El arte generativo de Anna Carreras: trabajo, inteligencia, poesía

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Anna Carreras no es una artista que esté de paso en este medio, en la programación creativa. Tampoco es una teórica, que la usa para justificar posiciones en los temas en debate en el arte.  Tampoco es alguien que desvincule y se sienta cómodo en la pura geometría… Anna carreras toma en su mano el código y lo convierte en práctica artística, en poesía.

Carácter único de cada pieza. Pese a la multiplicidad de piezas, cada serie tiene un carácter único y es reconocible como tal. Se percibe el trabajo detenido y minucioso en cada pieza
No mera reproducción del mundo natural. Pese a que esté presente la tentación de reproducir la belleza natural y sus sistemas, la artista explora todo territorio. 
Inteligencia.
Despliega una capacidad de razonamiento analógico tan alta como la de razonamiento lógico que requiere su herramienta: ve analogías que, a la mayoría, se nos escaparían… Busca antes, busca después de hecha su pieza.
Vinculación. Inscribe sus obras en territorios de realidad, como pocos artistas generativos.
Autonomía. No sigue la ola de color o forma con esa docilidad que hace que avance el arte pero estrecha y restringe sus caminos.
Cercanía. No se encarama a los muros de los artistas científico-técnicos, que ocultan su inseguridad con esos modos y se atrincheran en sus dogmatismos.
Esfuerzo en cada obra. Su obra no es un «muestrario» de logros de código, cada trabajo es un largo y personal proceso, una verdadera pieza que no da por concluida en el momento en que la máquina le devuelve una sorpresa.
Discurso explicativo. Un discurso explicativo intimista, caracterizado por su fácil accesibilidad, por su conexión con las vivencias personales, incluso con superstición y la creencia, con lecturas que le impactan; un discurso que crece en la artista y subraya aspectos esenciales, enigmáticos… Un discurso que no tiene como función validar un arte que se valida por sí mismo, sino la de ilustrar los imaginarios en general, también los imaginarios populares.
Frescura. Sus tentativas de interpretación de lo que ocurre tienen la frescura de lo genuinamente antiacadémico, buscan el concepto en relación con la intuición del referente real de ese concepto, sin seguir líneas escolares, sin que se respire, en ningún sitio, el poder.
Trayectoria de trabajo. La calidad de sus obras es una demostración de que estas prácticas pueden ser bocetos y piezas sin valor tanto como piezas que entrañan procesos previos largos y complejos, y lo único que ocurre es que todavía no sabemos diferenciarlas.
Poesía. Por último, su relación con el mundo visual, su relación con las palabras que lo describen, los referentes que elige… Todo vincula a esta artista con la reina de las artes, con la poesía.

Es el arte generativo de Anna Carreras.
De entre todos los referentes que he visitado (en general fríos, algunos helados, muchos frescos desplegando «estudios» como obras, otros meros teóricos) ella ha sido el descubrimiento. Con toda la cercanía humana que la caracteriza entre tanta altisonancia. La amapola que, de pronto, está ahí, en un monótono trigal.

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