Ánima-masa y felicidad animal: superar la idea de la bête-machine

Pública

…Y dejaré pasar un año de descanso en el Folio de la UOC, que es lo que más me gusta hacer en el mundo, y me dedicaré… No sé… Algo se me ocurrirá.
Porque la pena que me da no poder escribir es enorme.

Mientras tanto:

  • Ya sé que hay una biomasa. Todos los seres vivos y sustancias, como el agua o el aire, que se enlazan con ellos y promueven su existencia. Lo podemos identificar fácilmente todos.
  • Ya sé que hay una antropomasa. Todo aquello fabricado por el hombre que es inerte.
  • Pienso que hay que tener en cuenta todo aquello que no tiene peso, pero que tiene tanta importancia que ha producido, de hecho, la antropomasa. Me refiero a los universos simbólicos, y les llamo animamasa. Me lo estoy inventando a raíz del oso polar en su osera, y la represento haciendo un collage de un trabajo mío. Representaba a una persona pidiendo ayuda. Ahora representa a todo el llamado «reino» animal que requiere nuestra urgentísima atención.

¿Feliz Navidad, animales? Rotundamente no. La relación entre el animal y el ser humano ha pasado por muchas etapas, no ha sido siempre la misma ni mucho menos. Y creo que hay que aparcar de una vez por todas la visión maquinista (la visión de la bête-machine) que se impuso desde Descartes. De bestias, nada. Requieren su espacio y su felicidad. Tienen derecho a una vida digna -aunque nos los comamos, que eso está fuera de duda que lo haremos.

La animamasa designa la experiencia vivida, la experiencia de la osa polar medio dormida y oyendo las respiraciones de sus cachorros en la oscuridad. El ser humano tiene una dimensión especial en la animamasa, no sé si en profundidad de experiencia o en qué aspecto podría incidirse para caracterizarlo.
Cada oso que muere supone la muerte de esta experiencia. No es sólo un peso, no es sólo una materia: es la suma de todas las experiencias subjetivas de lo vivo lo que hay que preservar porque, en cierto modo (a lo mejor) está todo enlazado, y ahí estamos nosotros también, en la osera, aunque no lo sepamos.

Por el contrario, la IA carece de subjetividad por definición. Y por mucho que una tendencia morbosa, mística e idealistoide se empeñe, la IA, repetimos, carece de esa subjetividad que, sin embargo, sí es atributo de algo tan poco misticoide como una hormiga.
Este hecho, la ausencia de subjetividad de la IA y la programación de la emoción como «adorno» (según la propia IA) es algo muy relevante en lo que debería ser concienzudamente instruido cualquier usuario.

 

 

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