Bischofberger U (2024) Yo criogenizada aquí (Fotografía digital de arte efímero)
Aún no he resucitado, pero resucitaré.
La crioconservación será habitual dentro de cien años, dicen. Por eso, criogenizo esta estatuilla, cuya esencia me viene del pasado muy remoto y cuyo futuro diseño aquí, en mi cocina.
El frío detiene su deterioro, y la luz la convierte en un diamante.
Formará parte de esa cocina que es mi espacio expositivo, de esa instalación en la que la mirada atenta será el eje. Y tendrá una música que está pendiente de determinar… porque los tránsitos entre estados deberían definirse, en la literatura científica, casi como algo místico.
(Se me quedaron las puntas de los pies fuera, pobre yo. El mundo al revés: notaría el cuerpo frío y los pies calientes, esos pies que están más deformados ya que los de la estatuilla, de tanto que han andado.)
Este trabajo es parte de mi trabajo (todavía sin título) figuritas/estatuillas/Yo figurita aquí que va a ser una Instalación en el espacio pequeño. En este trabajo, retomaré la íntima relación con las estatuillas que hemos tenido toda la humanidad de siempre y que mi profesora Jodie Di Napoli me ha subrayado, y la expandiré. La moldearé, en vez de en barro amoroso, en frío plástico, que será el que me constituya. Así, mi figurita que llama desde la vitrocerámica, mi figurita energizada junto al microondas, mi figurita reflejada en el lavavajillas, mi figurita pensativa… todas soy yo, pero, sobre todo, yo soy esa figurita que viene de los inicios y que se prolongará hasta el final, esa estatuilla hecha en lo que sea que recorre el todo unitario que somos igual que una bandada de palomas… Que todos somos ya, por tanto, de entrada, a la salida, con o sin criogenización.
Bischofberger U (2024) Esta también soy yo: pequeña e infinita. (Captura de pantalla digital, con fondo negro, de una estatuilla neandertal, objet trouvé en Siberia, Rusia. ESTATUILLA DE BRIANK, Marfil de mamut, -21.000 años, 5 cm. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia (Kostanrín Gavrílov). Fotografía de Alexey Pakhunov.)
¡Qué elegante es el hielo! Me veo tan elegante, que me seduzco a mí misma. Tanto me seduzco que me niego no ya a ser olvidada: a morir. Porque contra el olvido, no hay congelación que valga.