Bischofberger U (2024) Amor al saber en fichas, tengo de muchos lugares y autores, son mi patrimonio cultural y siguen siendo esenciales (Foto de alta resolución)
Nota a la foto: los cartones de separación de las fichas se los comió mi jerbo, por eso están así. Mi jerbillo de Mongolia, llamado Chiquilín.
A la olla hay que echarle libros.
Hay palabras que, en la olla, echan humo azul.
A la olla hay que añadirle humo azul
Y, hoy en día, también luz. Luz azul.
Es un azul que quiere que tus ojos miren al infinito,
Entonces, si no dejas espacio enfrente, tus ojos se ciegan.
Pero ¡no temas! Nadie ve mejor que un ciego.
El azul te lleva por los espacios siderales
Donde cuelgan todo tipo de seres,
Y esos seres… ¡tampoco temas!
Son seres amables, inocentes, volátiles,
Incapaces de matar a una mosca.
El azul es el blanco del papel y el resplandor del ordenador.
Resplandecer parece tan abusivo como abstracto:
Pero es tan seductor que, admítelo, no puedes negarte.
Las esferas parece que tienen sed, pero en su sed te sacian.
El azul también es amor. No cabe duda alguna.
Personalmente, mi olla está llena a rebosar de libros
Leídos en el metro, en el retiro, en la silla, en la sala de espera,
En la cafetería, en Scribd (ahí me canso un poco más, lo reconozco).
Muchos, leídos a medias. Otros, un trozo. Otros, nada, todavía huelen al lugar de donde vienen.
La mayoría, inocentes. Pero algunos, también, hechos ceniza
Me llegan a la boca. Pero no los escupo. Son libros de consuelo, con palabras perdidas en la noche.
Yo me los bebo todos. Y, de pronto, la luz de los colores, no sé por qué, es azul.
Porque nadie me ha explicado nunca,
Ni está explicado en ningún libro, de verdad, el azul del cielo.