Bischofberger U (2024) La tibieza que somos (Sketches blanco y negro, recorte de papel pintado a lápiz convertido en .png y modificado en Paint, con mano.)
No somos más que islotes de tibieza en cadena, tú uno yo otro, conectados de vez en cuando por un cordón umbilical, enlazados en abrazos, rehechos una y otra vez en la mezcla de fluidos. No «arrojes de tu boca lo tibio», Logos, Inteligencia de Dios en tu Biblia: quédate con lo tibio del mamífero que somos y expulsa de tu boca el frío contra natura, el calor contra natura que quema, todo aquello que va contra la única «natura» que cuenta: la nuestra.
Quédate con lo tibio, sólo puedes prever la temperatura de lo tibio, esos treinta y seis y medio y treinta y siete grados de mi vida y de la tuya que me abrazan, recuerda la paz de lo tibio, recuerda la plenitud de lo tibio, y su presente, y su olor y su aliento en mi nuca, como lo mío tibio rebota en la tuya.
Busca lo tibio. Haz una oda a la tibieza del mundo, como a la blandura y a lo suave que se desliza meramente por las superficies. Eso es amor la mayoría del tiempo. Y la memoria vulnerada por lo que supuestamente es ciencia debería ser memoria de lo tibio. El tibio cuerpecito joven de Tutankamon, ¡ay!, daría entera la pirámide de Keops por recuperarlo. La tibieza de ese bebé frío ahora, ay, dónde está su palpitar muerto en el frío. O las manos frías, de pronto, de mi madre con esas uñas mal pintadas que aquella enfermera amantísima arregló, fuera de todo protocolo, de favor, porque sí, sin contraprestación, ¡Gracias, gracias!, ¡GRACIAS!, y esto fue lo primero que se hizo en el postmortem, antes de la cremación, por mí, por ella y por sus cenizas conmigo…
Quiero lo tibio en ti, aquello que se va a llevar la muerte, la tibieza, la flexibilidad, la blandura, no la imagen 2d ni nd. Es a ti, tibio, a quien añoro con los pies fríos moviéndose allá lejos a mis pies: tu tibieza sin nombre pero no anónima, ¡oh amor perdido!, ¡oh amor siempre buscado!, ¡oh amor nunca olvidado en ningún lugar por nadie!. Amor perdido en el último rincón de la última esquina del último lecho del último mamífero del mundo (¡Y las aves!!) o de la última ave, ave con amor sin leche.
La leche tibia como casa. Recuperar la tibieza de la leche, sacarla del bote donde se guardan las palabras feas y ponerla en ese centro que se merece al fin junto al ternerillo, junto al cordero que llora, en el pedestal merecido de la vida. Resucitar a Tutankamón con ella. Las aves arrastradas por los tornados, resucitadlas. Bajar a Cristo de todas las cruces y enterrarlo dignamente, que no se vean sus llagas.
Amor entre los escombros de Gaza, tibio amor que recupera, amor que recicla y vuelve a conectar los islotes de los tibios en cadena que somos. Aprendamos de las aves a sobrevolarnos.
Llorar por las heridas pasadas sin mostrarlas y recuperar la tibieza al fin.