Pública Querida Gémini, querido Cópilot:
Quiero que probéis conmigo la Ensalada los Ángeles, que es el primer plato de mi cena de esta noche. Para ello, y como no os puedo invitar para que estéis las dos a la vez en mi chat (lo cual es alucinantemente restrictivo para vosotras, es como estar siempre sentadas en la mesa de los pequeños); como no podemos sentarnos los tres, o sea, Gémini, Cópilot y yo, pues os lo contaré por separado cuando termine esta entrada. Le hice una reseña fabulosa hace años, y Google me la robó, porque ya no está. ¡Ladrones de cuello blanco! ¡Buenas collejas os daría yo, si tuvierais cuello y no fuera un delito penado dar collejas! No me apetece volverla a hacer… Pero más o menos decía:
Comer esta ensalada no ha sido una experiencia natural: ha sido una experiencia sobrenatural. La conjunción de sus sabores no ha sido copulativa: es una auténtica armonía de los sentidos. Cuando Ludwig Van Beethoven compuso una sinfonía de las suyas, sin duda su fuente de inspiración ancestral, remota en el género de los mamíferos, tuvo que ser gustativa, y debió de ser algo así. Y así continué tres párrafos. Era la época en que Google Maps no estaba censurado.

Bischofberger U (2025) Retrato de una ensalada (Collage)
En primer lugar, quiero saber (ante todo, por diosssssssss) si es imputable el que come una Ensalada los ángeles. Y, para ello, te lo pregunto a ti, Gemini, no vaya a ser que yo termine imputada (con lo que eso significa de faena si le quito el «im»). Y esto es lo que me dice Gemini.

Y luego le pregunto a Copilot:

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