siempre en la cama. Siempre agonizante. Siempre triste. Después de comer, le viene una angustia sorda, que cuenta. Lo cuenta todo. Tiene una caligrafía formada. Ahora, crecida, busca donde sea y encuentra en un rincón, encima de una mesa, en el cuartucho, con el poco adecuado y muy ambicioso y disconforme, entre fotocopias y montañas de papeles, en medio del olor a ozono, gas metálico y picante, el placer. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está escribiendo. El sueño y la fantasía, la poesía en mitad de una mesa camilla de pueblo que no da más de sí. Escindida entre el sueño y la fantasía, la poesía y el cálculo rácano con el que nunca quiso estar de acuerdo y que acabó atrapándola. Pero el sueño y la fantasía, la poesía prevalecen, engorda en dulces, sueña con un perro pequeño, blanco y rizado, pero no es posible porque nunca se liberó del yugo al que fue destinada por la escisión primera: escindida entre el sueño y la fantasía , la poesía y el cálculo rácano. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está mirando la revista de diseño. Creación de obra en ladrillo poco a poco, construida con la savia de todos, todo supeditado a la obra en ladrillo, a lo que llaman «casa» que, en este caso, es despliegue de sí, puro subir de nivel, obra de gusto, proyecto máximo, encarnación de ella misma en lo que ella, de inmediato, ve de ella. Fuera, sopla un viento que desnuda palmeras, las deshoja, a pesar de su dureza. Ella es esa casa de diseño, ella es el sofá, ella los ventanales, ella se ha empapado de las marcas que, mudas ahora, le dan el anhelado estatus. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está sentada en los cojines del rincón enmoquetado de su casa. Hijos, marido. Le ha hecho una tortilla de patatas a los hijos, y el marido anda con ellos, esos ricos que toman heroína y después merengues, esos ricos que son amigos y después se bañan juntos, esos ricos que ella llama parásitos. Marido, hijos. Está aguantando, aguantando, resistiendo, resistiendo, fuerte, agarrada a la tabla porque la tabla es ella misma, la mejor parte de ella. Antes el hijo no reía, ahora ríe. Salvarse todos. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está mirándose al espejo. Necesita negociar el placer con su cuerpo. Tiene que desplegarlo en bandera para alcanzar satisfacción. Fue maltratada al parecer. Ahora se mueve entre las pinturas de labios, las dietas, los bolsos, los tacones, las páginas de citas de internet y los hombres de una noche o dos, antes entre las moras, las páginas escritas con enormes letras infladas, el hambre, la complacencia, la falta de ambición y el aguante. Ahora su cuerpo hermoseado como vía de placer. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está sentada en el salón junto a una mesa baja con un hijo a cada lado, atendiéndolos. Ha preparado una cena frugal. Previsora, tiene una gran casa, lleva minuciosamente las cuentas con auténtica laboriosidad. Acomete la estructura del trabajo con una inteligencia también incansable, se sitúa, se resitúa, no cede posiciones. Avanza en todos los frentes, no se queda quieta, no negocia ni perdona nada y tiene una paciencia ilimitada. Se deja abofetear, el ojo amoratado por ese oscuro que respira a su lado y que, a pesar de todo, es usado de empuje hacia arriba. Hacia arriba, hacia arriba porque todo se va materializando, su sueño realizado en caminos repletos de huellas de costras y morados. Llega lo justo, llega, llega. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está luchando en el ruedo muy grande de un lugar muy pequeño, en el ruedo sangriento en que murió aquel ser querido, traidoramente asesinado disimuladamente, en el curso de esa pelea atroz que, a gran escala, es la gran lucha que se libra ahora en el planeta Tierra. Toma la alternativa. Antes, fue su padre el que libraba la batalla. Ella se involucra y sigue, es la que sigue el curso de la Historia en su historia, y su sueño coincide con el Sueño con mayúsculas. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está mirando por la pequeña ventana en un rincón del mundo con su madre de manos manchadas de tierra y su amplio guardarropa. Se pinta las uñas limpias, sueña en manos sin tierra y recibe en herencia el negocio no de tierra pero sucio, gris, oscuro. Comprende la naturaleza del negocio y sigue negociando, no de forma ilegal, pero si aprovechándose, tras su amplia pantalla blanca su vida gris marengo. Encuentra más ropa, más ropa para su guardarropa con ambición de infinitud, quiere olvidar las manos manchadas de tierra sobre todo, y sueña que no hace nada que tenga un «pero». Avanza, pero nunca llegará, pero no puede limpiar, pero tierra de las manos, pero ya no puede huir. Manos sin tierra, ahí su sueño. Que lo pinte.
