Un suspiro responsable

Bischofberger U (2025) Albatros en azules (Arte digital con Paint)
Respeto a mí debido. Pequeños scripts, retazos, que indican que una vida humana no es fácilmente resumible ni enjuiciable. Es un tipo de perfil autobiográfico, que hice hace mucho y actualizo ahora, en el que se relaciona el respeto con la responsabilidad.  Es un ejemplo de que el pensamiento como actuación, igual que la propia actuación, si se descontextualiza no puede ser objeto de juicio.
Pinceladas de mis contextos, collage de mis avatares que pongo en plan esquela, por si ahora, que soy mayor, me muriera in medias res.  Porque de morir, siempre moriría in medias res.

ÍNDICE DEL SUSPIRO

1. MIRÁNDOME POR FUERA, SOY. Digo cómo soy por fuera, y cómo me ven.
2. MIRÁNDOME POR DENTRO. Digo cómo soy por dentro, qué quiero y siento.
3. ESTOS SON. Digo qué cosas me valen la pena en mi vida y en qué cosas he fracasado o lo he pasado muy mal.
4. SIEMPRE EL EXCESO DE LUCHA. Cuento algunos hechos anecdóticos, representativos de ese exceso de lucha.
5. CREO QUE SOY. Hago un resumen final, para conocerme es suficiente.

1. MIRÁNDOME POR FUERA, SOY

Mirándome por fuera, soy
muy mayor ya,
(no creo que interese, pero insisto):
de mediana estatura, justa altura,
de pelo ahora canoso, antes rubio oscuro –que cambio de color de cuándo en cuándo,
despeinado; si hace viento, de espaldas, soy réplica de un Einstein
recién despertado. Facciones de expresión variable, tan cambiantes
como la luna: ora furiosa, ora embelesada
-pasa una nube: un instante inexpresiva o relajada,
ahora un poco triste a veces.

Visto desarrapada.
Hablo y como y recojo muy rápido,
decido y pienso rápido,
todo, todo, a gran velocidad,
al galope.

Tengo de siempre un Seat blanco, abollado;
un apartamento pequeño
y otro en la playa, con toallas,
las tumbonas me las robó el inquilino.

Trabajo desaforadamente,
veo poca tele, miro mucho por la ventana
y todo lo hablo por los codos.

Digo lo que hay que decir
y lo que no hay que decir se me escapaba antes a borbotones.
Soy desconcertante, dicen. Bastante impredecible. Anticonvencional. Un poco tonta.
Puedo ser, igualmente,
cálida o cortante.
Caigo mal habitualmente.

Soy chocante: invento situaciones
inverosímiles, de las que nunca nadie creería ciertas,
atípicas, pueriles, difíciles,
peligrosas o muy arriesgadas.
No soy agradable, pero sí notable;
No soy sociable, pero mi compañía íntima excluía antes cualquier aburrimiento:
alguien a quien recordar,
-éste es mi consuelo
Ahora puedo estar sin reaccionar mucho rato,
aunque, como reaccione, la lío
como si tuviera veinte años.

2. MIRÁNDOME POR DENTRO

Mirándome por dentro, soy
como elegante albatros
-alas de envergadura-,
trepo cirros y nimbos…

Mas ¡ay! luego no puedo
caminar por el suelo.
Hoy, exultante,
abrazo desde la altura
el mundo que sobrevuelo;
Mañana, hasta el plumón
mancho de ceniza.

El sueño azul me mueve:
siempre creo en lo azul
con fe imperturbable.

Delineo un porvenir
de libertad y dicha
con ladrillos de esfuerzo
y razones fundadas.

Pero el azul no existe
-aunque me empeñe.
Siempre vuelven
todos los colores,
y el blanco final
con su invasión muda.

3. ESTOS SON

Estos son
los islotes de felicidad, en el océano,
que aligeran mi vida.
Todos ellos han sido pilares de mi templo.

Ha sido islote de felicidad
mi perro, emprendiendo carreras sin freno,
surcando la arena blanca, la playa de algas,
perdiéndose en el horizonte del mar,
volviendo, siempre fiel. Mirando la lejanía
con la trufa de un filósofo.

Fue islote de felicidad
el monte mediterráneo, junto al mar.
La fragancia del tomillo y el romero,
los vericuetos de las sendas,
las rocas, y las gaviotas cayendo en picado
o alzándose altaneras con su grito
de vida entusiasmada..

