Esquemas visuales elementales: Gramsci, Lacan, Bourriaud, con textos imaginados

Una masa roja pesa sobre mí: me obligan, me someten, me hieren y llenan de sangre y control… ay, ¿quién? ¡Claro! Todo está bien. Los que me obligan, me someten, me hieren y me llenan de sangre y control son aquellos que están hechos para obligarme, someterme, herirme y llenarme de sangre y control. De esto último, me han ido convenciendo en azul, por medio de la persuasión  y con mis iguales, que acarician las mismas ideas (subjetividad subjetividad subjetividad subjetividad subjetividad subjetividad subjetividad todos bailando al unísono).
La sangre y el control, lineales, mueven barcos, lanzan bombas, crean cadenas de montaje y arrancan el metal a la tierra. La cultura que me enseña ideas crea nuestras subjetividades, penetra en mi cerebro de forma sinuosa y me constituye a mí misma…

 

Este, y ese, y aquel, y yo, y aquella, y aquellos, y los de fuera, y los que nos miran, y los que miramos, y los que crearon aquello en lo que nos movemos… formamos algo diferente que llamamos intersubjetividad. Miramos. Interactuamos mediante el diálogo. Colaboramos. Colectivamente elaboramos el sentido. Y todo ello ¿Cómo? En un entorno, en un contexto. La relación nos constituye, la relación es insoslayable. La obra de arte no existe tampoco sin el público.

 

Esta es mi subjetividad, mi centro, pero ¡ay! Yo no soy yo, yo soy todo aquello que no sé que soy, estoy dividido en un marrón que me sorprende siempre entre la consciencia y la inconsciencia, y no soy yo aquí y ahora, estoy movido y descentrado perpetuamente por el Otro Azul en mayúscula, el lenguaje; por el Otro Azul en mayúsculas, la ley. Del Otro me asaltan constantemente elementos que me descentran, de mi misma división me llegan asaltos en marrón y yo no soy yo, soy yo pero no soy yo a la vez, mi subjetividad me esquiva a mí y trata de sobreponerse al descentramiento y a la división en una lucha sin tregua…

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