Pintar la antropomasa -de la mano del maestro

Pública

Para un genio de la autoexploración; para alguien que hace que el centro de su vida sea la búsqueda sucesiva de imágenes como quien busca una clave a la que nunca se ha enfrentado y que desconoce: una imagen, y después otra; imágenes sin nombre (o con un nombre que no nos es dado vislumbrar a los demás). Para quien, de forma tenaz, busca la forma que exprese «eso» que en el mundo intersubjetivo convencional no existe porque nadie lo ha visto aún. Para ese ser especial, que, de pronto, se asocia -y no se asocia a otra persona, a una institución, a un país, a un constructo, sino que se asocia a un color. Para la persona que, cuando llega a Nueva York, se asocia al color negro… Para él la mirada.

En grandes lienzos que hablan, en su enorme formato, de su ambición de decir. En motivos que se repiten con variaciones, igual que se repiten con variaciones los árboles. En colores que no llegan, sino que asaltan. En todos esos lugares se encuentra el pintor, el mudo que habla con color y el que, cuando calla en el color, construye en el lenguaje un discurso que es el del concepto. Y en ambos respira lo que está luchando por nacer.

Me pregunto si la pintura que, en teoría, «no dice nada» no estará gritando a todo pulmón un mensaje desesperado: «esto es lo que hay». Cuando miro pintura con motivos como el paisaje, el bodegón o la escena campestre, miro «lo que no hay», «lo que casi nunca vemos». Por el contrario, cuando miro lo que llamo la antropomasa desnuda, es decir, todo aquello que está hecho por el ser humano pero en lo que no hay afán decorativo alguno, veo geometría. Réctas que se cortan. Veo lo que se ve aquí.

Esto dice Juan Uslé.

Y esto le responde la pasarela. La pasarela inspiradora. La pasarela que, como él, está provisionalmente muda, que sólo habla el lenguaje de su propia imagen.

Analizo el flujo de la geometría que es mi día visual: cuando abro los ojos y veo los ángulos del techo, cuando llego al andén y veo los travesaños de las vías del tren, después las puertas del edificio, el rectángulo que es la pantalla, todo, ¿hay algo que no sean líneas rectas, cortes de líneas, triángulos, cuadrángulos, en fin lo que llamamos «geometría»?

Esto dice Juan Uslé:

Y esto responde el techo, de pronto, fuera de sí. De pronto, rebelándose contra la cuadrangularidad. Techo que se rebela contra su cuadrangularidad. Se ha vuelto gris! ¡Todo se ha vuelto gris por todas partes! Es el color de la antropomasa, del hormigón; el color que Juan Uslé le quiere arrancar y le arranca, con esa tenacidad de sabio que caracteriza su búsqueda.

Esto dice Juan Uslé:

Y esto responde la antropomasa, en forma todavía informe, o semiinforme. Antropomasa en forma de cajas amarillas de algo de la construcción a la espera de ser utilizado. En forma que, igual que Juan Uslé, se repite, insiste una y otra vez. Se amontona, se apila, se ordena en filas. Y después ¿Puede asumir el color de Juan Uslé? No: no puede. El color sólo le pertenece al artista, es el color de su deseo el que toma cuerpo en esa forma confusamente desentrañada que es la forma que nos es familiar, la forma por excelencia de la antropomasa.

Esto dice Juan Uslé:

Y esto responde la casa, la casa que también tiene ladrillos.  

Esto dice el maestro, que rompe su obediencia aquí:

 

Y esto contesta la antropomasa, desplegando una valla como un abanico,

 

Después de inspirarme en Juan Uslé, redacto el manifiesto.

Manifiesto en doce renglones que insta a pintar la antropomasa

Pintores del mundo humano.
La antropomasa avanza hambrienta e imparable.
En breve habrá tres partes de antropomasa por cada parte de biomasa.

¡Pintores! ¡Desnudémosla! Es nuestra misión.
Es misión de todo pintor que se precie.
¡Seamos valientes! ¡Arranquémosle ese vestido artificial que es el diseño que excede a la funcionalidad!
¡Desnudemos todo también de su utilidad! ¡Demos la vuelta a la imagen, la cabeza en los pies!
(No entender qué vemos es la forma de entender.)

El entendimiento nos impide ver la verdad. La verdad es que estamos rodeados de lo inerte.
¡La antropomasa es la materia inerte!
Nuestra misión es abrir los ojos llenos de vida y pintarla tal como es. Sin vestido. Sin diseño. En los lugares sin plan. En los rincones que no están hechos para el ser humano, sino sólo por el ser humano. En esos resquicios que aún quedan y que los maestros pintores atrapan.
¡Pintemos la antropomasa!

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