CITAS TEXTUALES DE SIMONE DE BEAUVOIR en la memoria visual de un proyecto

Bischofberger U (2025) Memoria visual de un proyecto desde el sueño y la palabra. Detalle. (Dibujo a rotulador y técnicas varias superpuestas en tres metros de papel continuo.)
Nota. Esta noche lo envío completo, esto es un botón de muestra. Saludos, compañeros y profesores.

Lo que no quiero que sea mi Memoria. He decidido que la Memoria final de mi proyecto no sea una memoria como recuperación, paso a paso, de lo que he hecho; tampoco una promoción de lo que he hecho (que se he promocionado muy bien «con sus propias patas»); tampoco una reflexión sobre la reflexión, ni una extracción de mis obras virtuales del site specific que les corresponde en lo virtual.

Memoria como sueño y palabra. He decidido tomarme la Memoria final de otro modo, que tienen que ver con el sueño y con la palabra, dos realidades que son contraculturales siempre que emergen sin control. Me he incorporado la exhortación de De Beauvoir que le oigo hoy, «confiar en la palabra»;  lo que le oí a Elena Asins ayer, «una palabra vale más que mil imágenes»; o estas otras, que llevo encima desde que tenía diecisiete años, «encontrar una palabra que pueda destruir un mundo». Así es que recordaré «lo que se quiera recordar solito» mientras escriba palabras en esta alfombra de papel continuo de varios metros que coloco en el pasillo de mi casita. Mi Memoria se hace sola como sueño y palabra.

Optar por la palabra frente al mutismo imperante. Mis rodillas se duelen de mi decisión, pero me aguanto… Y aquí estoy, arrodillada una vez más frente a esa PALABRA que encarece Simone de Beauvoir. PALABRA,  frente al mutismo imperante que se relaciona con ese misticismo que valida nuestro statu quo cada vez más teñido de cohetes y pistolas.

Arte como investigación. No, no es «investigar en la historia del arte»: es validar el arte como herramienta exploratoria de peso y contrastar su fertilidad [asignatura del curso que viene]. Algo que se me presenta como evidencia, y un concepto candidato a ser «Nóbel» entre todos los conceptos sobre arte que se debaten en nuestro siglo XXI, su mayor legitimación en el tiempo que viene, lo más ligado a la idea de «arte expandido», la tarea que nos espera, nuestra tarea de artistas, la integración de todos los hallazgos sobre qué somos en lo que hacemos, una puerta abierta al futuro, una transición a un futuro que integra y recicla (¡¡al fin!!) todos los residuos ninguneados y expulsados a las áreas oscuras.

Integrando saberes. Y, por último, defiendo mi esfuerzo. Porque no llego al máximo en todo, es verdad, pero avanzo por los Curricula escolares con un respeto reverencial y al ritmo planificado, abogando por la integración. Poniéndome mala incluso. Intento integrar aquí la asignatura de Programación, que me está enseñando a jugar con la palabra;  y la otra que curso,  Nuevos Medios, que me hace ver el poder enorme de esa palabra enorme que me encuentro, agigantada, ante la que todas las demás se callan: internet. Integrar es lo que me hace triangular, ver en 3D y avanzar.

Citas textuales de Simone de Beauvoir (1908-1986) [He sustituido, solamente, la palabra «burgués» por la palabra «occidental» o «ciudadano», y la palabra «burguesía» por «statu quo».]

¿Será posible que nuestra civilización no sea la Civilización? La pregunta está hecha. Y un inmenso coro responde: no lo es. Todos los pueblos que no pertenecen a Occidente, es decir, que no reconocen la hegemonía de los Estados Unidos, y además todos los hombres que en Occidente no apoyan el statu quo, rechazan la civilización del ciudadano occidental. (Pág. 10)

Separado, por su trabajo y su género de vida, de todo contacto con la materia, protegido de la necesidad, el occidental ignora las resistencias del mundo real. (Pág. 12)

[El acuerdo que dio nacimiento a la OTAN] ha obligado a los occidentales a superar el viejo nacionalismo y reservar sus zalamerías para lo que ahora llaman Europa, Occidente, la Civilización. No hay inconveniente en aceptar todo esto: mientras se trate de quedarse entre privilegiados, bien se pueden borrar ciertas fronteras. (Pág. 15)

