Crítica contundente al psicoanálisis

Bischofberger U (2024) Collage de pene erecto (Dibujo digital en color)

Esa otra pseudociencia que hemos heredado de nuestro siglo XX, junto con un marxismo que tuvo tantos aciertos y tan garrafales errores; esa otra pseudociencia que iluminó tantas cosas, a la vez que confundía y condenaba como la más absurda de las religiones; esa otra pseudociencia que manaba a borbotones de quien presumía de conocer la líbido, pero la alimentaba con chutes y más chutes de cocaína… es tiempo de que sea cuestionada; psicoanálisis, cuna de tantos errores…

A pesar no sólo del dinero que mueve, no sólo de las instituciones que apuntala; no sólo de la maravillosa fábula que es en sí mismo, ocurrente, gracioso, estimulante, pornográfico como pocas cosas, personalmente cuántas veces me he masturbado leyéndote, Freud. Atento a todos los estados de conciencia, metafórico, sugerente… Psicoanálisis, fábula al fin que no se sostiene: al revés, es ella la que sostiene un sistema y a grupos de presión que la neurociencia hace tambalearse y que están luchando por no caer.

Me gusta el falo, digo más: me encanta. Hombre o mujer, gustas, falo. A mí, ¡vaya si me gustas! Esa explosión de deseo no mediado que eres y representas; esa turgencia que promete placer; esa herramienta que es muchísimo más que la mano, que nunca llega bastante y, que si llega, es sin baile concomitante de todo el cuerpo… Desde el punto de vista ajeno, eres candidato a una buena mamada, jamás exigida, claro, eso ni se te ocurra.  El falo habla por sí mismo. ¿Qué mujer o qué hombre, qué persona negaría esta evidencia, que hasta el Macaco Rehsus conoce de primera mano? Y por cierto, ¿puede la IA desmontar las falacias relativas al sexo? ¿Puede razonar fundamentadamente sobre sexo, faltándole esa razón de peso que es el cuerpo? No sé, IA, si me entiendes…

De adolescente, al leer a Bertrand Russell (1979) Por qué no soy cristiano, retaba a mis amigos: «venga, demuéstrame que no existe el ángel de la guarda» porque está claro que la inexistencia del ángel de la guarda es indemostrable. El psicoanálisis sigue siendo irrefutable, infalsable (como, creo, hubiera dicho Popper). Adoro el pene, a quien no adoro es a quien lo usa como arma o, por supuesto, a quien me lo mete sin que yo quiera o sin que a mí me guste que me lo meta, que ha sido lo habitual. Y como han sido muchos los que han obrado con tal disocialidad (y no digo «con tan mala naturaleza» porque el pene es tan inocente como una margarita) decía: como han sido muchos los que han obrado con tal disocialidad, tengo una precaución enorme antes de contar lo mucho que me gusta el pene. 

He aquí un botón de muestra de cómo los jirones de psicoanálisis que todavía tienen voz en el mundo despliegan un discurso que, aún hoy,  tiene sitio en los imaginarios como dogma, sin que nadie lo tache de fake, de pseudociencia ni de estafa intelectual; que se injerta en el ámbito universitario sin que nadie del discurso científico lo detecte como «objeto extraño»; que gana tanto como la historia de Los Tres Reyes Magos porque, lo que sí está demostrado, es que el ser humano necesita la fábula tanto como la vida misma. Y no ilustro reproduciendo las palabras de esta silviafelipe, por poner un ejemplito de nada (https://www.silviafelipe.com/post/el-falo-o-del-poder-que-mueve-el-mundo), porque no desearía, por nada del mundo, que nadie las tomara como que son mías propias.

Viva el pene. Viva el falo y viva la fiesta profana que nos contaba en la RESAD Fernando Doménech. Viva el paquete. Viva su defensa explícita y gozosa.  El pene es un encanto. Merece todo el respeto que merece el cuerpo, el cuerpo humano, el cuerpo de la mujer, el cuerpo del hombre, el del niño, el del viejo, todos los cuerpos y, por supuesto, el respeto inconmensurable que debería merecer el placer del cuerpo. Olé por esa materialización visual del placer que es el falo erecto. ¡Respeto hacia el falo erecto! Puede que haya sido símbolo de esto o de aquello. Pero todos sabemos  la relación entre el símbolo y lo simbolizado, y, si no, nos la estudiamos en la universidad (Universidad de Uruguay, por ejemplo), no nos la inventamos.

Que no te duela haber gastado tanto tiempo estudiándote a Lacan, a Wilhelm Reich, a buenas partes de Marcuse, a Freud, a Jung, a Alfred Adler y a tantos otros. El psicoanálisis ha tirado muros, abierto problemas, iluminado la conciencia como aspecto clave de la vida;  ha generado ideas a raudales, interpretado sueños, originado discursos pseudotécnicos. Ha dado trabajo, ha dado colectivos que hablan como profetas o como iluminados, e instituciones y disparates. También ha creado muchos delirios monstruosos. Como el horóscopo o el eneagrama, es flexible y siempre válido. Como la religión, es persuasivo. Como las películas, entretiene, entretiene muchísimo. Nos ha aproximado el sexo, pero ¿cómo perturban a nuestra civilización las luces y sombras que ha proyectado sobre él?

Como cualquier aparato conceptual, es metafórico y nutre, es una buena parte de la papilla con que se ha alimentado occidente en los últimos tiempos…   pero ya va siendo hora de que hagamos crítica contundente a papá psicoanálisis.

Tareas pendientes

  • Carta a la IA sobre el falo
  • Necesidad que tenemos «las masas» de discursos interpretativos rápidos ahora que la ciencia se vuelve cada vez más densa
  • Tendencia a la creación, nuevamente, de dos culturas: la humanística que respeta la científico técnica y la del mito y la sinrazón
  • Justificar por qué hablo en primera persona
  • Desarrollar los apuntes sobre la etimología de «salvaje» y el término hyle.
  • Explicar el dibujo de portada:  remix de recortes de búsquedas de Google hechas con la palabra «psicoanálisis» en distintos idiomas, búsquedas que desvelan nuestras tendencias y cómo se diferencian de las de nuestros vecinos, etc.

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