Fue islote de felicidad,
tras esfuerzos sin cuento, al fin,
el descubrimiento de los niños tras la indagación psicológica,
la lectura atenta de las pruebas, de sus dibujos,
la interpretación de las palabras de sus maestros y de sus padres,
la redondez final del alma, como esfera, en tu mano.

Fue islote de felicidad
la clase de los niños pequeños,
-olor a goma, pequeña silla, pizarra-.
La construcción del mundo,
la magia de la palabra,
que se convierte
en monstruo verdadero en el cuento,
o que, escrita, habla.
“Maestra, aquí dice mariposa”.
El descubrimiento asombrado,
el entusiasmo genuino, el amor fiel,
la plenitud del instante.

Es islote de felicidad
el estudio de la filosofía, otra vez, en el Grado.
El descubrimiento de algunas corrientes filosóficas, la profundización en la complejidad de lo artístico, los acercamientos a la comprensión del software, las asignaturas que irrumpen como una revelación,
la exploración íntima de lo que puede ser el arte fuera y de aquello en mí misma que es arte,
la ilusión y el agradecimiento por aprender guiada.

Fue islote de felicidad
el libro. Sumergirme en las páginas
como en niveles tectónicos,
abrir los ojos palabra a palabra
hasta ver la figura completa
-la figura pasada de tu ignorancia.
Bucear en ellos como en agujas de pino
huyendo del olor a polvo del día a día.

Son islotes de felicidad
las cornejas, no sólo mirándolas, mirándome ellas a mí como personas;
las cornejas, su historia y su memoria, doliéndose de sus desgracias y contándomelas con la dirección de sus miradas,
alegrándose de mis contribuciones a su vida,
lanzando graznidos de horror en el paseo el día en que subió la espuma en la playa,
esperándome, saludándome, acompañándome la más mayor y grande
según iba yo caminando, siguiéndome a saltitos.

Es islote de felicidad, ahora,
mi blog de la UOC, donde me explayo, donde se me ensancha el alma,
donde toman cuerpo mis días de fuera del sistema que transcurren sin acontecimientos,
donde la memoria adopta formas caprichosas que sujetan las lecturas,
mi imaginación trepa y se engancha, puedo hablar en todo tono,
parece que alguien, al menos, me escucha,
pierde el tiempo mi fantasía cuando lo que debería hacer es estudiar.

Todos ellos han sido pilares de mi templo.

Pero luego se extienden los páramos infinitos de los asfaltos, las luchas, las decepciones, los engaños, la enfermedad, las estafas: todo aquello para lo que soy presa fácil y, a la vez, rebelde fiera oponente, imbatible que nunca se rinde.
Ellos son las ruinas de mi templo.

Mira,
una dulce cariátide rota en el rincón
es la batalla perdida con mi amigo.

Ese olor fétido que llega
es la envidia de algunas de las llamadas compañeras de trabajo o de clase,
que hacen un eco incómodo de mis logros, o me escupen o injurian.

Esos cascotes amontonados
son las peleas con los promotores, directores, inspectores y gente de más poder en los centros educativos.

Las basuras del recodo
son el tiempo del comedor social, de comer con fetidez de orina y teniendo que rezar un padrenuestro antes.

La parte devorada por el musgo
es el cáncer que sufrí.

Las flores que quedan, pocas, representan los objetos, vendidos apresuradamente,
para salvar el pago de las cuotas.

La piedra abandonada es la propuesta
que nadie siguió porque era incómoda.

El silencio es la soledad cayendo como un muro blanco de dolor e inmovilidad
cuando la jubilación expulsa de los flujos del mundo y catapulta al vacío de sentido.

Las grietas son las rupturas con las que afronto lo más doloroso, el cuidado de mis personas de mi familia que sufren,
sin la presencia de esos otros que se desentienden

Despeinada,
haciendo todas las reclamaciones, todas, sin saltarme ni una, poniendo todas las demandas, subrayando todas las mejoras, entrando en barrizales hasta las rodillas y más. Haciéndome incómoda, pero amante siempre. Incómoda, pero comprometida. Poniéndome yo en juego por las cosas. Barajándome sin reservarme nada para mí, para mejorarlas a ellas.

