La obra Sonido y olor del cuerpo entre sábanas es una performance de arte sonoro que reproduce el sonido y evoca el olor de un cuerpo que pasa de la vigilia al sueño. Se compone de once paisajes sonoros correlativos en los que ocurren situaciones muy diferentes a lo largo de una noche. Todos los que hemos estado ingresados en una unidad de urgencias de un hospital público en espacios lógicamente compartidos, sabemos lo que es el paisaje sonoro que produce, en la noche, la anciana enferma de la cama contigua: una boca abierta en escorzo; bostezos que son como alaridos sofocados; suspiros que ocupan todo el espacio común. También los que hemos asistido a personas mayores en residencias de ancianos. Esos sonidos, que por su diversidad y por toda la información que aportan pueden ser llamados, propiamente, “paisajes sonoros”, se caracterizan porque no se analizan y se rechazan.
Por una parte, son descalificados de entrada desde el punto de vista de su significatividad, es decir, no se comprende lo que dicen ni lo que quieren decir. Por otra parte, son asociados, molarmente, a lo más sórdido de la vida, al anuncio más sombrío: el de la llegada a la antesala de la muerte, muerte que se supone por esa realidad tan predictiva que es la enfermedad de una persona mayor.
La singularidad de esta performance de arte sonoro a la que llamo “El cuerpo entre sábanas”, es que recojo, sistematizo como puedo y publico los sonidos de mi cuerpo en el proceso de irse quedando dormido; un cuerpo que está en, digamos, recesión; un cuerpo que se encuentra en eso que la ciencia médica llama “atrofia” y yo como sujeto llamo “retirada”.
Como cuerpo, estoy en retirada; como sujeto de ese cuerpo, sigo queriendo participar en el festín de la vida, sigo teniendo cosas que aportar, y aporto al arte de la acción (no de la representación), de la acción real (no simulada), de la acción performativa (según la magnífica apropiación que hemos hecho los latinos de esta palabra robada al mundo anglosajón, acción intensificada) mi propio élan vital, mi aliento, el aire que me da la vida y los otros sonidos del cuerpo que sostienen su ritmo: el bostezo, el suspiro…
Como objeto sonoro, podría decirse que las sábanas y mi cuerpo formamos un objeto sonoro. Lo siento, pero me río desdeñosamente de los que se burlan del arte sonoro desde las alturas prístinas del “arte nusical”: el arte sonoro es arte por excelencia, fuente de la música y naturaleza, y el sonido nuestra forma de ser más inmediata: precisamente por su inmediatez permanece invisible, como casi todo lo esencial. Este objeto sonoro que los humanos somos cada noche está formado por:
– Las sábanas, en este caso el saco que uso para dormir (porque, de momento, lo tengo en Galicia; no me he comprado todavía edredón aquí en Madrid y me estoy apañando con un saco).
– Mi corazón, que creo que hace que se muevan mis pulmones. (Estos conceptos los desconozco, los esbozo sólo, porque no sé dónde se origina el movimiento y hasta qué punto la respiración voluntaria lo controla.)
– Mis pulmones
– Mis vía respiratorias, que hacen que el aire, como vehículo elástico, transmita la vibración
– Mi nariz. Mi nariz es importantísima, y es la gran olvidada. Por los ojos veo el mundo audiovisual y digital nada menos; por la boca, como, bebo, beso (si tengo a quién) y hablo. Todas ellas son actividades esenciales en mi función de relación, y ojos y boca son sus objetos esencialmente míos. Pero ¿y mi pobre nariz? Ella es, nada menos, que mi vida misma, mi respiración.
– Las secreciones de mi nariz. No tengo ni idea de por qué se tapona, se llena de moquilla transparente y líquida y no sé por qué sangra a veces.
– El ritmo de mi respiración. Esto, que forma parte del objeto sonoro que soy, la verdad es que no entiendo bien de qué depende; sé que tiene consecuencias importantísimas en todo mi cuerpo, pero no sabría explicar con rigor qué es ese ritmo que es mi existencia y que me acompaña siempre.
Como paisaje, aquí despliego algunos de esos sonidos que constituyen la amalgama que es mi trabajo: suspiros, sorbidos, bostezos, roces del exterior de mi cuerpo con la tela del saco, respiraciones forzadas, tosidos, rascadas, inspiraciones largas, bostezos sin acabar, sonidos imprevistos de los órganos fonadores y un largo etcétera que no he inventariado, que sería inventariable y aislable y que es el que aparece en las transcripciones/interpretaciones/memorias de sonidos. Como ocurre con los nombres de la lluvia en los distintos idiomas, aquí el lenguaje ejerce su dictadura: no tenemos casi palabras para nada de todo esto, de modo que es difícil, por ejemplo, clasificar las decenas de tipos de bostezos que todos, como “usuarios” del bostezo, conocemos.