Está en su casa en ruinas casi, ella es pura armonía, la casa hecha de trozos de cosas con roturas, sus hijos también rotos, genéticamente destrozados ellos también, pero alegres en medio de su crianza dulce. Es puro cristal, impoluta, atravesada por todo mientras nada la alcanza. Corazón transparente y de gloria. Sin sueño. Sólo superviviente. Sin entender, con toda la comprensión humana del mundo. Solo parte del ser universal, espíritu de nada. Y compra chucherías, y cede, y no sabe porque no saber es su ser que no refracta nada. Y no lleva las riendas de nada, sólo flota. Seguir flotando, seguir. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está confesándose. Las rodillas, con restos de suciedad inmemorial, como el alma, el alma que es alma sólo de boquilla. El pueblo, la provincia, la iglesia, la misa, el qué diran, el cura, la hija única que hereda y es alguien en el pueblo, la provincia, la iglesia, la misa el qué dirán y el cura. Las paranoias que le nacen, le crecen como yedra y se perdió. Está perdida del todo, aunque tolera que el jerbo le huela el pie porque podía haber sido mucho aunque no tenga alma ahora. Su sueño es sólo la suciedad inmemorial y su alma de boquilla de rodillas, ya nunca de pie. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Esta tocándose los rizos. Su cabeza es determinante, sus rizos oscuros, su boca grande. Nunca podrá acoplarse del todo al estándar requerido. Burbujeante, alegre, salta barreras, hace preguntas, se ríe, es objeto de burlas, risueña, avanza inteligentemente, demasiado amplia para saber lo que no puede, demasiado buena para abanderar triunfos entre otros que no son para nada como ella, aparte, burbujeante otra vez, rizada otra vez. Su sueño hubiera sido ser, no sé cuál habrá sido, habrá quedado estéril dormido en una cápsula. Sueño dormido, intacto. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está en mitad de un proceso de autosuperación interminable, porque ha llegado a un mundo al que no alcanza. No avanza pero avanza su voluntad, tesón irrefrenable vapuleado por un látigo familiar impío. Claro que avanza, con dientes apretados y la seguridad corporal que da el placer, almohadillada de codicia. Su propia voluntad la envuelve y deja de ver; su propia dignidad la ciega y deja de respetar; no hay compasión y tampoco hay compasión por los demás. La justicia por una vez la ha matado. Su sueño es ella misma sin frenarse ante nada. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está formando parte de un grupo peligrosamente sectario. Tiene curiosidad, ganas de demostrar. Se mueve en su cuerpo bien temperado por lugares poco apropiados. No llega a tocar tierra con los pies. Sigue sin contactar, a pesar de los años. El grupo peligrosamente sectario ha entrado, como vídrio, en sus órganos, y ahí está, controlando de forma invisible su respiración, controlando con el campo magnético del poder su ser imantado. Bailar del todo el baile eléctrico que la catapulte. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está matando a la cerda porque no pudo ayudarla a parir. Está llena de sangre, manos llenas de sangre, brazos hasta los codos llenos de sangre, salpicada, los chillidos de la cerda, y ahí el sueño de la vida rural apacible. Le han robado los pescados que cultivaba en la charca, y los perros murieron porque los dejó solos en la finca, y ahí el sueño de su estátus agonizando en ellos. Come manzana mezclada con agua en la batidora, y ahí la buena vida, la vida alejada de la civilización. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Está en la posición del loto y huele a pino. En su mundo de sobrio y elegante lujo, en sentada zen porque su hija, la violonchelista u otra, no sé, porque tiene muchas, le ha dicho que está embarazada, y esto es un golpe de envergadura descomunal para ella, no ve salida. Tiene. Tiene un bosque de pinos pequeño pero para ella sola, un cuatro latas y su marido le pone cientos de miles de cuernos en sus cacerías. Se ha sentado a hacer zen. Ahí su sueño de distinción, en esa astronomía que, de pronto, le interesa. Ahí su sueño lejos, lejos, lejos de lujos, lejos de hijos. Lejos de sí en su pequeño cuatro latas: ahí su sueño. Que lo pinte.