4. SIEMPRE EL EXCESO DE LUCHA

Siempre el exceso de lucha, que da brío
y que también desgasta.
A los diecisiete,

cargando a Schopenhauer y a Freud, al Ulises y El Ser y la Nada en la bolsa de viaje que llevé a la playa.
Últimamente, estudiando sin parar,

quedándome, apenas, tiempo para respirar, ni ir al cine puedo si quiero hacer lo que me propongo.
A los veinte,
dejándome envolver por el mundo sórdido del profesor que bebía y bebía, hipnotizada por su saber: tanto quería saber.
A los veintinueve
llevando en el metro a mis hijos, con juguetes, pañales, botellas de agua, chaquetas por si acaso.
A los sesenta y cinco,
escribiendo y escribiendo, buscando revolviendo en mí qué contar, para poder aconsejar, para ayudar, para hacer luz y conseguir existir otra vez desplegándome.
A los veintitrés,
saliendo del laberinto de una grave enfermedad a fuerza de voluntad.
A los diecinueve,
practicando el ayuno para alcanzar el Satori y accidentándome al caer de la bicicleta, de débil que estaba.
A los sesenta y tres,
saltando de alegría, trotando por las calles enardecida con mis apuntes del “Grado en artes” bajo el brazo, emprendiendo el gran esfuerzo del estudio sistemático y riguroso.
A los cincuenta y siete,
apretando el cinturón económico hasta extremos inauditos y subiendo cada día desde el tren los más de cien escalones hasta el instituto con los zapatos rotos.

A los catorce,
utilizando el larguísimo artículo del Summa Artis para hacer un trabajo escolar de El Greco.
A los treinta y cuatro,
sobreponiéndome al dolor de aceptar la existencia de una enfermedad en un ser muy querido y buscando soluciones, comparando, buscando.
A los treinta y siete,
cocinando, fregando, tendiendo, sin delegar mis responsabilidades pese a los efectos de la quimioterapia.
A los sesenta y cuatro,
ingresada en la habitación vigilada del hospital psiquiátrico, aguantando, asumiendo el estigma por prescripción facultativa y familiar.
A los cincuenta y cuatro,
realizando un trabajo ingente de evaluación en uno de los barrios más difíciles de España, trabajando sin tregua, sin tregua.
A los nueve,
subrayando con sumo cuidado el título del trabajo, escribiendo con suavidad e interés, absolutamente concentrada, buscando la perfección.
A los sesenta y dos,
haciendo mis PACs de la universidad a distancia sin aflojar, matriculada de todo lo que se pide, con constancia cuidadosa y respetuosa.
A los cinco,
devorando los cuentos de Grimm, la reina de las abejas, la serpiente blanca, el rey Picodeloro, y sin poder dormir porque no entendía la resta con llevadas.
A los sesenta y cinco,
empezando el proyecto de aprender el idioma árabe en toda su complejidad, lo voy a intentar, no sé si podré memorizar palabras tan diferentes, no sé si tendré cabeza. Pensando en África. Pensando en estudiarme bien África. Porque es un lugar vecino, desconocido y los conocimientos sobre él estarán muy acotados. Porque creo que a lo mejor podré. Porque estos estudios, de base, tienen que ser fáciles, se pide un cinco, y tal vez están empezando. Porque de África en sí misma se dice en realidad muy poco en el periódico. Porque creo que África tiene muchísimo que aportar a la humanidad en su conjunto. Porque me gustaría, esto ya es un sueño porque no sé si estaría a la altura, ir a Canarias otra vez y ayudar con los inmigrantes. Porque todo lo que estudie me va a sorprender. Porque me encanta lo que allí encanta, y siempre que oigo la palabra «África» me intereso. Por las más de diez mil personas que intentaron cruzar, y no pudieron. Por acercarme. 

5. CREO QUE SOY

Muy trabajadora.
Mujer, viviendo la mayor parte de mi vida hasta el momento en la ciudad de Madrid.
Profesora a rebosar de vocación.
Jubilada por fuera, proyectos de tesón y envergadura en mi interior.
Madre como he podido.
Ideología de izquierdas.
Me gusta saber.

No creo que sea irrespetuosa, sí muy exigente.
Soy incansable, nunca me rindo.
Quiero mucho a las personas.
Deseo, todo el tiempo, reír.
Siempre busco aprender.
Me encanta provocar.
Me falta tiempo.

Creo que soy una especie de suplicio placentero,
un ir y volver a hacer y rehacer, sin apeadero.
Un matarme por todo por nada, y un vivir en vilo,
y, si un ser humano es un suspiro,
en mi caso, es un suspiro responsable.

Bischofberger U (2025) Amor a la vida que dura eternamente en ella. (Fotografía modificada digitalmente).
Amor sin color. Pura forma de amor. Empeño en cada pétalo o espina.

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