Por último: ¿Es arte esto? ¡Claro que sí! Es el arte de poner ante nuestros ojos lo que no se ve aunque se esté viendo, en este caso oyendo. ¿Es performance? Yo creo que sí. Es más: creo que siempre que alguien da vueltas y revueltas como queriendo decir algo que quiere emerger y, por lo que sea, no se atreve o no puede del todo, está haciendo arte. Por eso a la IA le cuesta tanto el arte y lo que ella llama “la creatividad”, porque ¿Quién es la IA para querer decir algo del contexto que quiere y no puede del todo decir? Por eso creo que las Pinturas Negras de Goya fueron tan performativas que lo siguen siendo, gritaban, decían ¡Mira, mira!¡Esto no se entiende!, clamaban. Pero también el retrato de Fernando VII grita. Y estoy convencida de que toda la obra de Luis Paret grita, grita desesperadamente… Pero la de Goya grita desde la libertad y la integridad, y la de Luis Paret desde la mezcla, la opresión y el fango… La obra que presento reivindica algo mucho menor, reivindica mi vida sin voz. Defiendo ardientemente su calidad porque nuestra cultura visual es, también, una cultura sin discurso, y esta obra encaja en ella, creo, a la perfección, y cuenta cosas que, como el olor, se escapan…
La obra Sonido y olor del cuerpo entre sábanas, como he dicho, reproduce el sonido y evoca el olor. Se compone de once paisajes sonoros, pero reproduzco aquí sólo la Ficha técnica, el espectrograma y la transcripción del primer paisaje a modo de ejemplo, y, en cuando pueda colgar los archivos WAV, enlazaré el archivo de sonido correspondiente y los restantes. La primera secuencia se llama «respiración agitada».
1. Respiración agitada.
Muchas de las palabras de este trabajo parecen evocar las de la familia semántica del sexo. Por tanto, tiene, también, la cualidad de despejar esa área de connotaciones que no son de su exclusiva pertenencia. Respiración agitada es sexo, pero también es aviso de muerte o asma. Sábanas son sexo, pero también son mortaja. Suspiro puede ser amor y también pena.
Cada uno de los cuadros que adjunto son aproximativos, igual que hice en la entrega de mi trabajo de arte sonoro.
Sonido y olor del cuerpo entre sábanas. Primera secuencia.
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Ficha técnica.
2. Captura del espectrograma
3. Transcripción, en negrita la primera aparición de cada uno de los conceptos.
IMPORTANTE: lo que llamo «conceptos» son las abstracciones generales sobre los ejemplos de cada cosa. Por ejemplo, el «tragado de saliva», cada vez que trago será diferente el sonido que produzca, pero habrá algo común a todos los tragados.
Meto la grabadora entre la sábanas.
Empiezo a respirar. No puedo respirar bien.
Mucha respiraciones forzadas, son mi respiración.
Así me he despertado. Parece que poco a poco se me van calmando.
Tragado de saliva. Estoy incómoda.
[Se me ha olvidado ponerle su protector al micrófono.]
Tengo tapada la nariz. Sorbo por ese lado. Paladeo. Respiro por la boca.
Intento bostezar y no me sale.
Vuelvo a sorber.
Ahora respiro con la boca abierta.
Minuto 5:12. Sorbo, para intentar destaponarme la nariz.
5.28. Nuevo intento fallido de bostezo.
Sigue mi respiración como al principio, parece que un poco menos fuerte.
Parece que sigo respirando de modo forzado.
6:44. Casi puedo bostezar, y me alegro, por lo que la segunda parte es sonora.
No paro dentro de moverme.
7:50. Cada vez, mis bostezos son más eficaces.
8:13 Mi respiración se va normalizando, aunque sigo con la nariz tapada.
Ya el espacio entre respiración y respiración se va haciendo mayor.
9:06 Ya parece que está todo más acompasado, y no me muevo tanto.
9:54. Tengo la nariz muy tapada, de hecho me sale mucha moquilla.
10:19. Suspiro grande.
10: 27 Rascada.
10: 32 Tos.
10:56 Bostezo.
11:05 Creo que voy mejor.
11:28 Vuelvo a bostezar, trago, respiro fuerte otra vez.
12:00 Parece forzada la respiración en su ritmo, pero yo creo que es mejor que al principio.
Así sigo un rato.
[En toda esta situación, no aparecen sueños ni ensoñaciones. Cualquiera diría que ha terminado el descanso.]
14:12. Parece que me reactivo y sigue la misma tónica. Ahora, como se me ha olvidado proteger el micrófono, se oye mal.
15:28 Ahora, desde fuera, parece que es una respiración relajada. No sé si será por los tiempos relativos de inspiración y expiración.
16:36. Primera vez que oigo una respiración normal, a partir de ahora se intercalan respiraciones normales con las respiraciones forzadas del principio.
17:27. Fuerte inspiración contenida, fuerte sorbido de nariz, trago, expiración en la que, por primera vez, suenan las cuerdas vocales.
18:13. Siguen los sorbidos y la nariz tapada. Respiro por la boca de forma continuada, por primera vez. Parece que de forma más pausada. Trago.
19:45. Hago un sonido vocal como de relajación. No me he dormido.
Apago la grabadora.
A lo mejor una recopilación de estos datos podría serle útil a la medicina. Cuando presente los paisajes sonoros que me faltan, se verá que estos datos pueden ser útiles para la psicología, para ver, palpablemente, la relación entre estados de conciencia y respiración, y capturar eficazmente los pensamientos y ensoñaciones que se escaparían si no fuera por la grabadora.