Está vendida, haciéndole un encargo a un familiar del hampa institucionalizada. Ha trotado sola por cientos de sitios, llena de ingenio, brillante como una estrella y estrellándose, ensuciada por una mano beata, alquilando pisos, teniendo intensas relaciones con instituciones dudosas, pintando cuadros, generando realidades, hijos, negocios, viajando, sin parar de desbordarse y, al final, cayendo al profundo hoyo del que estuvo toda la vida saliendo. En el encargo del familiar del hampa institucionalizada: ahí, al final, su sueño. Que lo pinte.
Está en su terraza, rodeada de plantas de verde avasallador, brillantes, removiendo el café, erguida encima de todas sus cicatrices. Cuando llegaba él y oía su llave, a veces se orinaba. Él la llevaba a aquel campo desierto mediterráneo, desierto y huérfano, desierta y huérfana ella también, le decía que bajara del coche, que se apoyara en el capó, allí era. Golpes, sangre, dolor, gritos que nadie oía y al coche otra vez. Sueño verde, ahora sentada erguida, y ahora también le ha aparecido en el pecho la muerte. Sentada, erguida, verde. Ahí su sueño. Que lo pinte.
Ahí su sueño. Que lo pinte
Hasta aquí, sueños. Sueños de mujeres amigas presenciales con las que he compartido espacio, realidad y acciones. El psicoanálisis se desintegra y, con él, un corpus teórico encorsetado que se está gangrenando. Un corpus teórico amplísimo se desmorona.
«Mi sueño» como tal, el sueño propio, es innombrable por definición
¿Y yo? He pasado sin detenerme en ningún sueño. Apenas puedo saber cuál es el mío (no porque sea inconsciente, sino porque ningún sueño está cifrado) ni cuáles son los puntos ciegos (porque por definición, son el fondo desconocido). Pero estoy segura de que:
- Mis posibilidades, están determinadas por las tres historias, la de mi cuerpo y la de mis agentes de socialización (mi historia de salud, familiar y laboral). Como no consumo Medios (sólo Google, la IA de Bing y el canal de noticias), una de mis peculiaridades es que los Medios están excluidos.
- Mi dirección está guiada por mis sueños. Son ellos los que crean mi futuro, que se crea con lo que llaman «creatividad», como todo lo demás, y que son hijos de las posibilidades que siento latir en mí, del mundo como figura arbitraria que formo, del capricho y de la casualidad.
- El resultado final suele ser más producto de los puntos ciegos que de cualquiera de las otras cosas.
Sueños que forman parte de la Historia
Cada proyecto es original, y tener o no contactos (compartir el camino) depende de en qué medida es un proyecto específico, en qué medida hay otros que lo comparten… y en qué medida forma parte del de la propia Historia con mayúsculas. Mi proyecto de saber no es muy popular, pero el saber forma parte de la Historia con mayúsculas. Por eso lucho, lucho por incorporarme a ese mainstream del pensamiento, lucho por no estar sola. Cuanto más mayor, más miedo de estar sola en el camino… porque no es que no vea: es que me puedo caer.
¡Archivemos ya a Freud!
Mundos del Arte, no sigamos jugando con presupuestos teóricos caducos… De verdad, archivemos ya a Freud, el «Freuz» de nuestra amada lengua española. Sijmun Froiz, archivado. Ya está bien. Parémonos de una vez por todas. La imaginación tiene una historia que es de todos y de cada uno. El futuro tiene que ver con la imaginación, es construcción, es memoria, pero el presente tiene que estar bien construido, no se construye con misticismos sino con recuerdo y reflexión. La imaginación tiene que ver con la fragmentación y la recuperación. Fomentar la imaginación vívida mediante insinuaciones que no sean mera reproducción es misión del arte, un arte sin grandes palabras. Construir futuros episódicos bien informados, revisar al detalle la propia (¡Propia! ¡Individual!) biografía.
Calzar las historias en la Historia, pero sin calzador
Tratar de calzar las historias en la Historia, pero no con calzador… Eso tiene que venir dado desde dentro, no se hace con recetario. Si no, creedme, Mundos del Arte: si no, la clientela va a dar carpetazo al cubo blanco, al género, al colonialismo, a todas las conceptualizaciones que son imposición y va a volcarse en las otras culturas, el esoterismo, las dietas milagrosas, la astrología, la piedra filosofal y, en el fondo, todo lo fácil, lo no-discursivo, el no-pensamiento, la sandez grandilocuente predicada por cátedras de otras áreas. Hay que abrir biografías. Si no, el sueño será el sueño hueco afín, muy afín, increíblemente afín al fascismo.
Mapa conceptual a partir de un repaso de resúmenes de algunos artículos cienfícos. Fuente: información proporcionada por Gemini.