
Humano y no humano. Tú y yo. La representante de los inhumanos y el representante de los sojuzgados. Te amo, toro, y este es el reportaje fotográfico de nuestro idilio. Soy una especie de Francisca de Asís, ay, es que me encantas, de verdad. Eres mi hermano y si no fuera porque casi soy santa… Como nací en Suiza, puede que yo provenga de la vaca y esto explique todo el parecido.
Nuestras narices: tu nariz es mucho más grande que la mía, pero ahí están las dos, con sus dos agujeritos, sobre nuestra boca seria y cerrada.
Nuestros ojos son bolas en ambos casos. ¡Pero la tuya es más ancha que la mía! ¡No vale! ¡Me pongo celosa! ¡De mí dijo el Darwin-winner que era la campeona, pero tú me ganas en amplitud de campo! Lentisco, Lentisco, que te tiro de la oreja… ¡Qué pestañas tan preciosas! ¡Pareces una miss, Lentisco! ¡Tienes un ojo de vaca más bonito que el mío mil veces!
Tu pata y la mía. Aquí también me ganas. Mira mis dedos mal direccionados y mi uña forense como siempre, mi Hallux Valvux reproduciéndose en desorden incómodo… frente a tu nítida y elegante pezuña en esa pata que, discreta, se cubre de pelo. ¡Ojalá yo fuera tú!
Tu barba y la mía. Los dos tenemos esos pelos un poco duros ahí, en esa zona que, en ti, está púdicamente cubierta con tu pelo y que en mí se muestra en su plena fealdad (según los humanos, que ya sabes cómo son, siempre con sus pinchos o, si no, con pinzas… En fin.)
Tu oreja y la mía. ¡Lentisco! ¡Tu oreja demuestra que somos hermanos! ¡Es como la mía! ¡Si son casi iguales! Ahí te susurro mis palabras de amor… Lo único, claro, encima tienes esa protuberancia cornuda, mientras yo tengo sólo guerras y malos pensamientos y fabricantes de espadas y pinchos…
Nuestras bocas. La tuya, más ancha que la mía, Lentisco. Besitos no nos daremos, pese a ser yo casi santa. Pero las dos bocas ¡también se parecen! Pero los dos desdentados, tú sin cirujano máxilo facial. Porque tú eres un desdentado, sólo tienes ocho dientecillos de nada…
Nuestra cara completa y al desnudo, los dos tristes. Amenaza esa arma portátil que sella tu destino. Ser bovino: me dueles. Yo también estoy muerta, hermano. He muerto tantas veces, tantas nos matamos nosotros entre nosotros los humanos (¡Y sin cuernos!) que, a veces, no podemos resucitar. Pero mira… ¡De pelo, nos parecemos en esta foto!
Y aquí nuestras cicatrices también son parecidas en su factura, pero la tuya muchísimo más grande.