
Vivimos tiempos sedientos de tiempo. Sed de tiempo para identidades fragmentadas que tienen que desenvolverse en sus múltiples áreas. Sed de tiempo para realidades pixeladas cuyos intersticios pasan caras facturas temporales. Sed de tiempo para moverse de unos lugares a otros, de unos conceptos a otros, de unas formas de ser a otras. Sed de tiempo que no sea ni productivo ni improductivo, tiempo de nada, pura presencia temporal que transcurra orgánicamente sin dar ni pedir nada a cambio. Tiempo del que no haya que dar cuenta a nadie, tiempo que no cuente y tiempos sin cuento. Perder el tiempo sin reels mirando cómo crece un geranio.
Tiempo para integrar conceptos. Me van encajando conceptos, aunque todavía de forma precaria. Es importante señalar que, cuando la aproximación a nociones complejas no se produce desvinculándolas de las demás, los estudiantes o bien memorizamos y repetimos o bien necesitamos tiempo para integrar los conocimientos. Tiempo, puro tiempo, que pase el tiempo, tiempo de procesamiento de los conocimientos y tiempo del que antes, cuando no había que dar cuenta del tiempo y la productividad no era obsesión, se disponía abundantemente. Tiempo que ahora se escatima o se considera perdido.
Presunción de inocencia académica. En teoría, estudio. En principio, no me salto páginas al leer un texto. En principio, no plagio, no uso la IA, soy inocente. En principio, me comprometo a involucrarme. Pero en la práctica se presupone que voy a ir a hacer lo mínimo, que voy a dar lo justo. Se me intenta atar, como estudiante, cuando se me impone la presencialidad o se me satura con trabajos y lecturas sin cuento.
El kamikaze académico o el suicidio de la cultura. Digresión.
– El kamikaze académico tiene un solo destino en lo universal. Como el rey Sol con el Estado, él dice: «Mis estudios soy yo». De qué van, es secundario.
– El kamikaze académico tiene un portátil. ¡Acude siempre a clase! En clase, chatea y navega por sus redes con su carita de palo, mientras el profesor contempla su carita de palo y la tapa del portátil.
– El kamikaze académico deja todo para última hora. ¡Procrastina como siempre! Siempre encontrará un modo de preparar el trabajo con el mínimo esfuerzo.
– El kamikaze académico aprende vocabulario. ¡Palabrejas! Unas cuantas palabras, sea cual sea el contenido del texto, deslumbran a un profesor que, igual que él, está agotado.
– El kamikaze académico se busca ayudas. IA, el novio de la amiga o tal o cual repositorio. Y las colamos todas.
– El kamikaze académico es el producto que crea la desconfianza del sistema. Es un subproducto cómodo, que vive y deja vivir, porque al profesor apenas le molesta. ¿Su comportamiento futuro? No se sabe, pero lo que le ha enseñado el sistema es el engaño.
– El kamikaze académico es muy manso, eso forma parte de su puesta en escena, no se vaya a descubrir toda su trama.
– El kamikaze académico existe porque existe la obligatoria presencialidad, porque existe la hipersaturación de trabajos y porque, ya de partida, es sospechoso.
– Al kamikaze académico se le echa más y más trabajo, como pienso a las gallinas, porque tiene que ser más que los de la escuela de al lado.
– Se considera que «kamikaze académico» es su apariencia; pero se sabe que su esencia y realidad última es que es un estudiante vago, vago y vago de narices.
– El kamikaze académico va a lo suyo. Este «ir a lo suyo» es lo que le da el carácter kamikazil. Porque su manual es «de cómo ir a lo mío y que nadie lo note».
– El kamikaze académico es el nuevo ladrón. El ladrón del tiempo de leer, pensar, follar, pasear.
– El kamikaze académico está sediento de tiempo.
Y SU PROFESOR TAMBIÉN.
TENGO SED DE TIEMPO
El kamikaze académico busca el silencio académico, y huye de la disrupción con patas de gallina vieja y fea como un pecado.
Nota al pie: el kamikaze académico suele ser joven. Descubriría el mundo si le dejaran tiempo.
Tiempo virtual. Desde mi punto de vista como alumna, hay que ser humilde y hacer un reajuste de tiempos y créditos en la enseñanza virtual. El aprendizaje online lleva más tiempo y produce más desgaste: más que el aprendizaje presencial. Más que el desgaste que se produce en quien trabaja online de un modo menos cualificado. La suma de esfuerzo intelectual y modalidad online es muy exigente. El nivel de exigencia de estos últimos semestres en el Grado en Artes es parecido al que tuve cuando preparé las oposiciones al cuerpo del grupo A1 de funcionarios del Estado (difíciles, por tanto), pero con la diferencia de que la saturación la preví cuando oposité, pero no la he previsto en el grado, con los consiguientes disloques de hábitos, salud, otras áreas… El nivel exigido es superior al previsto.
Poner límites a lo virtual. Cuando hice los cursos para el profesorado en la USD (Universidad de San Diego) la interacción estaba muy pautada:
- Se potenciaban las interacciones pautadas entre estudiantes.
- Había número prescriptivo y límites (número máximo) de intervenciones.
- Había normas: no sólo normas disciplinarias, también normas que regulaban las interacciones (la norma universal de contestar si se dirigen a ti, por ejemplo) para todos, no sólo para los profesores.
Cierre de correos. Creo que todo correo de cualquier persona que ocupa un lugar jerárquico en una institución tendría que tener un candado, y cerrarse del mismo modo que se cierra una puerta de forma selectiva. No se puede ofrecer un correo y, a continuación, molestarse porque se usa.
Optimizar el medio. No sólo no sé manejar eficazmente archivos. Me conecto con los datos del móvil, no tengo hábitos eficaces en cuanto a organización de la información, mi nivel de conocimientos respecto a lo virtual es bajo. Este handicap condiciona muy a la baja el rendimiento y aumenta enormemente la dificultad cuando el medio es un medio online.
El momento de encuentro personal. Creo que un encuentro síncrono en cada semestre, en el que los participantes se presentaran, es un mínimo exigible en cualquier entorno virtual, porque, en caso contrario, la construcción mutua de identidades se produce, excesivamente, desde el tanteo y la aproximación.
El lugar de recreo en la universidad virtual. Tendría que haber un espacio libre, es decir, para la expresión libre, en todas las aulas. Comentarios off line, dónde está tal recurso, mira qué foto de mi perro, comparto este artículo del periódico, he hecho este cuadro etc. Como decía Karl, si no se consume es porque no se ha creado.
Primer texto que subrayo online. Primera vez que utilizo esta forma de trabajar, he estado mucho más cómoda. Porque, conforme pasan los años, las habilidades perceptivas disminuyen, y estar saltando todo el tiempo del texto al área de trabajo resulta mucho más cansado. Así que he abierto cada página y he ido trabajando en ella por separado, y después las he pegado entre sí. Bueno, ha sido la primera vez y no he respetado estructura alguna en el subrayado; tenía que haber separado las hojas con una raya, porque ahora se confunden visualmente… pero estoy muy contenta con el proceso y con el resultado. Tiene que haber programas que faciliten esto, pero de momento así me arreglo. En este sitio se me han pegado bien los .pdf, sin dejar espacios en blanco.
Descubrir formas de trabajar online. La enseñanza online es un experimento institucional y también un experimento, una exploración y una invención para los estudiantes que confiamos en ella. Por eso me encanta haber subrayado este texto. (Está muy mal subrayado, por cierto, pero para ser el primero estoy contenta.)