
Tumbada en mi tumba, he decidido que ya no soy yo, que hoy seré Europa. Me siento delgada y recuerdo que estuve andando con huesos livianos y carne flaccida, como la del pollo o el salmón que como a veces, por las calles de Madrid… Después, ya no era Madrid: estaba en mi féretro, olía a tierra mojada pero olor a tierra mojada podrida. Oscuridad absoluta y paladas en la tapa de madera de mi ataud. ¡Zas! Me caen las lágrimas lateralmente, por el extremo simétrico al lagrimal al que no han dado nombre.
Me advierten: No hagas nada, que se lo toman a mal. ¿No ves que eres mujer y vieja, Europa? Tienes un historial tan largo, y tan lleno de episodios oscuros… Contesto: pero ¿cómo? ¡Tengo que tener licencia para insultar de vuelta desde aquí, desde mi tumba, a los que van echando paladas de tierra fría! Tierra pesada en la tapa que resuena, ¡Zas! ¡Es mi última prerrogativa!
– ¡Zas!
El empleado de la tienda de fotocopias se impacienta, me habla mal. Noto un engrudo cerebral.
– Insulto: ¿qué vale la hora de tu trabajo, piensa, si una máquina de lo más simple lo supliría a cambio de un poco de electricidad? ¿Y aún así me hablas con tanta suficiencia, me pones tantas pegas, te desahogas conmigo, que estoy callada frente a ti?
– ¡Zas!
No quieren quedar conmigo. Noto la palada, y hasta hay tierra que me entra en la boca.
– Insulto: eso es egoísmo, falta de reciprocidad cuando ya va tocando el momento de una mínima reciprocidad. Eso es injusto de partida, y requiere un distanciamiento porque yo te regalo, pero no me regalo.
– ¡Zas!
Que los que no aprendemos bastante rápido retrasamos al grupo. Noto como si el metal de la pala me hubiera alcanzado.
– Insulto: hay ahí un veneno que se ceba en quien no va a contestar, en mí, porque el sumatorio de capacidades es muy alto pero el de logros no llega ni al cinco. No en el aula: en la vida.
– ¡Zas!
No me atrevo ni a preguntar dónde está, en el Arte Sonoro que tengo pendiente de estudio, la lección sobre las onomatopeyas. Noto escalofríos por si preguntar es «llamar la atención».
– Insulto: no puedes pensar que tu saber, que está empezando, cubra todos los campos y atine. Saber que no los cubre y que no puede atinar de entrada es un saber elemental y de partida.
-¡Zas!
– Ya está la prueba de nivel. Ve a croll, vuelve a espalda y media calle a braza. Con este papel a la entrada. Noto una bofetada.
– Insulto: ¿Esto ha sido todo? Lo que me dices es proporcional, se ve, a tu implicación, a tu deseo de ayudar, a tus conocimientos y a la humanidad de las relaciones que estableces. Todo ello, de un renglón.
– ¡Zas!
– Oigo en los medios que hasta se atrevieron a insultar a fulano diciendo que parecía tener una enfermedad mental. Noto un líquido frío que se vierte en mi cuello y recorre mi espalda y parte de mi pecho.
– Insulto: ¿Es la enfermedad mental un insulto? Cómo os autodescalificáis mostrando esa realidad que os describe a casi todos y que, por eso mismo, no usáis como insulto, a saber, la ignorancia.
¿Licencia para insultar? ¿Es reprobable el insulto? ¿Qué peso tiene la palada del insulto? ¿Es proporcional a la de la muerte? ¿Qué es la licencia para insultar, comparada con la licencia para matar? ¿Es legítimo que insulte? o, incluso, ¿son insultos mis insultos? Misiles para la paz, qué frase tan insultante, qué provocación. Insultos para restituirme.
Sigo aquí tumbada en mi tumba y las lágrimas siguen cayendo por ese lugar sin nombre.
Me restituiré. ¡Claro que sí! Resucitaré una vez más. Tengo práctica. No he resucitado una vez, he resucitado ya tantas veces que me es fácil sacudirme las paladas, extender los brazos y las piernas, forzar la tapa, levantarme, sacudirme como un perro con agua, enderezarme, agarrarme al reborde de raíces rotas que es un auxilio sólido, salir del agujero y perseguiros a todos… En el momento de «como coja la zapatilla», sacar de la nada no una zapatilla: un zapato de tacón bien afilado y ¡Ay de vosotros! Como os pille, va a haber más que insultos: os lo clavo. Mi restitución: civilizada agresión con un tacón. Legítima agresión con un tacón, e ilegítimo y monstruoso el color de los misiles.
Trabajo pendiente:
– Investigar sobre la comedia: qué se ha escrito, quién, qué se sabe
– La naturaleza insultante de lo cómico
– Carácter transgresor de la comedia
– Lo que insulta más del insulto es su verdad: profundizar en esto.
Vergonzoso y horrendo, el color de los misiles.