El occidental se ve forzado a admitir que ya no es la conciencia única, el sujeto absoluto: hay otros hombres. A estos otros, los privilegios de los civilizados les parecen injustos. ¿Cómo disipar esa apariencia? Hasta aquí, gracias a las zanjas que el statu quo supo crear, conciliaba sin grandes dificultades la idea de justicia y la realidad de sus intereses. ¿Y ahora? Ni pensar, por supuesto, en renunciar a esas desigualdades provechosas. Entonces, ¿habrá que lanzar por la borda la idea de justicia? Esta ideología tiene tradiciones, y el dilema  resulta doloroso. (Pág. 16)

[hablando de cierto tipo de intelectual] quien, por no encontrar su sitio en este mundo, se ha enajenado a la eternidad. (Pág. 18)

Han aprendido […] que el mito [entiendo aquí «mito» como mentira o manipulación] es una fuerza dinámica mensurable no en forma intelectual, sino por su eficacia. (Pag. 33, para pensar a Trump, por ejemplo.)

(…) la hostilidad [del intelectual de izquierdas ante los que detentan el poder] puede ser el reverso de un sentimiento positivo ante los otros hombres (Pag. 40)

(…) la existencia del privilegiado viene a ser sagrada, su posesión un derecho; los privilegiados se llaman «la élite», los privilegios superioridades, su conjunto la Civilización. La masa, en cambio, es nada. Y entonces puede afirmarse que la desigualdad satisface la justicia. (Pág. 52)

Es curioso que hoy cualquier elucubración del tipo pluralista-cíclico-catastrófico pueda contar de antemano con alcanzar a cierto público. Se ha tratado de aclamar como obras maestras las fantasías borrosas de […], que descifra a través de oscuros simbolismos el próximo fin de Occidente. Volvemos a descubrir la filosofía hindú, en la medida en que es cosmológica, antihistórica, y que predica la no acción: la Rueda de Siva proyecta su gran sombra sobre la vida y la muerte de las civilizaciones. (Pág. 70)

(…) para todos aquellos que tienen interés en mantener el statu quo, la desesperanza es una excelente coartada; el quietismo catastrófico sirve al orden establecido. (Pág. 74)

El individuo «superior»-por la sangre, la nobleza, o su puerta abierta a lo Trascendente- es capaz de sentir en su casi totalidad el conjunto de las formas que constituyen la realidad: él sólo. Pluralista cuando aborda las verdades de los otros, considera su verdad como un absoluto. Pero esa falta de reciprocidad, según él, se justifica perfectamente, porque la singularidad de ciertos hombres -los selectos, entre los cuales se cuenta- consiste precisamente en alcanzar lo universal. Al encerrar a sus adversarios en una inmanencia vacía, a sus inferiores en una particularidad estrecha, se levanta por sobre ellos como un amo cuyas revelaciones deben ser aceptadas por un acto de fe. Es una posición infinitamente débil, y a la vez inexpugnable. (Pág. 84)

La mística conduce también al silencio. El antiintelectualismo se manifiesta en su relación con el lenguaje. «Confiar en la palabra, común a todos, es una actitud bajamente democrática». (Pág. 87)

En otros tiempos, para el esclavista norteamericano, la idea de Libertad involucraba el derecho a poseer esclavos, y hoy, involucra, para el occidental,  el de explotar […] (Pág. 95)

El precepto […]  -ser uno mismo- constituye uno de los lugares comunes más complacientes […] La existencia de una humanidad indiferenciada es necesaria para que algunos se distingan vociferando: esta distinción está, pues, reservada de a temano a algunos. Atribuir a todos los hombres la dignidad de una persona, es establecer su igualdad, es el nivelamiento, la uniformación. (Pág. 107)

Como «cada ser humano» se distingue por una «vocación irreemplazable», los trabajadores de base no son seres humanos. Poca importa, entonces, que este régimen no le permita hacer de sí una Persona; sólo merecen el nombre de hombre aquellos para quienes esa realización es posible: es posible, pues, para todos los hombres dignos de ese nombre. (Pág. 107)

(En proceso.)

 

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